“Camarero, oye esclavo, ¿qué tiene para cenar?” “Todo lo que usted quiera, señor. Puede usted tomar jugo de tomate, jugo de naranja, jugo de uva, jugo de piña…” “Está bien, le sacaremos el jugo a la compañía. Trae uno de cada clase. Y dos huevos fritos, dos revueltos, dos pasados por agua y dos en tortilla”. “Y también dos huevos duros”. “¡HONK!” “En lugar de dos, pon tres”.

El consejo de Prisa recuerda al camarote de los Hermanos Marx, aquella famosa escena de la película Una noche en la Ópera. Sólo que en lugar de la manicura, las camareras, el plomero, el ayudante del plomero y los ocupantes originales, nos encontramos con un batiburrillo de consejeros independientes más o menos dependientes, candidatos y candidatas a presidente caídos en desgracia, accionistas que oscilan entre lo ambicioso y lo veleta, arribistas que quieren el poder, políticos meticones, traiciones, amistades de 40 años rotas en pedazos, reuniones de última hora o a deshoras y más testosterona que en un pulso entre Cristiano Ronaldo y Chuck Norris.

La principal diferencia con el camarote de los hermanos Julius Henry, Adolph y Leonard Marx, es que aquel, al menos, no hacía aguas. El futuro del barco y de sus tripulantes no dependía del batiburrillo. En el caso de Prisa, tenemos el caos en la cabina.

En las últimas horas han intentado explicarme lo sucedido en Prisa de forma cronológica y detallada. La sensación es la de estar asistiendo a una versión teatral de Juego de Tronos sin dragones ni magia ninguna, en la que necesitamos empezar con un Dramatis personae.

El elenco de 'artistas'

Los protagonistas principales son dos: Juan Luis Cebrián y César Alierta. Un periodista que quiso ser gestor y un gestor que siempre tuvo maña para controlar a los medios y que ahora quiere dar el siguiente paso. Todo lo que hemos visto en los últimos meses no deja de ser el conflicto del segundo por derrocar al primero y hacerse con el control.

A partir de ahí, los secundarios. Tenemos, por ejemplo, a Joseph Oughourlian, el representante armenio de Amber, el fondo que actúa como instrumento de Alierta y que lleva desde el mes de febrero elevando el termostato del camarote para ver si puede expulsar al capitán.

Juan Luis Cebrián considera que la última Junta de Prisa fue normal"

Está, por supuesto, Soraya Sáenz de Santamaría, gestora del aparato mediático de Rajoy y protectora del statu quo. Su figura, en esta obra, ha sido la del deus ex machina. Cada vez que los acontecimientos van en una dirección, ella aparece encaramada a una grúa para dar un giro a la trama y proteger a su héroe septuagenario de los envites de su joven y fogoso rival (Alierta nació seis meses después de Cebrián).

También tenemos a Ana Botín y José María Álvarez-Pallete, presidentes de Santander y de Telefónica, respectivamente, y dos de las personas más poderosas de este país, condenadas a ir dando bandazos por los caprichos del Ejecutivo. Ambos terminarán acudiendo a la ampliación de capital que salvará el grupo. Y lo harán con la misma actitud que un broker que no ha puesto un freno a sus pérdidas y que se empeña en elevar su posición pensando que ya no puede caer más.

El secundario más importante

Aunque se habla menos de él, no podemos olvidar a Manuel Mirat, que si no es el héroe de la historia para sus protagonistas, desde luego es el más cercano para el público. Nacido en 1970 y con experiencia en Arthur Andersen antes de entrar en Prisa, lleva 20 años en la compañía y ha luchado con denuedo por llevar a cabo la transición digital en el seno de la misma. Mirat tiene un plan para el grupo y, lo mejor de todo, es que su gestión y sus proyectos son de las pocas cosas que nadie discute en esta batalla.

Nótese la paradoja: en una guerra empresarial muy mediática que ha obligado a estar pendientes de los detalles más nimios, lo único que no está en duda es el papel de quien gestionará la compañía de verdad. ¿Cómo lo hará si no se alcanza la paz social? Eso está por ver.

Y, cómo no, tenemos a Manuel Polanco, hijo del fundador, que será nuevo presidente de Prisa y cuya vida ha estado totalmente enfocada en el grupo de medios. Para unos, el presidente ideal, casi predestinado, de la compañía. Para otros, una solución de emergencia que no supone más que una forma de tapar agujeros.

Ana Botín y Álvarez-Pallete, dos de las personas más poderosas de este país, se ven condenadas a dar bandazos por los caprichos del Ejecutivo.

