Mario Draghi ya es historia. Desde este viernes, es la francesa Christine Lagarde la que está a los mandos del Banco Central Europeo (BCE). La primera presidenta de la institución en sus dos décadas de historia desembarca en Fráncfort con la sensación de que seguirá una línea continuista con el trabajo del italiano. Y en lo monetario es más que probable que sea así, pero es que su mandato arranca con el sesgo menos monetario y más político de la historia de la institución. 

El propio escalafón del BCE lo evidencia. Lagarde, al frente de todo, llega repleta de experiencia política e institucional, primero curtida en la vida política francesa en su paso por varios ministerios y luego ya como directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero sin ninguna experiencia monetaria directa. Lo mismo que su 'número 2', el español Luis de Guindos, vicepresidente desde junio de 2018 tras su salto directo desde el Ministerio de Economía español y también sin experiencia previa en un banco central. 

"Si alguien puede incitar a los gobiernos de la Eurozona a actuar es Lagarde. Tiene una experiencia única. Es el operador político consumado que necesita la economía de la Eurozona"

Los tiempos, eso sí, se han encargado de que este perfil más político y menos técnico adquiera ahora una nueva dimensión. Porque en estos momentos 'la partida' no se está jugando tanto en el terreno monetario, exhausto tras años de decisiones expansivas sin precedentes, como en el fiscal. Y aquí, con la disputa menos centrada en Fráncfort, donde el BCE tiene su cuartel general, y más en Bruselas y sobre todo en Berlín, las habilidades políticas del tándem Lagarde & Guindos cobran otra relevancia

"Si alguien puede incitar a los gobiernos de la Eurozona a actuar es Lagarde. Tiene una experiencia única tanto en la supervisión de la política fiscal nacional en Francia como en el asesoramiento a los gobiernos sobre sus políticas fiscales en todo el mundo. Es el operador político consumado que necesita la economía de la Eurozona", afirma Paul Diggle, economista sénior de Aberdeen Standard Investments. Con una prevención, eso sí: "Ahora bien, siempre y cuando los gobiernos nacionales se pongan en marcha"

"El papel principal de Lagarde será convencer a los países con excedentes presupuestarios, como Holanda y Alemania, para que inviertan más para apoyar el crecimiento", precisa Aneeka Gupta, directora de análisis en WisdomTree. Para Mark Holman, consejero delegado y fundador de TwentyFour AM (Vontobel AM), Lagarde tendrá que mostrarse hábil en este terreno porque, a su juicio y teniendo en cuenta lo lejos que ha llegado ya la política monetaria, "necesitará el apoyo de los gobiernos de la Zona Euro en forma de estímulo fiscal si quiere revitalizar la economía"

Otro frente en el que deberá exhibir su diplomacia será en el propio Consejo de Gobierno del BCE, fragmentado de manera importante tras la batería de medidas expansivas descargada en septiembre, que fue lanzada con una fuerte contestación interna. "Lagarde tendrá que reparar la grieta entre los halcones -los duros- y las palomas -los blandos- en el Consejo de Gobierno", señala Carsten Brzeski, economista jefe de ING Alemania. 

LO MONETARIO, ATADO Y BIEN ATADO

¿Y qué hay de lo monetario? Sin duda, seguirá siendo importante. Pero Lagarde contará en este terreno con la ventaja de que Draghi ha dejado una hoja de ruta tan clara que la francesa podrá volcarse, al menos al principio, en presionar para arrancar refuerzos y fiscales y reformas estructurales. A lo sumo, y respaldado en este campo por la figura del economista jefe del BCE, Philip Lane, Lagarde tendrá que hacer ajustes en la misma dirección de las recientes medidas anunciadas por Draghi, varias de las cuales acaban de entrar en vigor o lo harán este mismo noviembre. 

En septiembre, cuando redujo los tipos de interés de la facilidad de depósito del -0,40% al -0,50%, el BCE lo dejó todo listo para que los intereses sigan en ese nivel, e incluso más bajo, "hasta que observe una convergencia sólida de las perspectivas de inflación hasta un nivel suficientemente próximo, aunque inferior, al 2% en su horizonte de proyección, y dicha convergencia se haya reflejado de forma consistente en la evolución de la inflación subyacente". Como el BCE no prevé esa convergencia durante 2020 ni durante 2021, ese compromiso garantiza que los tipos seguirán ahí al menos hasta 2022. En todo caso, y si Lagarde tiene que hacer algo, los reducirá, como ya figura en esa orientación sobre el futuro de los tipos -'forward guidance'-. 

Al mismo tiempo, el BCE también anunció en septiembre la reanudación de las compras de activos en el mercado (QE2), a razón de 20.000 millones de euros al mes "durante el tiempo que sea necesario para reforzar el impacto acomodaticio de sus tipos oficiales y que finalicen poco antes de que comience a subir los tipos de interés oficiales del BCE". Es decir, como poco estarán vigentes hasta 2022. Esas compras comenzarán a ejecutarse también este viernes. 

Lagarde librará la batalla fiscal e institucional. Pero deberá hilar fino, no vaya a ser que la independencia del BCE sea puesta en entredicho por salir de su jurisdicción, la monetaria, y hacer política directamente

Además, Draghi ya introdujo un sistema de niveles ('tiering') para aliviar la penalización que los tipos negativos suponen para la banca, de forma que las entidades ya no tendrán que pagar el mismo interés por todas sus reservas excesivas y de hecho buena parte de ellas -más de 800.000 millones de euros- quedarán exentas de este peaje. Este sistema entró en vigor el 30 de octubre y, de nuevo, como mucho Lagarde tendrá que modularlo si quiere suavizar o endurecer este alivio. 

Lagarde tambíen 'hereda' el TLTRO III, el programa de financiación bancaria vinculado a que las entidades concedan créditos a la economía real, que realizó su primera operación en septiembre y que tiene previsto hacer la última en marzo de 2021

 Lo monetario, por tanto, ha quedado atado y bien atado por parte de Draghi, consciente posiblemente de que lo que espera a Lagarde es otra batalla, la institucional, la fiscal, donde el BCE más político de siempre buscará tener más influencia. Eso sí, deberá hilar fino. De lo contrario, su independencia, esa que lo protege precisamente de las injerencias políticas, será cuestionada por entrometerse demasiado en una jurisdicción que no es la suya. 

Noticias relacionadas