En la vieja España franquista, quienes tenían acceso a la prensa internacional, una minoría, encontraban en ella una información más o menos objetiva de la realidad española ocultada o manipulada por los medios de comunicación del Régimen.

De esta manera, algunos privilegiados tenían la posibilidad de contemplar de una manera crítica y someter a un juicio escéptico la propaganda interna destinada a celebrar los éxitos del Movimiento Nacional. Ahora, en pleno siglo XXI y tras casi medio siglo de democracia la historia se repite. 

Esta semana, Eurostat hacía públicos los datos de empleo y paro en los países de la Unión Europea (UE), así como una clasificación de la fuerza laboral en cuatro subcapítulos: los parados, los subempleados, los desempleados sin disponibilidad y los desanimados, un concepto más propio del sillón del psicoanalista que de unas estadísticas sobre el mercado de trabajo y una actividad que sin duda alguna realizarían con eficacia extraordinaria Cenicienta-Diaz y sus acólitos. Pero al margen de sus habilidades terapéuticas, son los discípulos del Gran Hermano de Orwell al convertir la verdad en ficción y la ficción en realidad, versión patria del metaverso laboral. 

El Gobierno es el discípulo del Gran Hermano de Orwell al convertir la verdad en ficción y la ficción en realidad

De entrada, Eurostat destruye las cifras de paro oficiales suministradas por el Gobierno. Esto no es novedoso, porque es algo denunciado por un buen número de economistas españoles desde hace mucho tiempo, pero los datos suministrados por la agencia estadística europea tienen presunción a priori de credibilidad y de inocencia.

De acuerdo con ellos, 1,07 millones de españoles sin trabajo están excluidos de las listas del paro por la singular imaginación estadística de la Sra. Díaz y de sus alquimistas. Esos desempleados no están ocupados, buscan activamente empleo, tienen disposición de incorporarse de manera inmediata a cualquier ocupación pero se consideran inactivos, no parados. 

Por otra parte, el Gobierno que dice haber reducido de manera drástica la temporalidad-precariedad laboral en el mercado de trabajo se encuentra ante la desagradable de realidad: 1,1 millones de españoles empleados a tiempo parcial lo hacen no porque esa sea su opción, una decisión basada en la ecuación trabajo-ocio por las razones que sean, sino porque no tienen posibilidad alguna de trabajar a tiempo completo.

Es decir, son personas que carecen de oportunidades para “currar” en una actividad que les permita obtener mayores ingresos y desarrollar una carrera profesional. Pero la historia sigue. 

1,1 millones a tiempo parcial lo hace porque no tienen posibilidad de trabajar a tiempo completo

Existe un 4,5 por 100 de ciudadanos que están subempleados. Este concepto se define como el conjunto de ocupados que desea trabajar más horas, que está disponible para hacerlo y cuyas horas efectivas de trabajo en la semana de referencia son inferiores a las horas semanales que habitualmente trabajan los ocupados a tiempo completo en la rama de actividad en la que el subempleado opera.

Esto constituye una manera de desaprovechar la mano de obra disponible, un derroche de recursos abrumador y que, de facto, condena a un buen número de españoles a no poder vivir de su trabajo y a compatibilizar sus remuneraciones con prestaciones públicas. El porcentaje de personas ubicadas en este segmento es el más alto de la UE. 

En este marco de análisis hay que introducir la llamada holgura laboral. ¿Qué significa este término y cómo se mide? Es la diferencia entre el volumen de trabajo deseado por los trabajadores y el volumen real de trabajo disponible, así como la dificultad o facilidad de emplear más trabajadores.

Cuando hay holgura laboral, habrá muchas solicitudes de puestos de trabajo disponibles y las empresas no tendrán dificultades para cubrir las vacantes del mercado laboral. De acuerdo con los datos ofrecidos por Eurostat la holgura laboral en España sería de unos 5,2 millones de personas, una tasa del 20,7 por 100, la más elevada de lejos de la UE.

La holgura laboral en España es del 20,7%, la más elevada de lejos de la UE

Estas frías estadísticas reflejan con una claridad meridiana la desastrosa situación del mercado de trabajo en España. Podrían añadirse otras como la lamentable evolución de la productividad y de su corolario el número de horas trabajadas, los inaceptables niveles de paro juvenil o de larga duración etc.

No parece necesario ni hace falta para describir un escenario empleo-paro que no guarda ni admite comparación alguna con la de los países ubicados en el entorno donde está España. El fracaso de este Gobierno en este campo es proteico y multiforme. No tiene precedentes ni siquiera los de los anteriores Gobierno de la izquierda española que fueron muy malos. 

Por un lado, la realidad es desagradable; por otro, ilustra de forma clara dónde se está. España no tiene ningún problema para converger en términos de empleo-paro con los países de su entorno.

Sus males en esta materia no obedecen ni a su estructura productiva ni a las zarandajas habituales con las que se pretende justificar lo injustificable. La política laboral desplegada por este Gobierno y las de acompañamiento convierten en una tarea heroica la posibilidad de crear puestos de trabajo y reducir de manera sustancial el desempleo. Esto es así y no existe argumento teórico o empírico que contradiga esta afirmación. 'Finis'… 

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