La batalla aquí está por el famoso “tarro de las esencias”, por el control espiritual de la cosa. Por un lado, la lucha machuna entre madrileño y zaragozano, que quieren seguir acudiendo a los cenáculos del poder con la barbilla muy alta y declararse vencedores frente a su rival. Por otro, la necesidad del Gobierno de Mariano Rajoy de mantener a su peón en El País.

Atrapados, dos ejecutivos que tienen mejores cosas que hacer, como Botín y Pallete, arrastrados por el fango en una guerra que, en realidad, no es la suya. En el caso del segundo, con el agravante de que su reciente posicionamiento a favor de Cebrián le supone el equivalente freudiano de matar al padre, el hombre que le nombró para el cargo -y que todavía es presidente de la Fundación Telefónica-.

Drama en el coro

Tampoco deberíamos olvidar al coro en este drama griego. Un consejo de locos que lleva desde 2012 sin incorporar a algunos de los principales accionistas, como Telefónica y los bancos. Otros, como los Polanco, estaban representados por Manuel Polanco, cuyo puesto en el consejo era ejecutivo. Los dominicales (nombrados por su relación con la propiedad) son Roberto Alcántara, Khalid Thani A. Al Thani, Waleed Alsa`di y Joseph Oughourlian,

Los independientes habían sido seleccionados cuidadosamente por Cebrián a lo largo de los años y le apoyaron desde los tiempos de Jesús Polanco. De hecho, estos consejeros fueron el sostén de Cebrián al mando de la compañía en los tiempos duros y le protegieron de cada embestida de Amber y Alierta para descabalgarle del sillón de Prisa.

Aquí nos encontramos con el ministro de Economía y Hacienda de Suárez y expresidente de la Asociación Española de banca, José Luis Leal Maldonado; con el empresario francés Alain Minc, que fuera presidente del Consejo de Administración de Le Monde; con Gregorio Marañón, influyente presidente del patronato del Teatro Real; con John Paton, exCEO del coloso estadounidense Digital First Media; con el expresidente mexicano Ernesto Zedillo; con Glen Moreno, el presidente de Virgin Money, que se retirará en 2018; con Elena Pisonero, presidenta de Hispasat; con el veterano de las asociaciones de radio Alfonso Ruiz de Assin Chico de Guzmán y con el veterano financiero de Lagardere, Dominique D’Hinnin.

En la Junta del pasado miércoles, que para Cebrián fue “normal” -lo que nos hace pensar que su vida personal es una alocada montaña rusa-, vivimos una escena más de la obra. Descubrimos que Moreno y Zedillo se quitaron de enmedio antes de la junta viendo lo que les caía encima, y que Paton y D’Hinnin siguen a bordo de la nave y, a todas luces, a buenas con Cebrián.

Cebrián cree que todos los movimientos se han producido para "garantizar la autonomía de las redacciones y los directores". 

En cambio, Pisonero, Minc, Leal, Marañón y Ruiz de Assin eran pasados por la plancha y destituidos con la aprobación de algo más de la mitad de los votos, en un movimiento que no estaba en el orden del día de la junta de accionistas. ¿Fue la respuesta al supuesto apoyo que habrían prestado a Amber el día anterior para pedir la destitución de Cebrián? ¿Fue un movimiento improvisado de Cebrián para ganarse a Telefónica y a los bancos y hacer hueco a los nuevos consejeros “independientes”?

Mientras se resuelven estas dudas, nos encontramos con un movimiento que podría llevar a la incorporación al consejo, como independientes, de personas muy relacionadas con la propiedad. Independientes con pinta de dominicales. Está el exministro socialista Javier Gómez Navarro, hermano del director de Comunicación y Márketing Institucional de Telefónica, José Luis Gómez Navarro. Está Javier Monzón, íntimo de Ana Botín y que estuvo a punto de presidir la compañía. También Javier de Jaime, socio del fondo de capital riesgo CVC, además del mexicano Francisco Gil (expresidente de Telefónica México) y la brasileña Sonia Dulá (vicepresidenta de Bank of America Merrill Lynch para Latinoamérica).

'Todo por la casa'

Un consejo nuevo que pasaría a tener 14 miembros en lugar de 16 y que deja la ampliación de capital resuelta, al Ibex con el control del consejo, al Gobierno de Rajoy preservando a Cebrián como garante de sus intereses en El País y a Mirat con vía libre para desarrollar su actividad empresarial.

¿Podría resucitar aún Alierta? Si algo nos dicen los meses y meses que llevamos encerrados en este camarote es que rara vez sale a cuenta dar por derrotado al maño.

Cebrián decía, en una entrevista improvisada en El País, que todos los movimientos se han producido para “garantizar la autonomía de las redacciones y de los directores”. De las redacciones y del director a su gusto, claro. De las que garantizan la tranquilidad de Rajoy. Esa autonomía ha quedado asegurada.

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