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Las claves

Aunque parezca mentira, a Ana Botín (Santander 1960) nadie le ha regalado nada. Desde que salió de casa a estudiar en cuatro países distintos con 13 años hasta llegar a lo más alto de la banca mundial.

Ha pasado mucho tiempo desde que recaló en JP Morgan, tras rematar su formación en Harvard, con apenas 21 años. Su paso por EE.UU. le colocó en la primera línea de las finanzas internacionales en un mundo de hombres dominado por los tiburones de Wall Street.

Entonces tuvo que pelear cada operación y cada sueldo, para ser una de las ejecutivas más respetadas a finales de los ochenta. Cuarenta años después lo sigue haciendo.

La presidenta del Banco Santander es la galardonada este año en los premios Leones de EL ESPAÑOL, en el X aniversario del periódico, por su trayectoria empresarial.

Ana Botín respira independencia y autonomía. Siempre ha tenido de todo, pero siempre ha sabido que eso sólo no valía. Cuando llegó al Santander, en febrero de 1989, entró en el Consejo, pero para tomar decisiones y justificar su valía de nuevo entre los grandes banqueros españoles. Con su padre al frente... Y a veces enfrente.

Lideró la expansión del banco en Latinoamérica mientras Emilio Botín intentaba recomponer el puzle del BSCH en España. Había que consolidar el banco líder en el país y poner los cimientos de una de las grandes entidades globales de Europa.

A ella le tocó en 2002 coger las riendas de Banesto, una entidad en la que puso su impronta de innovación, tecnología y calidad que lo convirtieron en una entidad modélica que entró en el Ibex 35. Nadie había hecho nada igual en el sector.

Nada más llegar se conectó online con todos los directivos y empleados, les implicó en el proyecto y se puso a la cabeza. El 'expertise' retenido de su trayectoria de ejecutiva férrea y dura, sirvió para transformar su primer banco en España.

Igual perdía dos tardes hablando con los periodistas antes de la Junta para que entendieran bien el esfuerzo que había detrás de los datos, que manejaba y potenciaba las tecnologías de la información para dar eficacia a su gestión.

Pero siempre con la idea de que detrás de cada cuenta o cada cliente, dentro y fuera de la entidad, había personas y empresas con las que tenía que contar para que todo fuera algo más que números.

Su capacidad de convicción en las distancias cortas es casi infalible. Válida tanto para codearse con los grandes magnates del mundo, como con la prensa, sus colaboradores o cualquier estudiante que quiera ser como ella.

Tras dejar Banesto listo para su integración en la casa matriz, tuvo que emplearse a fondo en 2010 para reconvertir, de arriba a abajo, las tres sociedades hipotecarias que deberían configurar la filial británica Santander UK.

Fueron cuatro años de paso por la City al más alto nivel, que le han servido para dar brillo a su prestigio internacional, sin alharacas. Gobierno británico, Foro de Davos, FMI, Club Bilderberg, G-20... Todos han reclamado su opinión en un momento dado.

Sin tiempo que perder

Siempre se ha hablado de la intuición de la familia Botín para gestionar bancos. Su padre puso de moda el 'ratio de eficiencia' y su abuelo, al que siempre estuvo muy unida, fue el gran patriarca de Santander al que todo el mundo admiraba... y quería.

Ana Botín sólo tenía que haber aprovechado ese talento familiar en los negocios para cumplir y seguir los pasos de sus antecesores. Pero no la educaron para eso. Ni siquiera para ser banquera. Lo es porque ella ha querido, lo ha buscado y se lo ha trabajado.

El Santander se ha caracterizado por la eficacia y la valentía (de los Botín) a la hora de tomar decisiones. Nadie dudó en el consejo que ella era la persona más capacitada para presidir el banco el mismo día que murió su padre (septiembre 2014).

Quienes han trabajado a su lado saben que lo que menos le gusta en la vida es que le hagan perder el tiempo. Un rasgo común en los grandes directivos mundiales que han llegado a lo más alto.

En el caso de Ana Botín, todos los minutos que se ahorran en trabajo se pueden dedicar, además, a la familia. Su marido y sus tres hijos siempre han sido el contrapeso perfecto para una vida de viajes, reuniones y decisiones difíciles en cualquier parte del mundo.

