Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal estadounidense entre 1979 y 1987, escribió: "El único poder verdadero de un banco central es, a fin de cuentas, el poder de crear dinero, y a la postre el poder de crear es el poder de destruir". En la Europa del euro, ese poder lo ostentará desde noviembre la francesa Christine Lagarde. El intercambio de cromos, tan propio de la tradición europea, en los altos puestos de las instituciones comunitarias deparó este martes el nombre de la hasta ahora directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) como candidata para suceder Mario Draghi en la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). A falta de los últimos respaldos oficiales requeridos, será ella quien tomará el testigo del italiano en noviembre.

Lagarde, quien ya fue la primera mujer al mando del FMI y quien antes también fue la primera mujer en ser Ministra de Economía de un país del G7, se convertirá también en la primera en gobernar la nave del BCE, tras el holandés Wim Duisenberg, el francés Jean-Claude Trichet y Draghi. Este hecho no pasó inadvertido para el presidente francés, Emmanuel Macron. Una vez confirmado que Alemania cedía la presidencia del BCE para ocupar la de la Comisión Europea, que recaerá en manos de la germana Ursula Von der Leyen, sabía que no se le podia escapar la capitanía de la institución monetaria.

"Com Weidmann fuera, Macron no quiso correr riesgos. Jugó una baza imbatible con Lagarde, la primera mujer que presidirá el BCE tras ser también la primera en gobernar el FMI"

Con el alemán Jens Weidmann, actual presidente del banco central alemán, fuera de la carrera sucesoria porque Berlín ya tenía su 'silla', Macron 'solo' debía presentar un candidato imbatible. Y para ello, nada mejor que una candidata, y más si se trata de alguien con el pedigrí de Lagarde. Atrás quedaban los nombres del actual gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, de Benoit Coeuré, actual miembro del Comité Ejecutivo del BCE, o del execonomista jefe del FMI, Olivier Blanchard, todos ellos franceses y todos ellos en las quinielas por relevar a Draghi. Pero no. Macron no quiso correr riesgos. Tenía que jugar a ganador. Y el nombre de Lagarde garantizaba esa victoria

No se equivocó, y Lagarde sumará su nombre a la lista aún no demasiado amplia, aunque sí creciente, de mujeres que han estado al frente de bancos centrales. Sobresalen los casos de Elvira Nabiullina, presidenta del Banco de Rusia desde 2013, de Janet Yellen, presidenta de la Fed entre 2014 y 2018, o de Karnit Flug, gobernadora del Banco de Israel entre 2013 y 2018. 

UN REDOBLADO PERFIL POLÍTICO

Así, tras largas horas de negociaciones y desacuerdos, Lagarde se convirtió en la candidata por sorpresa... O no tanto, al menos en los altos círculos del poder financiero. En ellos, el nombre de Christine Lagarde como futura presidenta del BCE venía sonando desde, al menos, comienzos de 2018. Luego, cuando Luis de Guindos alcanzó la vicepresidencia de la entidad en junio del año pasado, el camino para que una mujer se hiciera con las riendas de la institución quedó aún más despejado. 'Solo' faltaban encajar las piezas del resto de los grandes nombramientos europeos. Y como esta circunstancia también se ha dado, la 'operación Lagarde' se ha impuesto. 

"A diferencia de Duisenberg, Trichet y Draghi, no cuenta con experiencia en un banco central; su experiencia política y en las más altas esferas será, por tanto, su principal credencial en Fráncfort"

Precisamente tras la llegada de Guindos, que saltó directamente y en un movimiento sin precedentes del Ecofín, como ministro de Economía de España, al BCE, el desembargo de Lagarde acentuará todavía más el perfil político de una institución monetaria para la que su independencia de los poderes polítcos y la cualificación técnica constituyen virtudes irrenunciables. La francesa aportará, no hay duda, su amplia experiencia como negociadora, forjada durante sus años de abogada especializada en cuestiones laborales y corporativas en Baker & McKenzie, y como política, tras su paso por varios ministerios en Francia y ya luego como directora gerente del FMI desde 2011

Este periplo, convertido en su principal baza para llegar al despacho más importante del cuartel general del BCE en Fráncfort, también ha tenido sus sombras, las que proceden del caso de corrupción vinculado al empresario francés Bernard Tapie. La Corte de Justicia de la República Francesa condenó en 2016 a Lagarde por negligencia en el desvío de fondos públicos en 2008, cuando era ministra de Finanzas, pero quedó exenta de ninguna sanción penal. El FMI mantuvo su confianza en ella y permaneció en el cargo

De lo que no goza es de experiencia directa en el mundo de la banca central, un matiz clave que le diferencia de sus tres predecesores, porque Duisenberg, Trichet y Draghi sí estuvieron al frente de sus respectivos bancos centrales nacionales antes de acceder a la presidencia del BCE. Tampoco tiene una preparación específica sobre asuntos monetarios y bancarios, con lo que su principal credencial es su experiencia en altos puestos políticos en diferentes materias económicas e industriales. Es decir, una situación similar a la que ya se dio con Guindos, con lo que todo lo relacionado con los aspectos más técnicos de la gestión monetaria, así como con la preparación de las reuniones de política monetaria del Consejo de Gobierno de la entidad, recaerá todavía más sobre el recién llegado como economista jefe del BCE, el irlandés Philip Lane, y en el 'ejército' de técnicos de la institución.  

UNA HERENCIA COMPLICADA

Y falta le hará esa mezcla entre las 'artes políticas' y lo aprendido durante toda su trayectoria con las necesidades técnicas de su nuevo cargo, porque la herencia que recibirá de Draghi no resultará nada sencilla. Primero, por el propio Draghi, protagonista de un mandato para el recuerdo, que ha hecho de la comunicación, del manejo de los tiempos y de su capacidad de resistencia y de tejer acuerdos y consensos imposibles toda una cátedra monetaria desde 2011. 

Segundo, por la estrategia monetaria que lega Draghi, que ha llevado al BCE hasta el infinito, y casi, casi más allá. Deja unos tipos de interés oficiales al 0% y unos tipos de la facilidad de depósito al -0,40%, aunque lo mismo cuando Lagarde llegue están más abajo, porque el italiano ya ha deslizado esa posibilidad. También un balance que es el doble del que recibió, porque alcanza los 4,7 billones de euros, un volumen sin precedentes, y una nueva ronda extraordinaria de financiación bancaria que comenzará en septiembre. Todo ello, en conjunto, conforma un laberíntico experimento que no será fácil gestionar ni, llegado el caso, desmontar. 

Tercero, por la delicada salud de la economía europea, que está pagando los efectos de la guerra comercial (Alemania) y de la inestabilidad política (Italia) y que sigue sin tener una inflación que se acerque al objetivo del BCE de situarla por debajo, pero cerca, del 2% a medio plazo. Descifrar hasta qué punto el BCE puede lidiar con este escenario y con qué medidas y solicitar la 'ayuda' de los gobiernos para que la entidad no se sienta sola en esa lucha contra el enfriamiento económico será determinante.

Y cuarto, y en lo que Draghi no ha conseguido demasiado pero ella, precisamente por su perfil, tal vez pueda lograr algo más, por la pasividad reformista de los gobiernos en sus propios países y en el conjunto del proyecto del euro, que no terminan de rematar, con asuntos como la Unión Bancaria todavía a medias. 

A todo ello se enfrentará la por ahora candidata Lagarde. Por delante, y desde noviembre una vez reciba todas las bendiciones oficiales, ocho años para demostrar que está capacitada para un cargo clave en la Europa del euro. Como expuso Volcker, suyo será el poder. El de crear. Y el de destruir. 

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