José Manuel Leceta habla en nombre propio. Tiene currículum para hacerlo: ha vivido en países como Finlandia, Francia, Japón y Hungría (donde está la sede del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, del que fue el primer director) y en entidades como el CDTI, la Agencia Espacial Europea, Red.es y el mencionado EIT.

Ahora está enredado en acabar su doctorado, preparando la defensa de su tesis, mientras habla de su libro, el más reciente que ha publicado, Innovación fractal. Y ya de paso, analiza el momento de la innovación en España y en el mundo: "En España tenemos el modelo lineal, que lo llamamos I+D+i. Lo que quiere decir que la innovación surge de la I+D. Y esta es una idea abandonada en la academia. Y en las empresas, desde luego, está todo el mundo innovando en abierto, pensando en conectar con ecosistemas, con aceleradoras, con startups…". 

Del título provocativo de su libro reconoce que apenas hay mención nada más que "en el capítulo de conclusiones". Explica a D+I que pretendía "darle una estructura de conjunto, con la que se podría hacer un caleidoscopio. Pero, al final, conectando los puntos de todo, me pareció que una metáfora interesante podría ser el fractal: una estructura que es un objeto que responde a un patrón, que se reproduce a diferentes escalas. Por ejemplo, un helecho es un fractal. Cada uno de ellos parece una rama y luego te acercas a la rama y parece que es una hoja y así…".

Leceta trata de explicar los factores y elementos que intervienen en los procesos de la innovación. De lo que es la propia innovación, de cómo armarla, de la metodología… "Lo veo más en relación con los activos", dice. "Es verdad que también en relación con las metodologías, todo esto ha cambiado mucho. En la escuela de ingenieros de 'teleco' había un libro de referencia, titulado La gestión de la innovación y la tecnología en las organizaciones [Antonio Hidalgo Nuchera / Gonzalo León Serrano / Julián Pavón Morote], sobre la gestión de las patentes, de los proyectos. Eran herramientas de escuela de negocios, la gestión de los proyectos en el ámbito de la información. Ahora las metodologías son otras".

"Ahora hablamos de link, de blue oceans, de design thinking….", prosigue. "Ha cambiado mucho, hay metodologías en todo esto. Lo que yo planteo es más la cuestión de la diversidad. Que necesitas integrar aquello que es distinto para terminar haciendo algo grande. Y yo creo que eso es así en casi cualquiera aventura humana".

Seguimos viendo la innovación como un subproducto de la ciencia, que tiene que ver con los tecnólogos, con los especialistas. Pero la innovación es un asunto de todos.

"La innovación va de personas: esto es algo que yo viví saliendo del CDTI, que era una organización donde la innovación era sinónimo de empresas y proyectos. En el EIT descubrí que era fundamentalmente un fenómeno humano. Que tiene que ver con la gente. Y no es un asunto de especialistas. Lo formulamos mal. Seguimos viendo la innovación como un subproducto de la ciencia, que tiene que ver con los tecnólogos, con los especialistas. Yo planteo que la innovación es, como el deporte, un asunto de todos. Porque todo el mundo puede innovar", asegura.

"La innovación no es sólo tecnológica. Es también no tecnológica. Puede ser organizativa, puede ser comercial, puede ser modelos de negocio. Todo el mundo puede tener una buena idea. Y tan importante como tenerla, tener el coraje para llevarla a la práctica. Tener una idea no es innovar, es idear. Ejecutar la idea, para lo cual hablamos también de actitudes, es lo que caracteriza a un innovador. Una buena idea que es capaz de generar impacto, de generar negocio, o valor".

La pregunta es, entonces, si la innovación se puede plantear directamente como una decisión del Gobierno: vamos a crear un nuevo modelo productivo… "Yo soy bastante explícito en la crítica al modelo lineal. Todo el mundo está innovando en abierto y construyendo un ecosistema o un sistema de innovación. Y, sin embargo, en las políticas seguimos aplicando ese modelo y confundimos la realidad con los deseos. Me gustaría tener un país high tech, pero eso… Como decía Ortega, si la historia del progreso es la historia de la ciencia, ¿por qué tarda tanto? Porque es que llevamos un tiempo y no va a funcionar. O sea, no está funcionando".

