Para muchos se acercan las vacaciones y el estar frente al mar. Mirar al mar te abre el corazón y el pensamiento, configura a las culturas y a las personas. Ya lo decía Hegel.
Ante el mar tomamos distancia de nuestro frenético día a día, los horizontes nos evocan posibilidades; y nos enraízan en lo esencial.
En 2016, Marc Levy publicó El horizonte al revés: 45 millones de ejemplares vendidos en 39 idiomas. Y también Musso nos ofreció su "instante esencial".
Ambas obras, nacidas del preludio del cambio tecnológico en el que hoy estamos ya sumergidos, exploran el sentido de la conciencia, de vivir en el instante, de enraizar la percepción y la perspectiva a voluntad; ajenos a los vaivenes externos, incluso al tiempo.
¿Qué haríamos de manera diferente si volviéramos a nacer sabiendo todo lo que sabemos? ¿Cómo se siente la vida desde nuestra subjetividad y desde nuestras posibilidades?
No es de extrañar que cuando paramos, se nos ocurran las mejores ideas
¿Cómo podemos afrontar esos desafíos que llevamos metiendo debajo de la alfombra durante tanto tiempo, para seguir funcionando? ¿Cómo podemos lograr que ese horizonte laboral, sentimental, identitario…humano…se concrete, se materialice como un nuevo comienzo para nosotros?
No es de extrañar que cuando paramos, se nos ocurran las mejores ideas. El dolce far niente facilita dejar que los pensamientos, como olas, penetren el inconsciente; exploren con sistema y ritmo nuevas orillas.
Y de pronto "POP": En verano, los insights, esas intuiciones psicológicas con filón para resolver nuestras preguntas más incómodas y complejas, nos vienen a la cabeza.
Y desde la calma del que mira al horizonte, nos sentimos con el coraje, el fondo de espíritu y la ambición de ponerlas en marcha.
A veces, no hacer nada es la mejor manera de avanzar. Y con los 7905 kilómetros de costa que tenemos en España, no ponerse frente al mar es una mala excusa.