Desde su atalaya de haber sido testigo directo de la entrada de España en la Unión Europea y también de la negociación que antecedió al rescate financiero de 2012, el ex banquero Juan María Nin  -exconsejero delegado del Sabadell y de CaixaBank- ha querido en su nuevo libro Por un crecimiento racional. De la gran recesión al estancamiento: Soluciones para competir en un mundo digital, pasar a la acción y no quedarse en una mera reflexión.

Da la impresión de que estamos saliendo de la crisis, aunque manera poco sólida, incluso “anémica”, ¿es así?

En el final de un ciclo, en el que se había usado y abusado del crédito, y con los abusos previos, primero de la burbuja tecnológica y luego de la inmobiliaria, el sistema financiero salta por los aires. Y se recurre a una política extrema que no arregla la crisis. Solo permite ganar tiempo. Y en ese bonus de tiempo lo que se plantea es una acción colectiva, por parte de los gobiernos, de acometer grandes reformas estructurales.

Pero existen diferencias entre Estados Unidos y Europa…

Efectivamente, en Estados Unidos, en ese ciclo corto, con la Administración Obama, se pasa del abismo -casi la suspensión de pagos- a un sistema con un pleno empleo, de la calidad que sea. Hay un saneamiento del sistema financiero. Hay una exigencia regulatoria para los bancos a todos los niveles, se mete mano al shadow banking, se sanea el sector asegurador.  Hoy Estados Unidos emboca a una economía que es capaz de asumir subida de tipos, aunque sea de manera muy prudente.

Y en Europa, ¿qué pasa?

En Europa, vamos tarde. Haya algunos países que están en línea con la nueva normativa. Han hecho los deberes, aunque haya que darle una vuelta de tuerca con Basilea IV. Nos queda poco. Se ha avanzado como nunca, pero nos queda un recorrido importante de tipo práctico.

¿Entrarían ahí las dudas sobre ciertas disfunciones?

El sistema es frágil. No estamos a salvo. En Italia, por ejemplo, se dice que hay una necesidad de provisiones importante de capitalización. Y, probablemente, en Alemania también. No se puede hacer todo de golpe, aunque es cierto que lo han hecho los países nórdicos o lo hayamos hecho en España. Y queda algo. Pero, en conjunto, en Europa estamos en una situación frágil porque las consecuencias de la crisis han producido un apalancamiento ideológico.

¿En qué traduce eso?

En que todo está mal, se dice. Existe una sensación de que todo está podrido. Y es algo muy injusto y tiene un riesgo moral muy importante para el conjunto de los ciudadanos y de las instituciones. En vez de examinar el error y las causas de éste, se ha entrado en una zona posterior de autojustificación por la búsqueda de culpables.

¿Y cómo salimos de aquí?

Pues se sale con la recuperación de valores y la objetividad en el análisis. Se sale de ahí con el debate de las ideas. Se trata de recuperar el espíritu fundacional de Europa para evitar que sigan adelante los extremos ideológicos que han proliferado a derecha e izquierda, que, curiosamente, convergen en algunos puntos, abogando por su posición contraria al TTIP o la aplicación de nuevas barreras.

Habla en su libro de la existencia actual de un ‘rumbo de colisión’. ¿A qué se refiere con ello? ¿Es superable?

Creo que lo podemos superar, pero deberíamos prestar mucha atención a los populismos muy sesgados a la derecha, como Polonia, Rumania o Hungría, u otros a la izquierda, que recuerdan una etapa pasada, que superamos después de la Segunda Guerra Mundial, con una Europa democrática y de valores sociales. Si nos caemos por esos caminos, vamos a sufrir mucho.

La palanca para convertir todas estas cosas es convertir lo que se ha hecho mal en una extensión al conjunto de la sociedad. En este sentido, hay que evitar expresiones como la del primer ministro holandés de hace unos días relativas a que los españoles nos lo hemos gastado todo en bebidas y mujeres. Es un insulto a la ciudadanía española, al sacrificio de la juventud española, a las clases medias españolas y a los jubilados españoles.

Somos un país que hemos recibido 7 millones de inmigrantes, que hemos sabido integrar y hemos hecho un ejercicio enorme de transformación. Por ello es inaceptable que demos una imagen basada en algunos errores. Debemos analizarlos, sí, pero no demos pie a que desde fuera digan estas cosas y activemos palancas populistas que no se corresponden con la realidad.

¿Qué significa eso de cabalgar el tigre a nivel económico?

Corregir la deuda va a seguir necesitando mucho tiempo. Hay que buscar nuevos inputs de productividad porque una parte enorme del bienestar social existente no está construido ni sobre el capital ni sobre el ahorro. Está construido sobre un exceso de deuda. Esto solo se puede mantener, sin seguir deslomando el futuro de las siguientes generaciones, tocando los ingresos.

¿Cómo? Desregulando, fomentando la iniciativa privada, mejorando la educación, aplicando la justicia, recuperando la confianza, porque la economía tiene mucho de psicológico, mucho de valores. Y yo digo: ir hacia un crecimiento económico desde la sociedad, que no venga impuesto por decreto ley. Se han agotado las políticas de demanda. Hemos ido al final de ciclo. Y toca hacer crecer los ingresos.

¿En ese futuro crecimiento, se va a mantener en Europa la excesiva bancarización?

La madre de la batalla es que hemos aprendido que un sistema económico muy bancarizado no funciona. Teniendo en cuenta que la economía actual va a necesitar de más capital y de más instrumentos de deuda a largo plazo, porque el sistema no soporta el cortoplacismo en el que estamos instalados, se exigirá un mercado de capitales mucho más desarrollado.

¿Cómo está actualmente ese mercado?

Si tú quieres ampliar capital o que te compren deuda pasa, necesariamente, por un mercado de capitales mundial que está en manos americanas. Si queremos desvincular más la correcta financiación, con menos deuda y más fondos propios, hay que fomentar un mercado de capitales europeo.

Se lleva hablando mucho tiempo de este mercado, pero da la impresión de que no se acaba de avanzar en este terreno…

Para que exista esto necesitamos bancos que estén a la altura de las grandes instituciones que controlan hoy los grandes mercados de capitales. Esto lleva a grandes fusiones bancarias transfronterizas. Podemos no hacerlo, pero seguiremos a expensas de la presión de capital que viene de Estados Unidos y también de China o India.

¿Qué opinión le merecen los millennials a nivel empresarial?

Van por el buen camino. Se han adaptado a las nuevas circunstancias. Cuando yo salí de la universidad, los listos decían que había que endeudarse mucho y contar con poco capital. Esto ha cambiado por completo, porque la fragilidad del sistema al final siempre te da malas noticias. A base de acumular deuda, al final acaba petando.

Por ello, se montan las empresas con cero crédito. Hacen rondas de capital y salen adelante. La crisis ha obligado a cambiar patrones de comportamiento, pero también existe una nueva moral, una manera de ver la vida más positiva, más próxima a mi visión. Más ahorro, más capital, menos exhuberancia.

Me ha sorprendido que vea lógico el brexit, ¿por qué?

El movimiento del brexit me parece de una gran honestidad por parte de los británicos. El Reino Unido nunca aceptó la unión política, y ha sido muy honesto al irse de un proyecto que no compartía. Ahora sí estamos en disposición de ir hacia una unión política, y, por tanto, recuperar la unión económica y fiscal. Pero esto no se puede hacer con 27 países. Para ser prácticos hay que hacerlo a varias velocidades. Y no pasa nada.

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