Podemos decir muchas cosas del pasado mes de febrero en España: que fue inusualmente soleado, que hizo muchos días un viento bastante constante, o que parecía que la primavera se había adelantado, todas ellas cuestiones relacionadas, sin ninguna duda, con una emergencia climática que, a pesar de sus evidencias científicas, muchos aún pretenden absurdamente politizar o negarse tercamente a creer.

Pero si algo podemos decir con seguridad, por ser un dato objetivo y comprobable, es que el pasado febrero, España alcanzó los 9.4TWh de generación solar y eólica, el tercer mes de mayor producción de electricidad renovable de la historia. Durante muchos días del mes de febrero, el coste de producción de la electricidad en España se situó próximo a cero, y las renovables contribuyeron a más de la mitad del mix de generación.

Nuestro país se sitúa de manera consistente en los gráficos diarios de producción eólica y solar europea, lo cual contribuye de manera muy importante a reducir la importación de unos combustibles fósiles que, además de dar lugar a costes mucho más elevados en la generación, producen además polución y gases de efecto invernadero. No somos, decididamente, el país que más invierte en la transición a las renovables, pero sí uno de los mejores situados en términos de aprovechamiento de esos recursos.

A finales del mes pasado, el precio de la electricidad en España se situaba en torno a los dos euros por MWh, comparado con los sesenta y siete euros de la pro-nuclear Francia. Por mucho que digan algunos, todo indica que la energía nuclear, espantosamente cara en su construcción, repleta de condicionantes y con una flexibilidad nula en su producción, es una mala alternativa, porque esa ausencia de flexibilidad tiende a desincentivar la inversión en unas renovables que terminan siendo no solo más baratas, sino también más razonables en cuanto a las resistencias que generan.

Y aún así, esas resistencias existen: desde trabas administrativas interminables y muy poco realistas que dificultan y detienen el progreso de muchos proyectos, hasta comunidades locales que protestan por la situación de aerogeneradores o de granjas solares que, en la práctica, suponen problemas absolutamente menores con respecto a los que podría suponer la instalación de una central térmica o nuclear, o al hecho de tener precios muy superiores de la energía.

Nuestro país se sitúa de manera consistente en los gráficos diarios de producción eólica y solar europea

Los mitos de las energías renovables siguen enormemente arraigados en buena parte de los ciudadanos, y dificultan el desarrollo de unas tecnologías con un enorme encaje en las características y situación privilegiada de nuestro país. Si ha habido algún momento en la historia para que España fuese capaz de cambiar sus circunstancias y pasar de ser un país netamente importador a uno exportador, es este: con inviernos cada vez más cortos, capitalizar los recursos naturales se convierte en una necesidad, y no hacerlo, directamente en una estupidez equivalente a tirar el dinero.

Por otro lado, hablamos de tecnologías cuyo desarrollo también juega a favor: los paneles solares se hacen más baratos y más eficientes a medida que se fabrica un mayor número de unidades, y han rebajado su coste en un 99% a lo largo de las últimas cuatro décadas. Las baterías, otro elemento muy importante para salvar la intermitencia de la generación renovable, también se abaratan brutalmente e incrementan su eficiencia, lo que permite comprobar una reducción del 97% de su coste a lo largo de las tres últimas décadas.

Además, las limitaciones que muchos achacaban a su producción han resultado ser falsas: ni las reservas de litio se acaban —al contrario, se descubren cada vez más— ni las llamadas “tierras raras” lo eran tanto, sino que simplemente no las habíamos buscado lo suficiente. Sabemos ya fehacientemente en función no de opiniones, sino de trabajos científicos rigurosos, que nuestro planeta cuenta con todos los elementos necesarios para llevar a cabo una transición completa y total a las energías renovables.

Los paneles solares se hacen más baratos y más eficientes a medida que se fabrica un mayor número de unidades

Incluso cosas que algunos repiten absurdamente desde hace tiempo han resultado ser falsas: no, las baterías no contaminan y son perfectamente reciclables. Hasta las palas de los aerogeneradores, cuya construcción en fibra de vidrio hacía difícil su reciclado, han avanzado ya lo suficiente como para que en su nueva generación ya puedan ser reciclables de manera económicamente viable. Cada día más, los escépticos se quedan sin argumentos.

Es el momento de tomar decisiones en base a evidencias, y estas apuntan no solo a que las renovables van a ser las grandes protagonistas del panorama energético del futuro, sino además, a que tienen un encaje inmejorable con las características de nuestro país. Simplemente, no hay color.

¿Podemos de una vez dejar de escuchar a escépticos y a ignorantes que no hacen más que pretender seguir alimentando mitos irresponsables, y hacer caso a la lógica y al sentido común?

***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.