'El enemigo de mi enemigo es mi amigo', o 'pelillos a la mar'. De ambas formas puede resumirse el viraje de China con respecto a la Unión Europea visto en las últimas horas, en las que el mundo trata de digerir los aranceles de Trump, del 20% para el bloque comunitario y del 34% para el gigante asiático. Con una conclusión tajante de Xi: hay que dejar atrás los recelos con Bruselas.
Desde Pekín empieza a verse muy lejos ese verano de 2024 -Donald Trump no había ganado aún las elecciones en EEUU- en que Bruselas anunció que impondría aranceles de hasta el 35% a los coches eléctricos chinos que se venden en Europa.
La medida, primero provisional y que se hizo definitiva en octubre -Trump tampoco había ganado aún-, se tomaba al considerar Bruselas que estos coches iban dopados con subsidios del Gobierno chino, perjudicando sobremanera a la industria europea. En respuesta, Pekín ordenó investigaciones antidumping a las importaciones de cerdo y lácteos desde la UE, que se sumaban también a la abierta a los licores.
Pero ahora Donald Trump es presidente y la guerra comercial que se temía entonces ya es una realidad. En el caso de China, demoledora: recibe un arancel del 34% del que es su principal destino de exportaciones (un 14,7% del total recala allí).
Son sobre todo equipos de transmisiones, ordenadores y piezas de máquina de oficina para los que ahora busca alternativas. Y Xi ha decidido tantear a su segundo mejor comprador, la UE, que recibe el 12,8% de sus exportaciones.
El acercamiento ha corrido a cargo del viceministro de Comercio de China, Ling Ji, que ha afirmado, en una reunión con sus homólogos húngaros en Budapest, que están dispuestos a trabajar con la Unión Europea para mantener un sistema de comercio multilateral basado en normas y aportar certidumbre al comercio global.
Sus palabras han sido rápidamente difundidas por medios estatales chinos. En suma, la mano ya está tendida si Bruselas, que a su vez va a soportar un arancel del 20%, decide aceptarla. Pero, ¿quiere hacerlo?
Múltiples riesgos
Porque abrir todavía más la puerta al gigante asiático, que ya es el primer país del que importamos (el 20% del total, unos 500.000 millones de euros) y nuestro tercer destino de exportaciones, trae riesgos. Sobre todo para la industria europea, que busca formas de reponerse tras haber perdido un 12% de su capacidad en los últimos años.
Una industria que, además, ya siente una enorme presión con otros aranceles impuestos por Trump, los del 25% para el acero y al aluminio, que les dejan en una posición más débil si cabe mientras tratan de hacer frente a la avalancha de acero chino, a precios mucho más bajos.
Esto es precisamente lo que se teme que ocurra a gran escala: que lleguen muchos más productos chinos a precios inferiores y que ello dé la estocada final a los productores europeos. Incluso el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha alertado del riesgo de que los flujos comerciales asiáticos se redirijan a Europa.
"Tendremos que tomar medidas de salvaguardia para más industrias", ha dicho al Financial Times un alto diplomático de la UE, que también ha asegurado que "preocupa mucho" que esto pueda derivar en más tensión con el gigante asiático, aunque haya pocas dudas sobre sus intenciones, dado que no espera que cambien su modelo de explotación masiva.
Sánchez viaja a China
La situación supondrá el enésimo reto de consenso entre los líderes de la UE, que no alcanzan aún un acuerdo sobre cómo responder a la guerra comercial de Trump, que supondrá un recargo de 81.000 millones de euros a las exportaciones comunitarias a EEUU.
Por ahora la Comisión ha adoptado una iniciativa negociadora con Washington para tratar de bajar todos los aranceles, mientras se van formando las posiciones a ambos extremos: por un lado Macron, el que ha ido más lejos al reclamar a las empresas comunitarias que suspendan sus planes de inversión en EEUU; en la otra punta, la italiana Giorgia Meloni, que apuesta por agotar todas las vías de diálogo.
En este contexto, la próxima semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, viaja a Asia con parada en China para reunirse con Xi Jinping. Es el tercer viaje de Sánchez a China en dos años, y aunque estaba previsto con antelación, ahora adquiere una nueva luz.
La idea, según han trasladado fuentes del Ejecutivo, es profundizar en las relaciones comerciales con China y Vietnam, otra parada de la gira que se lleva un arancel del 46% por parte de EEUU.
La expectativa en este último caso es firmar un protocolo financiero para ayudar a la exportación.
