Se suele decir que la Covid-19 ha traído una 'nueva normalidad', pero lo cierto es que también ha traído un 'nueva forma de crisis económica'. A diferencia de otras, la de la pandemia no ha estado motivada por los excesos de uno o varios sectores sino por la decisión de los gobiernos de cerrar la economía para combatir un virus desconocido y altamente contagioso. 

También, a diferencia de otras crisis, los estados y bancos centrales han salido con todo su arsenal para sostener la economía. En el caso de España, esto ha hecho posible reducir el impacto de la brusca caída de actividad en el empleo, donde la pérdida de puestos de trabajo se sitúa entre el 2% y 3%, según BBVA Research.

En Europa, frente a la última crisis, en esta ocasión se ha dado una respuesta coordinada y solidaria, al tiempo que se ha trazado un plan de recuperación conjunto.

Y otra diferencia frente a las crisis que forman parte de la historia económica, es la velocidad a la que se ha precipitado un cambio de modelo productivo, ligado a un nuevo estilo de vida más digitalizado.

Llevado a la microeconomía esto tiene su reflejo en muchas tendencias. Desde el aumento del gasto en juegos de construcción para el entretenimiento en casa (Lego ha registrado el mejor resultado de su historia) y en equipamiento para el hogar, hasta la decisión de los ciudadanos de comprar menos ropa y hacerlo mucho más a través de plataformas digitales (ahí están los resultados de Inditex).

Piezas Lego.

Por no hablar de los viajes de placer (donde hay expectativas de recuperación a largo plazo) y de negocios (donde es difícil que puedan repetirse los números de 2019). Además del teletrabajo, que se ha instalado en muchos sectores.

Si miramos los datos, los efectos de todos estos cambios son devastadores en el corto plazo. Ya hay cuarto millones de parados en el SEPE, pero las personas que no pueden trabajar (si se suma el cese de actividad de los autónomos y los ERTE) rondan los 5,5 millones.

El PIB se ha hundido un 11% en 2020, el Ibex 35 ha perdido un 14% de su valor, la deuda pública ha superado el 117% del PIB, la recaudación se ha desplomado y el déficit público del pasado año fue del 11,3%.

En términos empresariales, cuatro de cada 10 empresas tienen problemas financieros, según el Banco de España. Y entre enero y octubre de 2020 se destruyeron 194.000 empresas en España y 327.000 autónomos se dieron de baja, de acuerdo con el INE. Son más de medio millón de negocios caídos.

Sin embargo, en términos netos, hay un 2% menos de empresas inscritas en la Seguridad Social que hace un año, un dato que también incorpora a las empresas que se han creado en un ejercicio en el que hay negocios que han salido reforzados en ámbitos como la salud o la digitalización.

Cada vez parece más claro que la pandemia ha traído cambios estructurales muy importantes a nuestra economía y nuestro estilo de vida. "La única duda es si estamos sobreestimando o subestimando esos cambios", reconoce el economista jefe para España de BBVA Reseach, Miguel Cardoso, en una conversación con este periódico.

Un país vulnerable

España no estaba bien preparada para afrontar una crisis de estas características, ni por su modelo económico -altamente dependiente de la interacción social-, ni por la situación de sus finanzas públicas, por no hablar de la política. Esto ha hecho que nuestra economía haya sido la más damnificada de los países desarrollados por la Covid-19, según la OCDE.

"El turismo ha sido un factor muy importante que explica la magnitud de la sacudida en relación a otros países. Pero algunos de los males crónicos de la economía española también han contribuido, en especial la preponderancia en nuestro tejido productivo de pequeños negocios, los más vulnerables ante un golpe tan abrupto, y la elevada tasa de temporalidad que caracteriza nuestro mercado laboral", explica a este diario el director de Coyuntura de Funcas, Raymond Torres.

Además, añade, "el impulso fiscal ha sido de menor magnitud que en otras economías avanzadas. Y, por tanto, el efecto amortiguador del Estado ha sido también menor".

En este sentido, Alemania lleva meses compensando a las empresas que pierden ingresos por causa de las restricciones. Y EEUU acaba de adoptar un paquete de medidas de impulso que equivale al 9% de su PIB.

En España, el Gobierno aprobó el pasado viernes un nuevo paquete de ayudas por valor de 11.000 millones de euros para ayudar al tejido productivo más dañado por la pandemia. Son medidas que, según Torres, "llegan un poco tarde" y en un momento en el que ya hay sectores que están creciendo.

Un año desde el cierre

El desplome económico que provocó hace un año el cierre de los colegios y buena parte de la economía -y la posterior decisión de ampliar esos cierres en la Semana Santa a sectores que habían seguido con algo de actividad- hundió el PIB en el segundo trimestre en un 17,8%.

