F. P.
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Los jóvenes de entre 16 y 29 años tendrán que trabajar hasta los 71 para acceder a unas pensiones con las que puedan mantener un nivel de vida aceptable tras dejar de trabajar. Es decir, que sean similares a las que se están dando en España ahora.

Esa es una de las principales conclusiones de un estudio de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), tras constatar que el retraso de los jóvenes en acceder a un empleo y las exigencias de la reforma de las pensiones pueden limitar mucho su jubilación.

A pesar de la mejora de los últimos meses, la tasa de empleo de los jóvenes cerró el año pasado en el 43%, quince puntos menos que en 2007, de forma que tienen muy complicado completar carreras laborales largas que les permitan tener una pensión media-alta.

Sobre los jóvenes de hoy caerá de lleno la reforma laboral de Escrivá, que ya eleva la edad de jubilación y los años necesarios para optar al 100% de lo que corresponda según la base reguladora (67 años con menos de 38,5 años cotizados en 2027).

Para hacer su estudio, la Fundación y el Ivie usan la "tasa de reemplazo", un indicador que mide la relación entre la primera pensión anual de jubilación que recibiría una persona y su salario anual en el último año de vida laboral.

Como premisa básica, cuanto más corta sea la vida laboral de un trabajador, mayor será la diferencia entre el último salario percibido y la primera pensión.

Si esto lo unimos a "unos salarios más bajos de base, podría dar lugar a problemas de suficiencia, y por lo tanto, un nivel de bienestar mermado tanto durante su vida laboral como tras la jubilación", advierte el estudio.

Por tanto, los jóvenes que se incorporen tarde a su primer empleo tendrán que prolongar su vida laboral más allá de la edad de jubilación establecida, para conseguir una pensión que les permita mantener su nivel de vida, salvo que dispongan de un ahorro acumulado suficiente (pensión privada, herencias, etc.).

Los autores del estudio han proyectado a 2065 la legislación actual y, para obtener una tasa de reemplazo del 90%, haría falta cotizar 40 años y jubilarse a los 65.

Pero para conseguir la misma tasa con 35 años cotizados, se deberá demorar la jubilación hasta los 68 años. Ese cómputo llega a los 71 años si solo se cotiza durante 30 ejercicios.

Reformas dañinas

La cosa se complica aún más si tenemos en cuenta que la reforma de Escrivá, prevista para culminar en el 2050, contempla otras reformas adicionales para compensar un posible exceso de gasto en pensiones.

Se plantea elevar el periodo de cálculo de la base reguladora a 35 años (ahora son 25), tener 40 años cotizados para cobrar el 100% de la pensión, y hasta vincular la cuantía de la pensión inicial a la esperanza de vida.

Según el informe, la aplicación de estas tres posibles reformas provocará una reducción de la tasa de reemplazo que se situaría entre los 10 y los 20 puntos porcentuales sobre la actual, en función de los años cotizados.

Por ejemplo, los jóvenes que solo hubieran podido sumar 30 años cotizados tendrían derecho a una pensión que sería de algo más de la mitad de su último salario, es decir, una tasa de reemplazo del 57,6%, frente al 77,1% de las personas que se están jubilando ahora.

En el caso de los que sumaran 35 años cotizados, la tasa de reemplazo sería del 70,2%, frente al 87,5% actual. Por último, para las personas que sí lograran cotizar 40 años, la caída de la tasa sería al 80%, diez puntos menos que ahora.

El estudio admite que las personas jóvenes están más expuestas a los cambios del ciclo económico y la calidad media de sus ocupaciones es peor. El 25,3% de jóvenes trabaja con contratos a tiempo parcial y la temporalidad dobla la media, hasta el 34,4%.

"Aun en el caso de que no haya modificaciones normativas, los jóvenes actuales van a tener que realizar un mayor esfuerzo contributivo y soportar una reducción de la tasa de reemplazo, mayor cuanto más disminuya su carrera laboral", concluye el estudio.