Cómo cambiar los modelos

Razones para la crítica: "Con una estructura productiva como la que tenemos, condenar a todas las empresas a colaborar con la academia es maximalista y, además, suicida. Sabemos desde los años 80 que las fuentes de innovación son distintas para distintos sectores. Hay sectores intensivos en conocimiento, como en el caso de la farma, de la aeronáutica… que son high tech. Pero luego hay otros que no… Las empresas reconocen, cuando haces una encuesta en España, que sus primeros socios a la hora de innovar son los suministradores, después los clientes y, por último, aparece la academia. En las políticas de innovación estamos al revés, estamos dándole la vuelta".

¿Cómo cambiar esto? "Habría que tener el coraje de construir políticas de abajo arriba, de manera más cómplice con los sectores empresariales. Encuentro una gran desconexión entre declaraciones de propósito macro y luego la realidad de las convocatorias, que son siempre las mismas. Estamos siempre en el modelo lineal, desarrollando capacidades. No se tocan temas de desarrollo de mercado, de regulación amigable… a todo eso España no ha llegado. Otros países están ya en esa generación de instrumentos de política de innovación".

Además, percibe que "hay una gran desconexión. Se dice: vamos a cambiar el modelo productivo, pero estamos viviendo a espaldas de las empresas que tenemos. Es todo muy aspiracional en la política: grandes planteamientos, pero luego un poco triste en el desarrollo de estos instrumentos, que son siempre los mismos".

En palabras del periodista, para que no haya confusión, aquí nos planteamos cuánto dinero va a poner el Gobierno. Y todo el mundo espera lo suyo de esos 70.000 millones 'a fondo perdido' que se esperan de Europa. "Las empresas y la lógica empresarial deberían entrar también en el diseño de las políticas. No sólo en la ejecución", replica Leceta. "Y es que se confunde como que la innovación es ciencia y la ciencia es financiación pública: es algo más que eso. Todo eso es necesario a veces, pero no siempre. Y además hace falta acceso al talento, acceso al mercado, acceso a una regulación que haga posibles determinados tipos de innovación".

Hace falta acceso al talento, acceso al mercado, acceso a una regulación que haga posibles determinados tipos de innovación.

Fijándose en otros modelos subraya que "lo que hacen otros países es evaluar con frecuencia los programas. Y aquí no se hace. Encuentras cantidad de manos dispuestas a cortar la cinta de no sé qué convocatoria que se va a lanzar, pero luego no aplicamos ingenio a evaluar para aprender de la ejecución de las políticas y crear un corpus de conocimiento en gestión de la innovación y de las políticas de innovación. No se hace y es una pena, porque se podría aprender mucho de lo que ha ido bien, lo que sería mejorable, lo que hay que descontinuar".

Considera que falta hacer una transición "de los grandes pronunciamientos, que siguen siendo esencialmente los mismos. Que se plantee esto de ‘vamos a cambiar el modelo productivo’ es crear una expectativa que no se va materializando y eso puede dar al traste con la fe que en este momento pueda tener un país como España en todo esto. Y ya son muchos años ya, que se está hablando en términos tan grandilocuentes".

Plantea que ese modelo sólo vale para "sectores que necesitan mucho de la intervención pública. Estamos hablando finalmente de subvenciones. Y habría que diseñar mucho mejor los instrumentos para ver de qué manera las empresas son capaces de liderar. Incluso que las empresas formaran parte del diseño de las políticas. Esto se hace en laboratorios de cocreación de políticas, ‘policy labs’. La propia Comisión Europea tiene un laboratorio de políticas del JRC, donde se impone la lógica empresarial desde el principio en la política".

"Ahora mismo, lo que vemos son convocatorias que salen de gabinetes ministeriales, o de entidades administrativas y al final, no sé…", añade. "Nos perdemos lo más interesante que es hacer de esto un tema que sea de todos. Para eso hay que ser humilde, hay que compartir la iniciativa y eso también lo tienen que hacer las entidades públicas".   

Otra duda: ¿es perezosa la sociedad española para lanzarse a cambiar las cosas? "Hay también una cuestión generacional o cultural", responde Leceta. "Es otro tema en el que podríamos aprender mucho en políticas comparadas entre países. Todos tienen su trayectoria, todos son distintos, pero ahí hay un espacio de aprendizaje mutuo".

