Los algoritmos han encontrado la fórmula perfecta para capturar a toda una generación. En enero de 2025, las redes se llenaron de criaturas digitales con nombres como Ballerina Cappuccina, Cappuccino Assassino y Bombardino Cocodilo. Personajes absurdos generados por IA que nacieron en TikTok y que acumulan millones de visualizaciones entre los más jóvenes, los Alphas y los Zs.

Este fenómeno, conocido como "Italian Brainrot", evoluciona del concepto que la Universidad de Oxford eligió como palabra del año 2024: "brain rot". La podredumbre mental por consumo excesivo de contenido digital basura. Pero esto va más allá.

Mi hija de 10 años tiene un animal favorito de este ecosistema. Sus amigos también. Para ellos, estos personajes no son basura sino íconos. Mientras los adultos observamos con perplejidad, ellos encuentran aquí una nueva forma de comunicación, en línea con su palabra "skibidi", que significa simultáneamente "bondadoso, malvado y extraño". Una palabra que pone de manifiesto en qué grado los más jóvenes abrazan a la ambigüedad como un valor troncal.

El caso es que ellos desarrollan vínculos afectivos genuinos con estas criaturas, en los que se proyectan y que tienen gran protagonismo porque les ayudan a expresar su voz propia, y a comunicarse entre sí con mucha facilidad. 

Para resultar atractivo, simplemente introduces en ChatGPT lo que te han dicho y te ha gustado sobre un tema o sobre un personaje del brainrot; añades un prompt básico con instrucciones para diseñar tu respuesta, y la máquina produce contenido ingenioso en tu nombre, combinando palabras e imágenes cool con guiños surrealistas. Así contestas con poco esfuerzo cognitivo; y sin necesidad de desplegar mucha creatividad. 

¿Por qué TikTok, plataforma china, alimenta en Occidente el consumo de contenido vacío, mientras que en Asia dirige a los jóvenes hacia matemáticas y ciencia?

Una vez elaborado tu mensaje, lo copias en dos clicks, lo trasladas a las redes, para viralizarlo; y – ¡listo! -  acumulas feed-back positivo masivo por parte de tus contactos.

Evidentemente, el significado de estos intercambios va más allá de su apariencia superficial. Esta generación occidental esquiva las ansiedades del mundo real mediante una ironía aparentemente inofensiva, con la que abrazan lo "extraño" para evitar definirse.

El contraste con otras regiones plantea preguntas incómodas. ¿Por qué TikTok, plataforma china, alimenta en Occidente el consumo de contenido vacío, mientras que en Asia dirige a los jóvenes hacia matemáticas y ciencia? ¿Qué significa que una empresa china se beneficie de la reducción cognitiva occidental mientras fortalece la propia? En Asia, los adolescentes se preparan para un orden social reconfigurado por la IA.

En este contexto ¿Es el Italian Brainrot un caso de éxito para China? ¿Estamos ante una estrategia geopolítica? ¿O simplemente se están manifestando preferencias culturales distintas? 

Lo importante, como observadores, es no perder el sentido crítico y la altura de miras: mientras unas culturas canalizan estas herramientas hacia el aprendizaje, otras las usan como refugio. 

El brainrot no es solamente una broma ligera

Si queremos cambiar el rumbo occidental que estamos tomando, la solución no es evidente ¿Estamos preparados para dar respuesta al Brain rot? ¿Acaso es posible producir opciones alternativas en redes sociales - y atractivas a ojos de los jóvenes occidentales - que den eco a la necesidad de fomentar su desarrollo cognitivo y competitivo, y también de experimentar con su intimidad digital?  

Quizás, en el escenario actual, nuestro papel como adultos sea acompañar estos fenómenos con curiosidad y madurez; limitando su impacto negativo y asegurando que ayudamos a cubrir- a título individual y colectivo -  las carencias que van dejando a su paso. 

El brainrot no es solamente una broma ligera. Es también una manifestación de un problema muy complejo y grave, que merece ser atendido con sentido crítico, estrategia, y medidas tácticas orientadas a resultados medibles. Una responsabilidad compartida por todos; desde la política, y desde cada una de nuestras casas.