A la vez que las bolsas siguen con su tendencia alcista, los datos que se han conocido en las principales economías han mostrado que los IPC siguen subiendo, y aunque el discurso oficial es que es una situación transitoria, lo cierto es que los factores que la impulsan siguen estando ahí. 

El crecimiento económico que impulsa el consumo, el cuello de botella de determinados suministros, los altos precios del crudo y de las materias primas en general… no parece que vayan a desaparecer de repente, e incluso alguno de ellos van al alza.

Quizás el mayor ejemplo lo tengamos con el precio de la luz en España, incluso si empezara a ceder es muy difícil que no impacte con fuerza en los próximos IPC. Por otra parte, si la previsión es que siga aumentando el empleo, lo normal es que el consumo siga creciendo. 

Los datos recientemente conocidos de nuestra áreas económica confirman esto: la variación interanual del índice de precios de consumo armonizado (IPCA) se situó en el 3% en agosto, un registro 0,8 p. p. superior al del mes anterior. 

Aún peor evolucionó la inflación subyacente (la que no pondera alimentos frescos ni energía), que aumentó 0,9 p. p., hasta el 1,6%. La causa fue el componente de los bienes industriales, que pasó del 0,7% de julio al 2,7% en agosto. 

El componente energético, por su parte, continuó con sus tasas interanuales de dos dígitos y se situó en el 15,4% (+1,1 p. p. con respecto al dato de julio). 

Esto apunta a que sin caída del precio del crudo y del gas (algo que no sólo no parece cercano, es que ni siquiera está claro que no suba más) y sin el fin de las restricciones de materiales (y el abaratamiento de su coste), la inflación subyacente, la menos volátil, seguirá al alza durante, al menos, varios meses. 

Los componentes del IPC 

Más allá del impacto directo de las materias primas en las cestas de precios al consumo, también es importante evaluar los posibles efectos indirectos. Por ejemplo, el petróleo no solo encarece el precio de la gasolina que pagan directamente los consumidores, sino que también eleva los costes de producción de las empresas.

Eso es algo que termina repercutiendo sobre los precios finales de los bienes y servicios producidos. Según apunta la economista Beatriz Villafranca "es necesario tener en cuenta la contribución del coste de las materias primas sobre el valor añadido de los bienes y servicios de consumo final. En las economías desarrolladas, esta aportación es reducida, y se sitúa entre el 4% y el 8%, en parte por la prevalencia del sector servicios en sus estructuras económicas.” 

“Por el contrario, en el caso de los países emergentes, donde sus modelos productivos y de consumo son más intensivos en el uso de productos básicos, la situación es bien distinta y encontramos que, por ejemplo, Asia emergente está más expuesta a los precios de las commodities que la Eurozona", indica.

Así pues, en la Eurozona estamos más “protegidos” contra las alzas de la inflación que puedan proceder del aumento de precio de las materias primas. 

La inflación y la bolsa

Históricamente una alta inflación ha sido una mala noticia para el mercado de valores. La razón fundamental es que a la bolsa le gustan los tipos de interés bajos porque, como por otra parte hemos podido comprobar los últimos años, la búsqueda de una mayor rentabilidad beneficia a los activos de riesgo. 

Es por eso que muchos análisis advertían de posibles (y probables) caídas bursátiles los últimos meses en los que la inflación ha superado en muchos casos el 2% que, arbitrariamente, los bancos centrales de las principales economías occidentales, consideran ideal. 

Sin embargo, hemos podido comprobar que no ha sido así. De hecho, cuando el último día de agosto se publicó un -peor de lo esperado- IPC de la Eurozona, el más alto desde 2011, los índices bursátiles eurozoneros se fueron a máximos del día. 

¿Por qué ocurre esto? Porque hasta hace poco tiempo, una subida de la inflación por encima del límite deseado significaba una subida de tipos de interés más o menos inmediata. Y esto ya no es así. Leamos el comentario del Servicio de Estudios de Caixabank al respecto de esta noticia: 

”Este dato no debería alterar la hoja de ruta del BCE, pues entiende que estos niveles, aunque por encima del 2%, no perdurarán a medio plazo. Así, continuamos creyendo que el BCE mantendrá la política monetaria muy acomodaticia para favorecer un entorno financiero muy relajado”.

Acertado o no, si el mercado no descuenta un endurecimiento de la política monetaria, no encuentra motivos para que la tendencia alcista de las bolsas cambie. 

El economista Ricard Murillo coincide “los mercados se mostraron sensibles ante los primeros datos que reflejaban un rebote de la inflación, en los siguientes meses esta sensibilidad se fue moderando y los inversores convergieron a la visión de la Fed que entiende el repunte de los precios como transitorio“.

Y añade: “nuestro ejercicio no encuentra una relación significativa entre las sorpresas de la inflación y los índices bursátiles DAX alemán y S&P 500”. 

Es más, incluso una inflación más alta puede suponer un incentivo más para apuntalar las subidas ya que cuanto más alto sea el IPC, los tipos de interés reales (tipo de interés oficial menos IPC) más negativos son, y eso puede implicar un mayor incentivo a mover los ahorros hacia activos de riesgo. 

El ejemplo alemán

Alemania tuvo en agosto una tasa de IPC interanual del 3,9%, máximos desde 1993 y, a la vez, el bono a 2 años tiene una rentabilidad del -0,73%, el de 5 años del -0,69%, y del -0,38% a 10 años. Hasta el de 30 años todo está en tipos negativos.  

Aunque la inflación sea transitoria, si el objetivo del BCE a largo plazo es del 2%, la conclusión es que la renta fija, la seguridad de un emisor triple A, genera una pérdida económica para un inversor de largo plazo

Así pues, cuanto más sube el IPC alemán, si no suben los tipos de interés, más motivado puede estar el capital para asumir riesgos ante la certeza de una pérdida segura, que sucederá si deja el dinero quieto o invertido en activos “seguros”.

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