Comparación con otros países

"Hay países que están muy bien situados, por ejemplo Estados Unidos. Las academias de Washington hacen ese tipo de comparativas. La OCDE es en buena medida un think tank de los países… En los países escandinavos, o en Israel, coincide también con el desarrollo de país. Israel ha sido la construcción de un país, que es un asunto también generacional: había que buscar algo que ofrecer a la diáspora judía, científicos y militares que venían de Rusia y de otros países y supieron aprovechar eso. Y no era nada fácil. Podías pensar y esto cómo se hace que venga gente en edad de prejubilarse y se hacen emprendedores". 

Otro caso que conoce de primera mano: en Finlandia la clave es la educación: "Siendo un país pequeño se ha aplicado esto de que la innovación va de personas: la primera política de innovación ha sido la educativa. La forma, la excelencia y la actitud con la que educan. Y eso cambia muchas cosas. Otro caso interesante que se suele citar es el de Corea…"

Corea, explica, "tiene unas características geográficas, de población con un origen rural… ¿Por qué Corea sí y España, no? Es también una diferencia cultural: Corea está entre Japón y China. Y nosotros estamos entre Francia y Alemania. Entonces, es cosa de sentir la necesidad… La mayor parte de los procesos de cambio fracasan porque no sentimos la necesidad. Y Corea, claro que sentía la necesidad, con una historia tan azarosa en el siglo XX".

¿Y qué hacemos con España?

"Tendrá que encontrar también su camino. Para eso, hay que planteárselo. Y ahora, con los fondos europeos, estamos como ante otra gran promesa: de repente parece que está ilusionando a todos. Pero vamos a pensar que no son sólo los fondos. Imaginemos que no se ejecuten todos los fondos… Siempre es mejor empezar a andar el camino que quedarte donde estás. Incluso equivocándote puedes acertar. Aunque te equivoques en una parte, siempre acertarás en otra".

“Pero lo contrario también es cierto” se responde a sí mismo. “Christiansen dice que, a veces, haciendo lo correcto terminas por equivocarte. Es cuando habla de innovación disruptiva. Si sigues a tus clientes, o si seguimos siendo clientelares en la forma de acceder a las ayudas públicas, las prebendas empresariales, puedes terminar por equivocarte.  Hay que hacer algo que no te pide nadie, por vocación, por voluntad o por convencimiento".

"Vamos a pensar qué podría pasar, aplicando un poco más de ingenio aquí. No hay que confundir emprendimiento con autoempleo", precisa. "A veces se habla de emprendimiento innovador o de innovación emprendedora, como combinación de las dos cosas. Emprendimiento como disposición para cambiar algo e innovación es introducir una idea con éxito".  

Y entonces, como método de política innovadora, para repartir los millones de Europa, ¿juntamos a políticos, empresarios, expertos, y los echamos juntos a andar, a la vez?

"Eso es lo que tienen en Suecia. El Consejo Nacional de Innovación. No hay que confundir la agencia de innovación, para la ejecución de las políticas, con la función de diseño, de gobernanza del sistema. En Suecia tienen las dos cosas, agencia de innovación y un consejo, separado del de ciencia e investigación. Lo preside el primer ministro, están los ministros responsables, no sólo de la oferta de capacidades, como educación, ciencia… y están también los ministerios de demanda de innovación. Y esa es la mitad del consejo. La otra mitad son expertos independientes.  Un tecnólogo, un investigador, un emprendedor… Y, claro, los diseños que salen de ahí son muy diferentes".

Leceta pone énfasis también en que "las actitudes se contagian y necesitas también entornos culturales. Llegas a una empresa y dices, ¡caramba, qué ambiente hay aquí, qué ilusión! Y eso no deja a nadie indiferente. Es muy difícil que llegues a una empresa y no termines contagiándote, en mayor o menor medida, de la forma en que se hacen las cosas. Lo mismo ocurre en cualquier fenómeno social. Los argumentos puedes comunicarlos, con mejor o peor fortuna, las actitudes siempre se contagian".

"La innovación es una habilidad social, porque necesitas aprender de los otros. Un factor humano, o un fenómeno humano, pero también un fenómeno social", concluye.

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