Cruzas la puerta de embarque, caminas por la pasarela (o finger, como lo llamamos en el sector), entras en el avión, buscas tu asiento y te instalas en él, con la confianza que te da saber que los pilotos son profesionales altamente cualificados y la aviación es el transporte más seguro.
Y efectivamente, así es: ser piloto significa seguir una exhaustiva preparación durante toda su vida laboral, con exámenes cada seis meses para actualizar sus conocimientos técnicos y estar preparado ante cualquier eventualidad que pueda surgir, siempre con el objetivo de garantizar la seguridad de la operación.
Pero para llegar ahí hace falta conseguir el título de piloto y la licencia de vuelo. Y para eso… hace falta bastante dinero.
Acceder a la formación de piloto requiere una importantísima inversión económica, podemos hablar de una horquilla entre los 80.000 y los 140.000 euros.
Y eso, claro, no está al alcance de cualquiera, lo que significa que muchos jóvenes con vocación y cualidades se quedan fuera, con la consecuente pérdida de talento que eso supone para la profesión.
"Acceder a la formación de piloto requiere una importantísima inversión económica, podemos hablar de una horquilla entre los 80.000 y los 140.000 euros"
La formación del piloto ha sufrido cambios importantes desde los años 70. Siempre ha existido la vía del Ejército del Aire, que ofrece una formación excelente, muy completa, y en este caso los costes los asume el Estado a cambio de un servicio a la nación.
Pero si quieres ser aviador por la vía civil tienes que preparar el bolsillo, porque no existe ninguna beca o ayuda pública para acceder a esta formación desde que desapareció la antigua Escuela Nacional de Aeronáutica (ENA), en los años 90.
Esta situación está provocando que se busquen desafortunados “atajos” para conseguir el título de piloto, y en los últimos años, la proliferación de pequeñas escuelas ha abierto un debate sobre la calidad de su modelo formativo, que en algunos casos acelera los procesos y reduce las horas de vuelo para conseguir la licencia en menor tiempo, lo que representa una clara amenaza para el sector.
Las organizaciones que representamos a los pilotos españoles, tanto Sepla como el COPAC, llevamos muchos años luchando para defender la excelencia en la profesión.
Resultado de estos esfuerzos se consiguió, en 2010, que se aprobara un Grado Oficial de Piloto, que actualmente se puede estudiar en tres universidades públicas españolas: la Universidad de Salamanca (USAL), la Rovira i Virgili de Tarragona (URV) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).
Son cuatro años, como los de cualquier otro grado, en los que los alumnos se preparan exhaustivamente para desempeñar la exigente profesión que han elegido.
"La paradoja de este grado público es que el coste de la matrícula universitaria no incluye la formación práctica en simuladores externos y las horas de vuelo que preparan al estudiante"
La paradoja de este grado público es que el coste de la matrícula universitaria no incluye la formación práctica en simuladores externos y las horas de vuelo que preparan al estudiante para recibir la licencia ATPL, y que se realizan en escuelas asociadas a las universidades.
Además, hay que añadir los costes de los exámenes médicos, las tasas del examen, el material de estudio, el desplazamiento a las bases de vuelo (y alojamiento en el caso de quienes se desplazan a otras ciudades), los seguros…
Es aquí donde se necesitan ayudas públicas. O privadas, pues también las compañías aéreas o los fabricantes podrían contribuir a formar a los pilotos que van a necesitar para tripular sus aeronaves el día de mañana.
Por nuestra parte, hemos hecho los deberes: en 2022, junto con COPAC y GTA lanzamos las Becas Carlos Salas, que ayudan a los jóvenes pilotos a conseguir su habilitación de tipo al final de su ciclo de formación.
Pero lo primero es conseguir que el aspecto económico no sea un filtro de selección frente al talento, las cualidades y la vocación.
Países como Francia o Alemania tienen programas de financiación pública o préstamos blandos específicamente diseñados para alumnos de aviación.
También en Reino Unido existe un sistema de becas parciales y acuerdos entre aerolíneas y academias para sufragar parte del coste.
Y en Estados Unidos, muchos estudiantes se acogen a créditos universitarios federales que cubren la mayor parte de la formación.
"El tráfico aéreo crece de forma exponencial, y la demanda de pilotos en las próximas décadas irá al alza"
¿Por qué en España no puede ser viable acogernos a alguna de estas modalidades? ¿O retomar alguna iniciativa como la que en 1991 promovió Joaquín Leguina, entonces presidente de la Comunidad de Madrid, que subvencionó la formación a una promoción de 15 jóvenes pilotos?
El tráfico aéreo crece de forma exponencial, y la demanda de pilotos en las próximas décadas irá al alza. No podemos permitirnos restringir el acceso a la profesión sólo a los que pueden pagarlo, ni tampoco relajar la excelencia en su preparación, si queremos que el transporte aéreo siga siendo el más seguro.
Un aspecto del que se habla con frecuencia es de lo mucho que ganan los pilotos comerciales.
Es cierto que en su día estos salarios eran elevados, en reconocimiento a su alta cualificación y responsabilidad (y añadiría, al alto coste que tuvieron que asumir para poder dedicarse a ello). Y en muchos casos lo siguen siendo.
Pero desde que en los 90 se produjo la liberalización del sector, y con él la llegada de nuevas compañías low cost, esta afirmación no es aplicable a todo el colectivo.
"Ser aviador es una de las profesiones más exigentes y apasionantes que existen. Y es totalmente vocacional"
Por supuesto, el salario también depende del rango y la experiencia del piloto.
Pero muchos de ellos, hoy día, tienen un salario equiparable al de muchos mandos intermedios o directivos de cualquier compañía (podemos hablar de 35.000 a 50.000 euros en el caso de jóvenes pilotos recién incorporados) cuando, insisto, la inversión que han tenido que afrontar para llegar hasta ahí no es equiparable.
Como tampoco lo es la gran responsabilidad de tener en sus manos decenas de vidas en cada vuelo. Ni tienen que revalidar su título de por vida cada seis meses…
Ser aviador es una de las profesiones más exigentes y apasionantes que existen. Y es totalmente vocacional. No sesguemos vocaciones por un tema económico. Necesitamos ayudas públicas ya.
** Jorge Martínez Gray es secretario del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (Sepla)
