La crisis del coronavirus aprieta fuerte y solo acaba de empezar. Este es el argumento que ha unido a grandes fondos de inversión y supervisores de todo el mundo en un mensaje de presión a la banca para que cancele sus planes de reparto de dividendo y se centre en preservar capital.

El aplazamiento o cancelación de dividendos ya es la norma general entre los bancos de la Eurozona, pero las recomendaciones más o menos enérgicas en esta línea ya comienzan a extenderse a otros mercados, como el británico y el estadounidense. Y lo novedoso del caso es que esta vez los grandes inversores institucionales se muestran a favor de asumir este sacrificio para asegurar la salud financiera de las entidades en cuyo capital participan.

La gran diferencia de esta alerta de los reguladores y supervisores con otras anteriores reside en que en esta ocasión se desconoce cuál puede ser la magnitud de la crisis económica que provoque el coronavirus. En otras palabras, los modelos de predicción que manejan las grandes firmas de inversión se quedan muy mermados ante la extrema dificultad para calcular los efectos de esta pandemia. Una situación poco habitual ante la que prefieren optar por la prudencia incluso aunque suponga un golpe adicional para las rentabilidades de sus carteras.

La presión aumenta en Europa

Una de las últimas voces que han llegado desde la industria de inversión a favor de la cancelación de dividendos en el sector financiero es la de Martin Gilbert, vicepresidente de la gestora británica Standard Life Aberdeen. En una reciente entrevista en la 'BBC', la cadena pública del país, aseguró: “Creo que es sensato diferir los dividendos ahora”.

Y solo en Reino Unido están en juego nada menos que unos 7.500 millones de libras -unos 8.520 millones de euros al cambio- en repartos pendientes o previstos hasta otoño de este año.

En una nota reciente, varios de los principales gestores de la también británica Jupiter AM señalaban que la opción por el aplazamiento en la distribución de beneficios “es una gestión prudente” ante el actual escenario económico. Y añadían: “Apoyamos plenamente a nuestras empresas que cancelan o suspenden dividendos en este entorno”.

Con una mención especial a la banca, y eso que reconocen que estos pagos recurrentes son “un pilar fundamental en las estrategias de inversión a largo plazo”. En su balance, los gestores de Jupiter aseguran: “No queremos que el rendimiento por dividendos sea lo que marque los movimientos, los bancos deben apoyar a la economía utilizando su capital para financiar líneas de crédito de emergencia, así como para absorber un probable aumento de los impagos corporativos”.

Más allá del Viejo Continente

Desde la firma estadounidense Federated Hermes, su jefe de renta fija, Andrew Jackson, señalaba en una nota reciente su previsión de que “la congelación [de dividendos] es positiva para el crédito al mejorar el flujo de caja y no anticipar un impacto en los cupones de la deuda AT1 en esta etapa”. No solo desde los mostradores de renta variable llegan argumentos a favor de esta cuarentena en los pagos de dividendo.

El trago, aunque necesario, es duro para algunas gestoras. En este sentido, la francesa Amundi ya ha anunciado la suspensión de sus dividendos con cargo a los resultados de 2019. La iniciativa tiene que ser respaldada por sus accionistas en una junta telemática que se celebrará el próximo 12 de mayo.

A pesar de este formalismo, el peso del 70% que Crédit Agricole tiene en el accionariado de Amundi prácticamente asegura ya el cierre a cal y canto de la caja fuerte de la gestora. Una medida que, como es lógico, va en línea con lo que el propio banco accionista de control ha establecido para la preservación de su propia liquidez.

Y no es la única voz favorable a esta moratoria en el reparto de dividendos que se ha alzado desde la industria francesa.

¿Mejor pájaro en mano?

El consejero delegado de Mirova, una de las filiales de gestión de Natixis, ha señalado en una nota reciente que únicamente apoyarán estos pagos al accionista “si la empresa demuestra que son consistentes con la continuidad a largo plazo”. En este sentido, Philippe Zaouati señala que solo se votará sí en las juntas de accionistas si se garantiza la estabilidad financiera a medio plazo y la capacidad de inversión en los proyectos ya comprometidos o anunciados.

Desde RWC Partners el discurso es menos entusiasta, pero igualmente comprensivo. En una carta de seguimiento de inversión, el gestor John Teahan calificaba este recorte de dividendos al que ya han comenzado a abrir la puerta algunos gigantes estadounidenses como JP Morgan de “decepcionante pero comprensible”.

Para acérrimos a la inversión por dividendo, Teahanan apuntó hacia Asia-Pacífico como la región donde previsiblemente podría tener menos impacto esta medida de prevención. “Los bancos de la región están bien capitalizados y, lo que es más importante, tienen ratios de pago de dividendos [‘pay-out’] más bajos que sus pares occidentales”.

El responsable de renta variable de Schroders, Rory Bateman, va un paso más allá y no solo asume que es un peaje necesario, sino que defiende que esta contrariedad a corto plazo supondrá una ventaja incluso para los inversores rentistas con miras al largo plazo.

Seis recorte en bolsa española

“Las empresas que han recortado sus dividendos para dar prioridad a la liquidez y la solvencia se recuperarán más rápidamente que las que están luchando por mantener sus dividendos”, asegura en un análisis al respecto de estos tijeretazos. Señala además que, en el caso opuesto, “cuando una empresa toma una decisión no económica para mantener su dividendo, puede, en última instancia, destruir valor”.

Por lo que se refiere a la bolsa española, ya son seis las entidades financieras que han confirmado su aplazamiento, cancelación o recorte de dividendo. Esta última fórmula ha sido la que, de momento, ha anunciado CaixaBank, al rebajar desde 0,15 hasta 0,07 euros brutos por acción su próximo pago.

Bankia, Santander, Liberbank y Unicaja han dejado sin efecto sus propuestas a este respecto y el Sabadell ha decidido directamente no proponer pago alguno. En total, 4.351 millones de euros se quedan en la caja fuerte y, al menos de momento, no llegarán al bolsillo de sus inversores, ya sean grandes fondos o pequeños ahorradores.

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