Las alianzas comerciales entre países son claves en la economía global para el crecimiento económico y la cooperación internacional, además de suponer un elemento indispensable para el desarrollo de cualquier nación, tanto para multiplicar los mercados a explotar como para adquirir materias que no se producen en un territorio. La diversificación geográfica o esa globalización en el intercambio de mercancías supone una oportunidad también para potenciar la inversión, sobre todo en sectores en auge como el tecnológico y la transición energética.
Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un tensionamiento de las relaciones comerciales a todos los niveles, teniendo en cuenta el papel protagonista que juega el país norteamericano en el tablero comercial mundial. El anuncio de aranceles día sí y día también por parte del presidente estadounidense, en su intento por proteger el producto nacional, ha puesto en guardia a todo el globo, especialmente a la Unión Europea y a países asiáticos, que han tenido tradicionalmente a Estados Unidos como un socio relevante.
Con la situación latente, la reacción normal es pensar en cómo afectarán estos aranceles a nuestro país. Según la Cámara de Comercio, estas medidas no tendrían un impacto excesivo a grandes rasgos: en el escenario más desfavorable posible, los aranceles supondrían unas pérdidas de hasta 4.300 millones de euros, un 0,27% del PIB. Esto representaría cerca de un 5% del total de exportaciones españolas.
Aunque se trata de una proporción no desdeñable, salimos bien parados si nos comparamos a nuestros vecinos, ya que se calcula que tendría un impacto más notorio, de alrededor del 4,6% en el resto de la UE. Los sectores más afectados serían la maquinaria, la industria química y farmacéutica y las exportaciones agroalimentarias, especialmente la del aceite de oliva.
Con este panorama, urgen estrategias de adaptación para las industrias en las que más impacto van a tener estas tarifas. Y, sin duda, lo importante siempre es el enfoque: todo problema no es sino una oportunidad para superar la adversidad y reforzarse. El contexto de tensiones comerciales entre potencias económicas tiene que servir, por ejemplo, a las empresas españolas para aprovechar la oportunidad de embarcarse en el desafío de ejercer de puente estratégico entre la Unión Europea, Estados Unidos y Oriente Medio.
Los sectores más afectados serían la maquinaria, la industria química y farmacéutica y las exportaciones agroalimentarias, especialmente la del aceite de oliva
La situación geográfica, enclave inmejorable en las rutas comerciales, unido a un crecimiento macroeconómico destacable son los ingredientes perfectos para reforzar una posición de autoridad en las relaciones comerciales a nivel global.
Estas estrategias se tienen que dar por dos vías distintas: una a nivel nacional y otra a nivel europeo, aunque ambas dirigidas al mismo objetivo: reducir el impacto de los aranceles sobre la economía. En este sentido, se antoja clave la explotación de otros mercados emergentes con los que paliar este previsible déficit: nuestras empresas deben fortalecer los acuerdos comerciales dentro de la Unión Europea y apostar por una mayor diversificación de los mercados.
De igual modo, la propia Unión Europea también debe explorar nuevos mercados y potenciar sus relaciones económicas con Asia, América Latina y África para reducir su dependencia de Estados Unidos.
Una puerta para la innovación
La situación en la que quedan las empresas obliga a tomar medidas diferenciales que fortalezcan la competitividad de los productos nacionales. En este sentido, la inversión en innovación y desarrollo permitirá a las empresas diferenciarse con respecto a otros mercados. Es importante potenciar los sectores que más afectados se van a ver en esta situación, especialmente la industria de maquinaria o el sector agroalimentario. La automatización de procesos y el desarrollo de productos ayudará a reducir costes y ayudará a las compañías españolas a mejorar su competitividad a nivel europeo.
Por otro lado, también hay que aprovechar que España es uno de los “primeros espadas” si hablamos de transición energética. Fortalecer nuestra posición en este sentido nos permitirá ganar relevancia a nivel europeo y se convertirá en un motor de crecimiento para nuestras empresas, apostando por un futuro sostenible y más independiente.
La tormenta arancelaria que parece estar desatando Trump y sus motivaciones proteccionistas representan un desafío muy significativo para la economía global. Sabiendo que para nuestro país no representa una amenaza de gran calado, debemos convertir esta situación en una oportunidad para ganar peso a nivel europeo y explorar nuevos mercados emergentes que permitan a las empresas españolas multiplicar su crecimiento y minimizar el impacto de las medidas del presidente americano.
*** Javier Espurz es responsable de Corporate Bank en Deutsche Bank España.
