Miles de manifestantes en todo el territorio cubano se han echado a las calles. Son las primeras protestas masivas a escala nacional contra el Régimen desde el triunfo de la Revolución en 1959 y tras 62 años de dictadura comunista en la isla.

El 'maleconazo' de 1994 se limitó a La Habana y fue reprimido con facilidad. Las causas de las revueltas son claras. A la pésima gestión de la pandemia realizada por el Gobierno se han sumado sus consecuencias económicas que han intensificado de manera dramática las deficiencias estructurales propias de una economía colectivizada en la que el Gobierno posee la práctica totalidad de la actividad productiva y emplea al 87% de la población. Solo Corea del Norte mantiene un sistema similar.

Con una caída del PIB del 11% en 2020 y sin expectativas de recuperación en 2021; con una inflación que se situará este año por encima del 400%; con cortes constantes de electricidad; con una brutal escasez de comida, de medicamentos y de productos básicos, Cuba está al borde del colapso y tiene escasas posibilidades de evitarlo.

La asistencia venezolana que suponía hace una década el 22% del PIB isleño prácticamente ha desaparecido ante la crisis experimentada por ese país, las remesas de moneda fuerte proporcionadas por la exportación de servicios profesionales -médicos- a África y otros países hispanoamericanos se han desplomado y el turismo también.

Cuba está al borde del colapso y tiene escasas posibilidades de evitarlo

Las autoridades cubanas y buena parte de la progresía de ambos lados del Atlántico achacan el lamentable comportamiento de la economía cubana y su retraso al bloqueo norteamericano. Con independencia de que esa medida fue la respuesta lógica a la nacionalización sin compensación alguna de los activos propiedad de empresas y particulares estadounidenses y a su alianza con la Unión Soviética, el subdesarrollo cubano es el efecto directo e inevitable de la política económica desplegada por el castrismo desde la introducción del Primer Plan Quinquenal en 1960.

Castro derrocó a un régimen corrupto y no democrático. Ahora bien, la Cuba que recibió era el quinto país más próspero de Hispanoamérica, el tercero con una mayor expectativa de vida y su PIB per cápita era superior al existente en la media de los estados sureños de USA. La Revolución destruyó los cimientos sobre los que hubiese sido posible crear riqueza y prosperidad para todos con un gobierno democrático y sensato. Eligió el camino soviético y el post-castrismo sigue instalado en él.  

El subdesarrollo cubano es el efecto directo e inevitable de la política económica desplegada por el castrismo desde el Primer Plan Quinquenal en 1960

Desde la desaparición de la URSS, que suministro al Régimen unos 100.000 millones de dólares durante 30 años, Cuba no ha sido capaz de desplegar una política capaz de promover el desarrollo de la isla. A diferencia de lo acaecido en otros Estados comunistas, como China o Vietnam, ha mantenido un férreo modelo de planificación central que ha destruido sus ventajas comparativas y ha cerrado cualquier opción para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos.

Así, por ejemplo, la producción azucarera es un 45% inferior a la de 1989 y la mitad de ella va a China en pago a los créditos concedidos por este país. Cuba es hoy un importador neto de alimentos y no tiene divisas para adquirirlos. La hambruna es un fantasma cada vez más cercano.

La respuesta del Gobierno a esa situación, las denominadas tiendas en monedas convertibles en las que se pueden adquirir productos esenciales pagados en divisas, es inaccesible para la inmensa mayoría de la población que perciben sus remuneraciones en pesos. Solo son accesibles para las capas más altas de la clase dirigente cuyos allegados, además, las regentan.

En otras palabras, la posibilidad de comprar comida, jabón o aceite, por citar bienes elementales, solo está al alcance de la nomenclatura.

Cuba manufactura hoy los tres productos clásicos del comunismo: pobreza, opresión y muerte. Es muy probable que las manifestaciones de estos días no logren acabar con el Régimen, pero se ha abierto una potente grieta en él que tenderá a ensancharse cada vez más.

En este contexto, la respuesta del Gobierno español a los acontecimientos en la isla es escandalosa. No solo no presta su apoyo a quienes piden Patria, Vida y Libertad, ni siquiera pide contención a las autoridades en su actuación contra la población desarmada, sino que algunos de sus miembros tienen la poca vergüenza de afirmar: Cuba es una democracia.

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