La presidenta del BCE, Christine Lagarde.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde. Europa Press

Economía

20 años con el euro: hipotecas baratas, credibilidad alemana para financiar la pandemia y una convergencia inacabada

Jubilar la peseta ha traído estabilidad de precios, pero los españoles no olvidan el efecto redondeo que encareció la vida en los años de burbuja.

1 enero, 2022 00:05

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El recién estrenado 2022 será el año europeo de la Juventud. Los menores de 20 años de esa generación de la UE, que acaba de emitir deuda conjunta para financiar los fondos Next Generation, nacieron ya en una Europa con una unión monetaria en la que comparten moneda 340 millones de ciudadanos de 19 países distintos. Este sábado el euro cumple dos décadas desde su puesta en circulación.

El 1 de enero de 2002, los españoles despedimos la peseta para dar la bienvenida definitiva al euro. En realidad, la divisa europea había nacido dos años antes y ya era la moneda oficial en los mercados financieros, pero hubo que esperar 24 meses para que aterrizara en la economía real.

Mucho ha llovido desde aquel Año Nuevo en el que José María Aznar era presidente del Gobierno, con Rodrigo Rato como vicepresidente y ministro de Economía y Cristóbal Montoro como ministro de Hacienda. Jaime Caruana estaba al frente del Banco de España y Wim Duisenberg presidía el casi recién creado Banco Central Europeo (BCE), del que poco después tomaría las riendas Jean Claude Trichet.

España contaba por entonces con un miembro en el comité ejecutivo del BCE: Eugenio Domingo Solans. En la hemeroteca de la institución en Fráncfort todavía se puede leer un discurso que pronunció el ya fallecido economista catalán meses antes de la llegada del euro, una puesta en circulación que definió como "una operación logística compleja e importante" con la que culminaría el proceso de Unión Monetaria Europea.

Para participar en ella, fueron muchos los deberes que tuvieron que hacer los españoles. Hace 20 años algunos ya estaban hechos -los que fijó el Tratado de Maastrich-. Pero había que superar otro escollo (en especial, para los más mayores): pasar de pesetas a euros y a céntimos de euro toda la cesta de la compra.

"Tenemos que hacer comprender que la introducción de los nuevos billetes y monedas en euros no sólo es necesaria sino ventajosa para todos. No voy a negar que la operación nos causará a todos algunas incomodidades, pero no cabe ninguna duda de que va a valer la pena", había advertido Solans.

Para crear esa conciencia colectiva, el Ministerio de Economía lanzó una campaña que muchos lectores aún recordarán. Unos muñecos de plastilina dieron vida a 'los García', protagonistas de los anuncios televisivos con los que se explicó a los ciudadanos que el euro nos traería "certeza" y "estabilidad".

Los García. Spot para la entrada en circulación del euro.

Los García. Spot para la entrada en circulación del euro. EL ESPAÑOL Invertia

Sin embargo, en opinión de muchos españoles, lo que trajo el euro fue una subida de precios. Hace 20 años tomarse un café con leche en España en una cafetería de barrio costaba entre 100 y 120 pesetas (entre 0,60 y 0,72 céntimos). Hoy tomarse esa misma taza en un establecimiento similar cuesta entre 1,20 y 1,30 euros.

Cada vez que el euro cumple un lustro, los medios hacen la tarea de comparar precios. Y entonces se recuerda que en 2001, comprar un abono de metro en Madrid costaba 700 pesetas (4,25 euros) y ahora 12,20 euros. La misma sensación se tiene cuando se repasa el precio de una entrada de cine o de una barra de pan.

Eso es lo que ha quedado en el imaginario colectivo. Pero lo curioso es que el euro ha ayudado a controlar la inflación en estas décadas. Es más, si algo se puede criticar al BCE en esta última década es que "se ha pasado de contener la inflación", explica el economista José Carlos Díez. Hay consenso con esta idea, aunque ahora la inflación sea alta por la crisis de la energía y los efectos secundarios del arsenal monetario que ha habido que sacar para combatir dos crisis. Como muestra la gráfica, con la entrada en el euro, España dejó atrás los sustos inflacionarios de las dos primeras décadas de Democracia.

¿Cómo es posible esa diferencia entre lo que muestran los datos y la percepción ciudadana? Con la conversión de las pesetas a euros, en un primer momento, los precios sufrieron un 'efecto redondeo' que encarecieron la vida a un nivel muy superior al que crecieron los salarios. Fue después cuando la moneda común hizo posible la estabilidad de los precios.

Es más, productos como la ropa o los ordenadores son hoy más baratos que hace 20 años. Por no hablar de otros servicios, como una llamada telefónica, recuerda el analista financiero Juan Ignacio Crespo.

