“Uno puede estar a favor de la globalización y en contra de su rumbo actual, lo mismo que se puede estar a favor de la electricidad y en contra de la silla eléctrica”. (Fernando Savater).

Tras la Segunda Guerra Mundial, el planeta ha funcionado con un sistema respaldado por Estados Unidos que provocó una integración económica sin precedentes, impulsó el crecimiento, sacó a cientos de millones de personas de la pobreza y ayudó a Occidente a prevalecer sobre la Rusia soviética en la Guerra Fría. Hoy el sistema está en peligro. Según The Economist, ha comenzado una era de pensamiento de suma cero.

El viejo sistema ya estaba bajo presión tras la crisis de 2008. Pero el abandono de Biden de las reglas del libre mercado por una política industrial agresiva le ha asestado un nuevo golpe. Estados Unidos ha desplegado subsidios por 465.000 millones de dólares para energía verde, coches eléctricos y semiconductores con el requisito de que la producción sea local. Y están prohibiendo cada vez más exportaciones, en particular de chips de alta gama y sus equipos de fabricación a China. La consecuencia ha sido desencadenar una peligrosa espiral hacia el proteccionismo en todo el mundo.

A medida que China se integró en la economía global a principios de este siglo, muchos predijeron que se volvería más democrática. La muerte de esa esperanza, junto con el trasvase de un millón de empleos a las fábricas chinas, hizo que Estados Unidos se desenamorara de la globalización: está preocupado por el peligro de depender de China para las baterías de la misma manera que Europa dependía de Rusia para el gas. Temen que la pérdida del liderazgo en la fabricación de chips a favor de Taiwán socave su capacidad para desarrollar inteligencia artificial.

Efectivamente, tal y como podemos comprobar en este gráfico de Peterson Institute for International Economics, la globalización está por primera vez en retroceso desde 1945:

The Economist estima que replicar las inversiones acumuladas en hardware tecnológico, energía verde y baterías costaría un 4% del PIB mundial. La reindustrialización elevará los precios y la duplicación de las cadenas de suministro ecológicas hará que sea más costoso para Estados Unidos y el mundo liberarse del carbono. La historia sugiere que grandes cantidades de dinero público podrían desperdiciarse.

Además, la prohibición de exportar chips a China sólo funcionará si la firma holandesa ASML y la japonesa Tokyo Electron también se niegan a suministrarles equipos.

Estados Unidos también debe cortejar a los mercados emergentes. En 2050, India e Indonesia serán la tercera y cuarta economía más grande del mundo según Goldman Sachs. Ambas son democracias, pero sin amistad cercana a Estados Unidos. En 2075, Nigeria y Pakistán también habrán ganado peso económico. Si Estados Unidos exige que otros países congelen a China sin ofrecer suficiente acceso a sus propios mercados, será rechazado por las potencias emergentes.

Nadie espera que Estados Unidos regrese a la década de 1990. Es correcto preservar su preeminencia militar y evitar una peligrosa dependencia de China para insumos cruciales. Sin embargo, debe buscar la más profunda cooperación posible entre países.

"Salvar la globalización puede parecer imposible, pero la ayuda del Congreso americano a Ucrania demuestra que no es así"

Salvar la globalización puede parecer imposible, pero la ayuda del Congreso americano a Ucrania demuestra que no es así. Las encuestas sugieren que la popularidad del libre comercio se está recuperando y hay señales de que Biden está respondiendo a las preocupaciones de sus aliados.

Contrariamente a la creencia popular, la liberalización del comercio no ha sido el mayor contribuyente a las disparidades económicas en Estados Unidos. La realidad es la opuesta: los que más ganan han aumentado sus ingresos en relación con otros trabajadores más rápido durante los períodos de mayor proteccionismo, lo que sugiere que los intentos de abordar la desigualdad limitando el comercio podrían resultar contraproducentes:

Uno de los grandes enemigos de la globalización es sin duda la polarización. Los datos de Edelman sobre qué países están más polarizados provienen de los resultados de una encuesta que hace dos preguntas muy simples: ¿Qué tan dividido está su país? ¿Qué tan arraigada está la división?

Las naciones más polarizadas del mundo son (por este orden) Argentina, Colombia, Estados Unidos, Sudáfrica, España y Suecia. Que China o Arabia Saudí figuren entre las menos polarizadas no tiene ningún mérito al no existir libertad de expresión, pero sí son muy interesantes las posiciones de India o Singapur, por ejemplo. Esta infografía de Visual Capitalist refleja el panorama internacional:

Una gran prueba de la polarización partidista existente en la primera potencia mundial podemos verla en este gráfico de Pew Research Center. Cada vez más, republicanos y demócratas ven no sólo al partido contrario, sino también a la gente de ese partido, con un prisma muy negativo:

La mayoría de la gente ve más cosas positivas que negativas para la democracia con el auge de las redes sociales. Sin embargo, la excepción se da en la hostilidad con la que se tratan los temas políticos. Ya lo dice Nassim Taleb: "Un perdedor es alguien que te diría algo en las redes sociales que no te diría en persona":

Feliz semana y recuerda que ser positivo no significa que las cosas vayan a salir bien, sino saber que estarás bien sin importar cómo resulten.

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