En ese primer momento, hay consenso en que la respuesta que dio el Gobierno español -presionado por un acuerdo de los agentes sociales para salvar a las empresas y con ellas, el empleo- fue adecuada, aunque después, según muchos economistas se quedó corta.

"La estrategia ERTE-ICO fue la acertada ante un parón transitorio de la economía. Sin embargo, a medida que la crisis perdura, se necesitan medidas adicionales", señala Torres.

Crisis y desigualdad

Pese a que esta crisis ha sido muy diferente a las del pasado, también ha tenido elementos comunes. Y uno de ellos es la desigualdad, aunque en un sentido más amplio del que se le había dado hasta ahora.

En el terreno macroeconómico, el impacto de la pandemia ha sido asimétrico. Con daños muy persistentes en los sectores que dependen del contacto humano (como el turismo y el ocio) y con otros que ya han iniciado la senda de la recuperación.

Es el caso de la industria, la agricultura o los servicios que pueden funcionar con el teletrabajo, que han comenzado a crecer en consonancia con la recuperación del comercio mundial de bienes y servicios no turísticos.

Una playa en 2020. EFE

Algo similar ha ocurrido con las distintas regiones de España, siendo las más dañadas aquellas que dependían en mayor medida del turismo, que han generado un déficit de ingresos de 72.200 millones de euros.

En el ámbito social, una vez más, han sido los más vulnerables los que se han llevado la peor parte.

En el mercado laboral, como recuerda Funcas, la extinción de contratos temporales -generalmente no amparados por los ERTE- concentra cerca del 70% del empleo perdido por la crisis.

De acuerdo con los datos de BBVA Research, los flujos de la Seguridad Social muestran cómo los más jóvenes y con menos ingresos son los que más han sufrido como resultado, entre otros, de la temporalidad de los contratos.

Los datos de abril de 2020 reflejan que entre el 13% y 14% de la caída de afiliación del pasado año fue por trabajadores con una base inferior a 1.500 euros. Mientras, entre los trabajadores con una base superior a 3.000 euros, el empleo fue constante.

Fuente: BBVA Research.

En este contexto, el Gobierno optó por aprobar una medida estructural, el Ingreso Mínimo Vital (IMV) para ayudar a los colectivos más vulnerables. Una ayuda que ha sido denegada al 12,8% de las familias a las que atiende Cáritas y que todavía no ha llegado a la gran mayoría de personas que asiste, según datos recientes de la organización.

Esta crisis también ha acentuado otra desigualdad, la que marca la brecha digital que recoge desde el equipamiento electrónico hasta el acceso a internet o las capacidades para utilizar las nuevas tecnologías. 

Recuperación incierta

Un año después del estado de alarma, todavía no está claro cómo va a ser la recuperación, ya que depende de la vacunación, un proceso sanitario que escapa del control de los economistas.

Ni siquiera la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, se atrevió el pasado viernes a marcar un trimestre claro para el rebote que se espera a finales de este año. Además, reconoció que la recuperación se está ralentizando y lo que presentó como una 'V' asimétrica tiene ya forma clara de raíz cuadrada.

Fuente: Ministerio de Economía.

Lo que parece claro es que existe el riesgo real de que España se quede atrás en esa recuperación por la mayor caída del PIB que sufrió el pasado año y por su dependencia a sectores de la economía con dependencia de la interacción social.

"Todo depende de cómo se afronte esa caída. La clave está, en primer lugar, en salvar tejido productivo, limitar el cierre de empresas y la salida del mercado laboral de personas que llevan mucho tiempo en ERTE", afirma Raymond Torres.

En ese sentido, es optimista con la "capacidad de rebote" de la economía española por su posicionamiento competitivo, ya que la balanza externa se mantiene en superávit pese al hundimiento del turismo. 

Además, Funcas estima que el consumo interno embalsado por causa de la crisis supera los 56.000 millones de euros, es una cifra que representa más del doble de lo que espera el Gobierno de los fondos europeos para este año. 

Según BBVA Research, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, el gasto se incrementará, pero el ahorro va a ser uno de los cambios estructurales que asuman los españoles una vez que pase la pandemia, porque hay gastos que evitarán en futuro. La clave es saber en qué tasa se situará.

"Una parte del ahorro impulsará la recuperación. Esperamos un incremento significativo de la demanda en el segundo semestre del año. Pero no aflorará todo el ahorro del último año porque hay cosas en las que ahorraremos de forma permanente y no contaremos con más vacaciones que en 2018 o 2019", explica Miguel Cardoso.

Junto al consumo interno, los fondos europeos serán la clave para impulsar la economía con un crecimiento sostenible en el medio y largo plazo. Son la oportunidad para "hacer reformas y atajar nuestros males crónicos", advierte Torres.

De su adecuada gestión dependerá, en buena medida, que España pueda pasar página de esta crisis y recuperar de aquí a 2023 la riqueza perdida el pasado año.

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