En realidad, la culpa de aquel subidón de los precios no fue solo del cambio de moneda, sino de la burbuja inmobiliaria que presionó al alza el coste de las cosas por el aumento de la demanda. El error de España fue no aprovechar aquella bonanza para invertir en tecnología en lugar de apostar por el ladrillo. Eso hizo que a largo plazo, se acabara con la convergencia en nivel de vida que se había acelerado gracias al trabajo hecho para cumplir con los objetivos de Maastricht.

Precisamente, la estabilidad de precios fue uno de los cuatro criterios de convergencia económica que España tuvo que cumplir para entrar en el euro. El Tratado de la Unión Europea también exigía tener unas finanzas públicas saneadas y sostenibles, estabilidad en el tipo de cambio y unos tipos de interés a largo plazo que no excedieran en más de dos puntos a los de los tres Estados con mejor nota en control de los precios.

Cumplir con ese acuerdo, más conocido como Tratado de Maastricht, fue una de las grandes prioridades del Gobierno de Aznar cuando llegó al poder en 1996. En el ecuador de su segundo mandato, el esfuerzo daba sus frutos al unir nuestra moneda a la alemana, que es el país que da al euro la "certeza" y "estabilidad" de la que hablaban los García en su anuncio.

Una obra inacabada

En 2001, Solans también comparó la llegada del euro con "lo que ocurre cuando hacemos una reforma en nuestra casa: mientras duran las obras soportamos inconvenientes, pero luego nos quedamos contentos con el resultado obtenido y pensamos que fue una lástima no haberlo podido hacer antes".

Diez años después, los europeos supimos que los arquitectos de aquella reforma no aislaron bien el tejado. La gran crisis financiera de 2008 provocó una fuerte gotera que estuvo a punto de derrumbar la casa de la divisa común cuando cumplía una década, en 2012.

Sin embargo, esto no fue culpa de la moneda, sino de la fragilidad de la unión política y de los errores de política monetaria a los que Mario Draghi tuvo que poner remedio como sucesor de Trichet como presidente del BCE. Fue en el verano de 2012 cuando el italiano pronunció las que pasaron a la historia como sus "palabras mágicas". Draghi sacó el arsenal y afirmó que el BCE haría todo lo posible para proteger el euro y la crisis de deuda europea -en la que agonizaba España- llegó a su fin.

Reparada aquella avería, cuando ha pasado otra década, los europeos somos conscientes de que la unión monetaria sigue estando incompleta: falta reforzar la convergencia económica entre los 19 países de la eurozona, un Tesoro común que mutualice deudas, completar la unión bancaria para que los depósitos de todos los europeos tengan el mismo respaldo y ceder más competencia fiscal.

El euro y la Covid-19

Sin embargo, mientras se busca arquitecto para terminar la obra, ser un país del euro sigue siendo una gran ventaja para los españoles. Así se ha visto en la pandemia. Sin el paraguas del BCE no habría sido posible alcanzar un nivel de deuda pública del 122% del PIB para un país como España.

"El Banco de España no habría podido emular la actuación del BCE en 2020 porque habría perdido toda su credibilidad. Los alemanes nos dan un marchamo de credibilidad del que nos beneficiamos los españoles", señala Crespo. Sin embargo, el experto advierte al mismo tiempo que todavía nos falta por asumir la factura de la creación de dinero por parte del banco central en esta última década. Algo que llegará en forma de inflación (ya se podría estar viendo) o de incrementos en los tipos de la prima de riesgo cuando se frenen las compras de deuda.

Jean Claude Trichet cede el testigo a Mario Draghi (2011) y este a Christine Lagarde (2019).

Jean Claude Trichet cede el testigo a Mario Draghi (2011) y este a Christine Lagarde (2019). EL ESPAÑOL Invertia

Controlar esos daños es el gran reto de las autoridades monetarias en Europa para esta próxima década. Pero, de momento, el BCE y la Comisión Europea celebran estos días que gracias al euro los europeos hemos disfrutado de una inflación baja y unos tipos de interés bajos (que nos han ayudado a comprar casa con hipotecas asequibles para todos).

Compartir moneda también nos ha permitido reforzar la capacidad para exportar al quitarnos el hándicap que suponía para algunos países la divisa local en la internacionalización. Y además, en estos últimos años, hemos viajado por 19 Estados sin tener que pagar comisiones por el cambio de moneda y sin necesitar una calculadora en el bolsillo.

El euro es hoy la segunda moneda del mundo con más reservas, por detrás del dólar. Y, con Christine Lagarde al frente, el BCE sigue gozando de credibilidad en el mercado.

Sin embargo, la falta de convergencia entre sus economías sigue siendo su gran punto débil y el motivo por el que un país como España no puede perder de vista los movimientos del nuevo canciller alemán Olaf Scholz, ni del nuevo presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, en momentos de fragilidad económica como el actual. Y es que el euro fue una gran cesión de soberanía que unió el destino de 19 países muy diferentes. Si uno entra en crisis cuando el resto crece, el tren que conduce Fráncfort puede volver a amagar con descarrilar.