La vida familiar y el refugio del campo y el golf son la otra cara de una mujer exigente al máximo para sacarle rentabilidad a todo. Pero consciente de que la sostenibilidad, la igualdad entre hombres y mujeres, y el progreso social son parte indisoluble del día a día.

El nuevo Santander

Con un recorrido vital como el suyo, todo el mundo sabía en el Santander que no le iba a temblar el pulso para transformar el banco cuando llegó a la presidencia, hace ahora once años.

Conocía bien la entidad por dentro y el mundo de las finanzas mundiales por fuera. La apuesta era clara: digitalización a todos los niveles, sostenibilidad y determinación para colocar al Santander como una entidad global de referencia mundial.

Había que reordenar el banco y aprovechar las economías de escala que podía ofrecer su tamaño y expansión allende los mares, a sabiendas de que los frutos iban a tardar en llegar.

Latinoamérica, Europa, Estados Unidos, España, comprar el Banco Popular... Era el momento de tomar decisiones complicadas y cambiar el modelo patriarcal y jerárquico al uso, por una nueva etapa de discusión, trabajo, digitalización, análisis de datos y asunción de riesgos. Una nueva cultura. Y se hizo.

No ha sido fácil. La tradición familiar obliga a dar también unos buenos números cada año y no fallar en la remuneración a los accionistas. Ganar dinero desde 2014 hasta ahora ha sido complicado para un sector que salía muy tocado de una crisis financiera dura.

El tiempo le ha vuelto a dar la razón a la presidenta: tecnología propia, el cliente en el centro de todas las cosas y valentía para aprovechar las oportunidades del mercado con amplitud de miras.

Una versión personalizada del más puro estilo Botín que aprendió de pequeña en casa: no depender de nadie, cuidar a los suyos y a los que le rodean, y no echarse para atrás cuando haya que tomar decisiones arriesgadas que serán buenas a la larga.

Hoy el Banco Santander es una plataforma tecnológica y financiera global capaz de competir no sólo en su sector, sino con los operadores y las multinacionales más grandes del escenario mundial, desde Londres a Silicon Valley.

La Inteligencia Artificial compatible con la transición verde, y el negocio típico bancario adaptado a los nuevos tiempos del 'digital first'.

Y todo sin dejar de ganar dinero: el beneficio del Santander crece a dos dígitos desde hace tres años y se acerca al récord de los 14.000 millones en 2025, con la acción disparada en los últimos ejercicios y todas las recomendaciones de los analistas en positivo.

Ahora es fácil felicitarse de los logros, pero esa visión había que tenerla hace diez años y tomar las decisiones correctas con coraje para no equivocarse demasiado en el camino. Esa es la impronta de Ana Botín.

Ecologismo y feminismo

Su cara más humana y ecologista la vimos en su viaje a Groenlandia con Jesús Calleja, junto a su marido, Guillermo Morenés. Demostró que se puede ser millonaria y estar preocupada por el calentamiento del planeta. Es más, se debe. Incluida una llamada a la acción para que las empresas y las instituciones se muevan más.

También ha abierto su caparazón de presidenta de banco en defensa del feminismo y la igualdad de oportunidades. "Que se juzgue a las personas por lo que hacen, independientemente de si son negros o blancos, mujeres u hombres".

Esa apuesta coge un valor especial en una mujer que ha tenido que lidiar desde hace más de cuatro décadas en un mundo financiero masculino y, muchas veces, machista.

La frustración de los primeros años se ha convertido ahora en un activismo en redes sociales que miles de mujeres de todas las clases sociales agradecen. Porque es quien es y sabe de qué habla.

La pasión por la familia y la dedicación plena a su trabajo, con todo el respeto a sus antecesores, han creado a la Ana Botín que hoy dirige el destino de uno de los primeros bancos del mundo, con 176 millones de clientes en 150 países.

Seguramente la semana que viene tendrá muchas decisiones importantes que tomar, pensando en dónde debe estar la entidad dentro de otros diez años.

Y lo hará con la determinación de siempre. La de la niña que aprendió piano de la mano de su madre, Paloma O'Shea, y la cultura del trabajo que le inculcaron, casi sin querer, su padre y su abuelo.

Pero también con el sosiego que le permite la sabiduría acumulada y la vista puesta en que toda la sociedad avance. Eso sí, ahora ya a sabiendas de que nadie le va a regalar nada.