Los cupos vasco y navarro son reminiscencias de épocas históricas lejanas. El concierto económico de estos territorios fue legislado al final de la 3ª guerras carlista (1876), y consolidado democráticamente por la Constitución de 1978, después de haber sido anulado en Vizcaya y Guipúzcoa durante los cuarenta años de la dictadura franquista.

Pero en esencia proceden de los “fueros” medievales.

Los fueros eran privilegios que se concedían durante la época de la reconquista a villas y territorios para fomentar su repoblación y crecimiento económico. Desaparecieron conforme se consolidó el Estado moderno en los siglos XV a XVIII, especialmente durante los últimos monarcas de la dinastía austriaca y, sobre todo, en la borbónica.

Entonces las economías vasca y navarra no eran significativas respecto al resto de España, por lo que se mantuvieron sus fueros.

El Gobierno central estimaba que iba a gastar más en la recaudación de impuestos en esos territorios que los ingresos tributarios que se obtuvieran. Por eso, y porque fueron partidarios de Felipe V (Borbón) en la guerra de sucesión, se mantuvieron sus fueros más tiempo que en otros territorios.

Los cupos forales son una reminiscencia de medievo. Son el rescoldo de “privilegios” locales

Sin embargo, el desarrollo económico y la industrialización de las “provincias vascongadas y Navarra” a finales del siglo XIX, durante todo el XX y lo que va del XXI, han convertido lo que era razonable en zonas con poco desarrollo económico en un privilegio a territorios con rentas per cápita superiores a la media de España.

Es decir, los cupos forales son una reminiscencia del medievo. Son el rescoldo de “privilegios” locales. De concesiones reales consolidadas por las guerras carlistas.

Si hay algo de lo que los Carlistas (Dios, Patria y Rey) del siglo XIX no podían presumir es de progresismo.

Eso es lo que, de alguna manera, quiere hacerse con la “financiación singular” de la Comunidad Autónoma de Cataluña. 

Se muestra como una operación técnica. La Agencia Tributaria de la Generalitat pasaría a recaudar todos los impuestos; ahora lo hace el ministerio de hacienda español. Luego transferiría lo recaudado menos los impuestos autonómicos al Gobierno central.

El President de la Generalitat se convertiría en el “señor feudal al estilo de la edad media” que decide sobre las haciendas particulares

Parece que no tiene importancia. Pero no es así. La caja estaría en manos de la Generalitat, que podría transferir o no el “cupo”, y se producirían negociaciones entre la hacienda catalana y la central en la que se decidiría esa cantidad. Es decir, tarde o temprano, sería un cupo a lo vasco. Privilegio, se vista como se vista.

Un privilegio para los habitantes de un territorio con una renta per cápita superior a muchos otros de España.

Además, las “inspecciones tributarias” estarían dirigidas por la Generalitat, lo que supone un enorme poder en sus manos. 

El President de la Generalitat se convertiría en el “señor feudal al estilo de la edad media” que decide sobre las haciendas particulares. Cada catalán correrá el riesgo de dejar de ser ciudadano para pasar a ser súbdito.

Ante la queja de otras comunidades autónomas por este intento, la ministra Montero replica que todas las comunidades autónomas que lo quieran podrán pedir lo mismo. Un argumento peligroso.

La historia y sus errores se repiten cuando los pueblos no la recuerdan

Si se consolida esta “financiación singular para Cataluña” es seguro que se iniciará un proceso de imitación. 

Aparecerán Partidos “nacionalistas” aragoneses, castellanos, andaluces, … Además, para no desaparecer, tanto el PP como el PSOE se declararán partidarios de una “financiación singular” en cada autonomía.

En esta carrera, al grito de “…… el último” se volverá a formar un nuevo sistema de financiación autonómico. Pero de tipo medieval. Volveremos a los fueros.

Ese proceso ya lo viví siendo diputado. Todas las autonomías acabaron accediendo a todas las competencias, fueran del artículo de acceso lento nº143 o rápido nº151. Las leyes de transferencia lo permitieron y todas lo consiguieron.

El presidente del Gobierno español dependerá de diecisiete negociaciones “singulares”, más las de Ceuta y Melilla, para poder crear su presupuesto.

Como esto sería anacrónico, con el tiempo volverá a producirse un movimiento de reflujo para consolidar una hacienda estatal. Por supuesto, aumentando impuestos.

No hay que sorprenderse. La historia y sus errores se repiten cuando los pueblos no la recuerdan.

Porque la verdadera “memoria histórica” está en los libros de los historiadores, no en leyes apoyadas por políticos ideologizados.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.