“Tu estrella se ha apagao, ¿lo sabes? Y ya no me dices ná. Tienes las llaves, tienes las llaves, pero no sabes que no tienes nada más”. Estos versos son de la canción ‘Acojonao’ de Los Enemigos, y se aplican perfectamente a Edmundo Rodríguez Sobrino, recién ingresado, sin fianza, en la prisión de Soto del Real, por sus cambalaches como testaferro de Ignacio González en el Canal de Isabel II y en La Razón.

En una conversación grabada por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, Ignacio González explicaba al exministro Eduardo Zaplana que el presidente de La Razón, Mauricio Casals, le había transmitido lo siguiente: “Edmundo está ‘acojonao’, me ha dicho que le están grabando o no sé qué (...). Es que tenemos una amiga de la casa que es magistrada, que ha ‘llamao’ para decir ‘oye, cuidado que han grabado una conversación de Edmundo muy extraña”.

Tan extraña debió ser dicha conversación, que Edmundo Rodríguez dio con sus huesos en la cárcel. Igualito que su tocayo de ficción Edmundo Dantés, recluido en el castillo de If. Pero si en la novela que se atribuyó Alejandro Dumas el protagonista era inocente, aquí los lectores tenemos bastantes más dudas.

Rodríguez Sobrino, despedido hace sólo un año como presidente de Inassa, la filial latinoamericana del Canal de Isabel II, por su relación con los Papeles de Panamá, ocultó en un banco suizo una cartera de fondos del banco Crédit Agricole valorada en 402.239 euros que regularizó en 2012 acogiéndose a la amnistía fiscal. Es lo que se deduce de uno de los autos de registro dictados por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco.

Velasco cree que hay indicios de que una hija de Rodríguez, también imputada, controla el patrimonio de su padre y es titular de bienes e inmuebles que le pertenecerían. Concretamente, se menciona que su hija iba a ir a Inglaterra para realizar algún ingreso en libras a pesar de que, en teoría, no tendría productos financieros en ese país, lo que hace pensar a Velasco que Edmundo Rodríguez tiene un patrimonio no declarado en dicho país.

A esto se le sumaría varias viviendas a nombre de su hija. Una en Barranquilla (Colombia), ciudad que su padre visitaba con frecuencia; otra en Puerto Plata (República Dominicana) que fue comprada en fechas próximas a la adquisición de la sociedad brasileña Emissao por parte de Inassa, una transacción que se investiga por un posible sobreprecio, y una tercera en Londres, así como cuentas bancarias en Inglaterra y la isla de Jersey. También se investigan sus actividades inmobiliarias en Colombia en 2011 y 2013.

El número 7 de Infanta María Teresa

Rodriguez Sobrino acumula más de 43 cargos registrales en el registro mercantil. Muchos de ellos son, en todo caso, nombramientos duplicados. A la hora de la verdad, constan una veintena de puestos, de los que varios ya no están en vigor.

Algunos de ellos en empresas llamativas como The Phone House, Inmobiliaria Joima o Endesa Puertos. Sin embargo, los más interesantes son los puestos relacionados con un mismo inmueble, el número 7 de la calle Infanta María Teresa de Madrid.

En dicho edificio, situado a pocos metros del Estadio Santiago Bernabeu, se encuentran radicadas empresas como Rodríguez Sobrino Abogados, que el acusado liquidó en agosto del pasado año.

También tiene sede en el mismo domicilio fiscal Iberoamericana de Inversiones y Proyectos SA, compañía que controla un 23% de Audiovisual Española 2000, editora del diario La Razón, presidido por Mauricio Casals y dirigido por Francisco Marhuenda, ambos imputados por presuntas coacciones a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, para intentar frenar las investigaciones de lo acontecido en el Canal de Isabel II.

Los orígenes mexicanos de La Razón

Casals fue uno de los accionistas iniciales de La Razón cuando la fundó Luis María Anson, como también lo fue entonces Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid y también imbricado en el círculo de Ignacio González, con un 10%.

Consulting Hispano-Mexicano de Negocios e Iberoamericana de Inversiones fueron el capital mexicano que atrajo Anson a La Razón en 1999, con participaciones que entonces ascendían al 29% y al 19%, respectivamente.

Rodríguez Sobrino siempre ha sido el apoderado de Iberoamericana de Inversiones, una compañía de la que han sido administradores únicos sucesivos desde su creación, en 1999, el empresario mexicano José Ramiro Garza Cantú, dueño de la petrolera Grupo R, y su hijo, José Ramiro Garza Vargas.

Cantú, al igual que Rodríguez Sobrino, fue uno de los implicados por evasión de impuestos en los papeles de Panamá, que revelaron que el despacho Mossack Fonseca le ayudó a crear una estructura de fraude a través de la empresa Igmasa Management, con sede en Andorra y que repartió millones entre Panamá, Holanda, Nueva Zelanda y Seychelles, según desveló la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

En la misma sede social se encuentran otras empresas como la extraña aseguradora Augura Life, Rochester Ibérica o A V El Álamo SA, de la que también fue administrador único Garza Cantú y en la que aparecen como apoderados Rodríguez Sobrino y su secretaria Clarisa Guerra. Guerra, también investigada por Velasco, era también apoderada de Iberoamericana de Inversiones.

¿Petróleo asturiano?

Pero quizá la compañía más extraña de la trama empresarial a la que pertenece Rodríguez Sobrino sea Asturias Petroleum. Se trata de una compañía que a pesar de estar sita en el mismo domicilio que el resto, en sus cuentas reconoce estar controlada por el Grupo R de Cantú. Según ha contado Voz Populi, dicha empresa tuvo operaciones vinculadas con la sociedad Odebrecht Ingeniería y Construcción de España, controlada por la filial de Odebrecht en Portugal.

Pues bien, Inassa, la filial del Canal que dirigía Rodríguez Sobrino, era la principal accionista de otra empresa dominicana de aguas, AAA Dominicana. En enero, el representante de Odebrecht en este país reconoció haber entregado 92 millones de dólares a Ángel Rondón, un empresario que es consejero y accionista, precisamente, de AAA Dominicana.

¿Confuso? Tranquilo, es una maraña diseñada ex profeso para resultar ininteligible. Los Edmundos modernos, cuando van a prisión, se lo trabajan.

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