La pandemia, y la ausencia de turismo, ha condicionado el precio del alquiler de la vivienda. Pisos que, sobre todo, eran alojamientos turísticos, han tenido que reconvertirse. De nuevo, han vuelto a destinarse a alquiler residencial. Y eso se ha traducido en una mayor oferta.

El hecho de haber más posibilidades de acceder a una vivienda de alquiler se ha traducido en una bajada de precios. Porque dichos precios dependen, fundamentalmente, de la relación oferta-demanda. “Como se han incorporado más viviendas a la oferta, lo que ha provocado ha sido una caída importante de las rentas del alquiler. Han bajado entre el 15% y el 20%”.

Son palabras de José Ramón Zurdo, director general de la Agencia Negociadora del Alquiler (ANA). Y añade: “No sabemos por cuánto tiempo se mantendrá este aumento de la oferta”. Las fronteras se han vuelto a abrir, y se espera como agua de mayo la llegada de turistas ingleses, por ejemplo, en determinados sectores.

Acotar el alquiler

Que el alquiler turístico vuelva a antiguos derroteros, sin duda, volvería a aumentar los precios. “En este sentido, pedimos al Gobierno que acote y limite el alquiler turístico”, solicita José Ramón Zurdo.

Medidas restrictivas como que sólo pudieran operar en determinadas condiciones. Es el caso del centro de las ciudades, por ejemplo. O que tengan una entrada independiente, o que sean edificios completos. “De esta manera, evitaremos que esta oferta en el alquiler residencial vuelva a menguar y, con ello, suban nuevamente las rentas del alquiler”, mantiene el director general de la ANA.

Una consecuencia de este descenso es que los arrendatarios no están destinando, en general, más del 40% de la tasa de esfuerzo a pagar el alquiler. “Por eso insistimos en que el Gobierno tiene que aplicar una política social de viviendas que ayude a aquellas familias que no pueden acceder en igualdad de condiciones al mercado de alquiler”, reclama José Ramón Zurdo.

En su opinión, lo que está haciendo el Ejecutivo es atacar el mercado entre particulares al querer intervenir los precios. “Esta intervención es claramente una dejación de funciones del Gobierno que traslada un problema social al mercado”, afirma el director general de la ANA.

Contratos más cortos

En Barcelona, las autoridades están estudiando si retirar la regulación de precios. En otras ciudades europeas, como Berlín, ya se retiró la medida. “Las medidas restrictivas como la Mietendeckel en Berlín [es el nombre del límite de precios en la ciudad alemana] no ofrecen una solución a largo plazo”, señala Djordy Seelmann, director ejecutivo de HousingAnywhere.

Cuando dicho límite se aplicó en Berlín, en febrero de 2020, los precios cayeron entre un 10% y un 15%. Según el German Economic Institute (DIW), también acarreó que el mercado del alquiler se contrajera un 50%. Al cancelarse la regulación, los precios aumentaron de manera drástica, igualando los precios anteriores. Pero el parque de viviendas no subió tan deprisa. De hecho, no ha recuperado las cifras anteriores.

A la espera de lo que pueda suceder en España, lo que sí está ocurriendo es que los contratos se están rompiendo. Los arrendatarios ya no esperan a cumplir los cinco años que marca la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU).

“La duración media de cada alquiler es, en estos momentos, de tres años. Los inquilinos resuelven anticipadamente los contratos porque se quieren mudar a otras viviendas más baratas”, afirma Borja de Andrés, director comercial de la ANA. De media, se están ahorrando entre 50 y 100 euros al mes.

Más selectivos

Consecuencia de ello, se está produciendo una gran movilidad en el mercado de arrendamientos urbanos. Y no sólo por el precio. También se buscan hogares que estén más acomodados a las nuevas situaciones que se han generado por la Covid-19.

Otra situación que está beneficiando este movimiento es la que viven determinados colectivos. Así, pequeños empresarios, profesionales liberales y trabajadores cualificados han visto como sus ingresos han disminuido. Ello les ha obligado a trasladarse a otros barrios más económicos, más alejados del centro de las ciudades. Así quedó recogido en un informe de la consultora Forcadell y la Universidad de Barcelona.

Tanto interés, asimismo, ha desembocado en que los plazos para arrendar una vivienda se hayan alargado. Así, se ha pasado de 20 días, a una horquilla que oscila entre los 30 y 40 días. A ello también ha ayudado el hecho de que los arrendadores ya no meten a cualquiera en sus viviendas

“Se han vuelto mucho más selectivos a la hora de elegirlos. Les exigen más garantías para mitigar posibles situaciones de ocupación”, resalta Borja de Andrés. Y concluye: “En muchos casos, prefieren esperar y bajar los precios si a cambio tienen un inquilino más seguro”.

Noticias relacionadas