Trinitario Casanova -el ‘Trino’ como conocen sus viejos amigos al empresario alicantino afincado en Murcia- sorprendía a todos, en julio de 2016, con una oferta estratosférica de 272 millones de euros para comprar el Edificio España al grupo chino Wanda. Y lo volvía a hacer el pasado viernes, al retrasar la firma de la compraventa para buscar tiempo y socios con los que compartir la operación.

Entonces, el holding asiático, presidido por el magnate chino Wang Jianlin, no salía de su asombro. Llevaba meses intentando traspasar el polémico inmueble ante la negativa en redondo del Ayuntamiento de Madrid a demoler el edificio, pero nadie ofrecía más de los 265 millones que, en junio de 2014, había pagado al Banco Santander. Es más, ninguna oferta superaba los 220 millones.

En ese momento, Casanova se comprometió a hacer un depósito inicial de 6 millones y un abono adicional de otros 14 a realizar antes de finalizar el mes de diciembre de 2016, hasta completar una señal de 20 millones a descontar de los 252 millones a pagar al cierre de la operación.

Retraso en el pago y primer ultimátum 

Pero ese abono adicional no llegó a tiempo, y Wanda tuvo que dar un primer ultimátum a Casanova. O lo pagaba antes del 31 de enero de 2017 o daba por zanjada la operación de compra. Trinitario pagó y, además, se comprometió a desembolsar los 252 millones de euros restantes antes del pasado 31 de marzo.

Todo parecía indicar que no habría más retrasos, pero los hubo. Al final, no se produjo el traspaso. El pasado viernes todos acudieron a cerrar el tema ante notario. El propio Casanova, Laurent Fischler -el emisario francés de Jianlin que esperaba que esta fuera la última vez que volviera a Madrid y con un cheque millonario bajo el brazo-, y un representante de RIU Hoteles.

Los chinos se fueron sin el ansiado cheque

El asunto parecía sencillo. Casanova llegaría a la notaría con un cheque de 252 millones a nombre de Wanda, para entregárselo a Fischler a cambio de la escritura de compraventa del Edificio España a favor de Baraka, el grupo que controla el empresario alicantino. Y, acto seguido, según lo pactado, cedería el 25% del proyecto a la cadena hotelera mallorquina, comprometiéndose esta a inyectar unos 70 millones de euros.

Pero todo se fue al garete, al menos de momento. Y, a la vista de las reacciones dispares de los interesados, la falta de comunicación entre Wanda y Baraka parece evidente.

Segundo y definitivo ultimátum de Wanda

A la excusa planteada por el grupo murciano de que no podía firmar la escritura, al no haber presentado el grupo chino promoto del proyecto las cuentas de 2016, reaccionaba este lunes el holding asiático remitiendo un hecho relevante a la Bolsa de Hong Kong, en el que asegura haber cumplido todas sus obligaciones, y que fue Casanova el que solicitó más tiempo para encontrar más socios con los que compartir el riesgo de la operación. Además, fijaba el próximo 1 de junio como fecha inaplazable para cerrar la compraventa. De no hacerlo, Wanda rompería con Casanova y se quedaría con los 20 millones de señal depositados.

Por su parte, la cadena hotelera RIU -el tercero en discordia- no sabía a qué carta quedarse. Acudía al notario para adquirir el 25% de la operación, aportando cerca de 70 millones, y salía de la notaría igual que entró. Sin nada. Aunque inicialmente pensaron en apartarse del enrevesado asunto, finalmente “hemos decido seguir hasta ver qué pasa. Si llegamos al 1 de junio y no se arregla nada, ya veremos qué hacemos”, apunta un portavoz de la hotelera desde Palma de Mallorca.

Sinfín de rápidas operaciones millonarias 

Los que, como los chinos, piensan que Casanova nunca tuvo la intención de abordar esta operación por sí solo, sino de trocearlo en busca de socios que cubrieran la factura, y, entre medias, obtener algún beneficio, no andan muy desencaminados a la vista de su trayectoria empresarial, jalonada de intrincadas opciones de compra, de dar el pase a los inmuebles y de cobrar millonarias comisiones.

Aunque el propio empresario alicantino desmintiera estas sospechas hace un mes en un acto en el propio edificio y ante la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, al asegurar que “no estaba buscando financiación para ejecutar la compra y que, con RIU, solo tenemos un contrato de alquiler. Lo único que nos planteamos es que este sea un activo importante que genere unas rentas satisfactorias para la compañía”, muchos son los que no se fían de estas palabras.

Ya en julio de 2016, cuando saltaba a la luz que Wanda había aceptado la opción de compra planteada por Baraka, desde la propia empresa no dudaban en señalar la posibilidad de “soltar” el Edificio España inmediatamente después de firmar la compraventa.

Plusvalía del 11% en la Gran Vía madrileña  

Saben de lo que hablan. Un ejemplo. Unos meses antes, en diciembre de 2015, Casanova compraba a Bankia el local ocupado por una antigua sucursal, en plena Gran Vía Madrileña, por 20 millones, y, en enero de 2016, se lo revendía a la multinacional estadounidense Hines por casi 23 millones. Plusvalías del 11% en tan solo mes. Y en marzo pasado volvía a repartir la jugada con otros dos inmuebles junto a la madrileña Puerta del Sol. Había dado sendas señales y, a pesar de algún retraso, también se los colocaba finalmente a Hines.

Trinitario Casanova lleva haciendo estas operaciones más de dos décadas, desde aquel pase que dio a un terreno, adquirido en el municipio murciano de Molina de Segura, para vendérselo poco después a la cadena Eroski. Vio el dinero fácil, y repitió similares operaciones durante años por toda España con el resto de compañías distribuidoras.

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