El derrumbe de First Brands Group, gigante estadounidense de componentes para automóviles, ha devuelto al mercado una sensación de vulnerabilidad que parecía olvidada. En apenas dos semanas, el desplome de la compañía —acogida ya al Chapter 11— ha sacudido los cimientos de varios fondos institucionales que acumulaban exposición significativa a su deuda y a operaciones de factoring asociadas a sus filiales.
Las cifras son todavía difusas, pero las primeras estimaciones apuntan a pérdidas potenciales de varios miles de millones de dólares repartidas entre entidades como UBS y Jefferies, que habían estructurado complejos vehículos de financiación basados en los flujos comerciales de la empresa.
First Brands no era una firma marginal. Fabricante de marcas tan reconocidas como Autolite o Raybestos, operaba en un segmento maduro, con márgenes ajustados y un elevado apalancamiento financiero. El detonante no fue un desplome repentino de ventas, sino un desequilibrio progresivo en la gestión de su deuda y de su circulante.
Operaciones de factoring que dejaron de encontrar contrapartida, con una cadena de impagos que activó la caída en cascada. Cuando los fondos que financiaban sus cuentas a cobrar comenzaron a detectar irregularidades en los cobros, el castillo de naipes se vino abajo.
El golpe alcanza de lleno a los fondos de crédito privado y a las divisiones estructuradas de algunos bancos de inversión. Muchos habían apostado por la deuda de First Brands atraídos por rendimientos de dos dígitos en un contexto de tipos al alza.
La historia demuestra que cuando los fondos helvéticos comienzan a tambalearse, no solo aflora la fragilidad de la banca suiza, sino que suele marcar el inicio de un cambio de ciclo
El problema es que estos productos, empaquetados en estructuras de asset-backed lending o de trade finance, dependen de la calidad del flujo subyacente. Cuando ese flujo se interrumpe, la liquidez desaparece y el contagio se expande.
Según fuentes del Wall Street Journal, la exposición combinada de varios fondos podría superar los 5.000 millones de dólares, aunque las pérdidas efectivas —una vez liquidadas las garantías— podrían situarse en torno a la mitad de esa cifra.
Y, como tantas veces, UBS vuelve a aparecer en el epicentro. La entidad suiza es un sospechoso habitual cuando los mercados de crédito tiemblan. Lo fue con los fondos inmobiliarios en 2008, con el colapso de Archegos, y antes con episodios menos recordados, pero igualmente significativos de la antigua Credit Suisse, como el caso de Greensill Capital o los supply chain funds que se evaporaron con pérdidas multimillonarias.
La historia demuestra que cuando los fondos helvéticos comienzan a tambalearse, no solo aflora la fragilidad de la banca suiza, sino que suele marcar el inicio de un cambio de ciclo: el preludio de un endurecimiento crediticio que acaba arrastrando a muchas otras compañías.
El episodio revela un fenómeno recurrente en cada fase tardía del ciclo: los excesos de apalancamiento escondidos tras una apariencia de estabilidad. Son capas del sistema financiero donde el riesgo se concentra silenciosamente que en este caso señala claramente a la industria del automóvil, que atraviesa una transición incierta.
El colapso de First Brands nos recuerda que la exuberancia tecnológica no inmuniza al conjunto de la economía
Las tensiones en la cadena de suministro, la caída de las ventas en China y el desafío de la electrificación han erosionado balances y márgenes. First Brands no es un caso aislado, es el síntoma de un sector presionado entre la innovación forzada y la rentabilidad menguante.
El contraste es elocuente. En la superficie, los índices globales reflejan un optimismo casi perfecto gracias a una volatilidad contenida, múltiplos elevados y abundancia de liquidez corporativa. Bajo esa capa, sin embargo, se multiplican los episodios de tensión financiera que se aprecian con los primeros en la deuda y con pérdidas inesperadas en carteras de crédito.
El mercado parece haber olvidado que los ciclos de tipos altos no terminan sin víctimas, y que el ajuste del crédito, especialmente en empresas muy endeudadas, puede ser tan súbito como implacable.
En última instancia, el colapso de First Brands nos recuerda que la exuberancia tecnológica no inmuniza al conjunto de la economía. Por cada empresa que multiplica su valor gracias a la IA, hay decenas que luchan por refinanciar sus pasivos o sostener su demanda.
La historia siempre se repite. Y es que los grandes booms concentran la atención y los capitales, dejando en la sombra a sectores enteros que se deterioran sin titulares. Y es en esa penumbra donde germinan las próximas crisis.
El riesgo de ver nuevas quiebras —grandes, inesperadas y con efecto dominó— no es una hipótesis remota, sino una probabilidad creciente. Porque los mercados, igual que los motores, no siempre avisan antes de griparse.
