La corriente derrotista sobre inteligencia artificial instalada en Europa no carece de fundamento. El demoledor informe de Mario Draghi ha minado los cimientos de la moral en el viejo continente, donde las inversiones en IA apenas suponen una sexta parte de las que entran en Estados Unidos.
Los inventos que están marcando la década llegan del otro lado del Atlántico y no parece que podamos hacer nada por evitarlo. Entre otras cosas, porque ya están aquí. No hemos conseguido desarrollar grandes modelos como los de OpenAI o Anthropic, pero aún estamos a tiempo de construir aplicaciones innovadoras sobre estas plataformas.
No siempre los primeros en inventar algo son los que consiguen sacarle el máximo provecho. Ocurrió en las anteriores revoluciones industriales, gestadas en Inglaterra o Japón, pero de las que sacaron provecho, y mucho, franceses, holandeses y norteamericanos.
Europa aún tiene una oportunidad, y dista mucho de ser una utopía. Ya hay, de hecho, empresas que están marcando el camino. La más conocida, quizás, es la alemana DeepL, que ha revolucionado el campo de la traducción gracias a las redes neuronales.
Tres empresas europeas que lideran en IA
Esta startup, valorada el año pasado en 2.000 millones de dólares, ha logrado desarrollar el método de traducción automática más exitoso hasta la fecha. En comparación con sus predecesores es más rápido, más preciso, requiere menos recursos y es más fácil de escalar.
Para llegar a ello, su fundador, el polaco Jarek Kutylowski, ha empleado redes neuronales, que tienen que ver con los métodos de la inteligencia artificial que enseñan a las computadoras a procesar datos de una manera que está inspirada en la forma en que lo hace el cerebro humano.
Hay más casos. Una empresa danesa, Corti, ha desarrollado un asistente digital sanitario que utiliza la inteligencia artificial para ayudar a tomar decisiones en situaciones de emergencia como ataques al corazón. En una llamada a urgencias, la aplicación escucha la conversación y busca señales importantes, tanto en la comunicación verbal como en la no verbal. Con todo ello realiza un análisis predictivo.
Todos los datos proporcionados son analizados automáticamente. El objetivo es encontrar el modo de actuación más adecuado. Para ello, compara los datos que está recibiendo con los que el sistema tiene almacenados. Una información que procede de millones de llamadas de emergencia que ya ha analizado.
Esto sirve de ayuda al operador que ha recibido la llamada para tomar una decisión. Y parece que funciona. La precisión de estos ha subido del 73 al 95% a la hora de identificar accidentes graves.
Más claro aún es el caso de Mistral AI, un chatbot de inteligencia artificial creado en Europa que pretende ser la competencia directa de ChatGPT. Valorado en más de 2.000 millones de dólares, el unicornio francés ha recibido inversión por parte de actores tan relevantes como Nvidia o Salesforce.
Cambio de mentalidad
Europa no está dormida del todo. Y en una entrevista concedida al Financial Times, el fundador de Skype, el sueco Niklas Zennström, insistía en esta línea. En su opinión, la UE no tiene que liderar en todos los aspectos de la IA para ser relevante. La clave está en encontrar su lugar, aprovechar los recursos disponibles y enfocarse en áreas donde pueda marcar la diferencia.
Aunque admite que 2024 ha sido muy duro para las start-ups y los inversores, y que el capital invertido en tecnología europea caerá por tercer año consecutivo, Zennström cree que el pesimismo sobre las perspectivas de la región es exagerado. Por ello, insiste en que la IA va mucho más allá de cinco grandes empresas de LLM.
Empresas como OPenAI, Anthopic y xAI concentran la mayor parte de las inversiones, pero Europa puede ser competitiva si apoya a las compañías que utilicen estas plataformas para ofrecer servicios que lleguen al consumidor final. Ahí está la gran oportunidad.
La UE no tiene que liderar en todos los aspectos de la IA para ser relevante. La clave está en encontrar su lugar, aprovechar los recursos disponibles
En 2024, al igual que en 2023, España no registró la aparición de ningún nuevo unicornio. En Europa únicamente nacieron siete: dos franceses, dos holandeses y tres británicos. Pero las cosas pueden cambiar en 2025. Sectores como la inteligencia artificial, el software B2B, traveltech y la ciberseguridad están preparados para liderar la próxima ola de crecimiento.
Ayudan también otros factores clave para la reactivación: la bajada de tipos de interés, el impulso de la IA y una mayor presencia de la tecnología en la agenda política. Sin embargo, lo más urgente es un cambio de mentalidad. Nos falta una narrativa que inspire confianza en nuestras capacidades, que impulse la ambición en lugar de enfatizar constantemente nuestras carencias. Draghi hizo su papel al lanzarnos su advertencia, bien fundamentada.
Pero, recibido el mensaje, Europa necesita hoy más optimismo. Y no solo eso. Debe adoptar una mentalidad de riesgo, facilitar el acceso a datos y promover colaboraciones público-privadas que aceleren la innovación. Podemos ser relevantes. Es solo que aún no lo sabemos.
*** Alicia Richart es directora general de Afiniti para España y Portugal.
