Hay pocas industrias que puedan presumir de crecer de forma imparable, sea cual sea la circunstancia o el entorno del que se vean rodeadas. En estos momentos, muchos analistas hablan de una moderación del crecimiento global, de ralentización en multitud de sectores, a causa de la más variopinta y compleja de las combinaciones: guerras en Ucrania y Palestina, tensiones en el Mar Rojo, tablero electoral incierto a escala mundial, el clima asfixiante entre EEUU y China... Sin embargo, hay un mercado que parece inalterable a todo ello: el digital.

No es que se trate de una industria ajena a su contexto, nada más lejos de la realidad. La pandemia supuso un importante acicate en el despertar de las inversiones en tecnología para, posteriormente, dar paso a un 2022 de ajustes y redefiniciones por doquier. Pero la constante se mantuvo: a pesar de los retos individuales de cada empresa y del comportamiento en los parqués, el sector en su conjunto no ha dejado de crecer año tras año.

Los datos están ahí, al alcance de la mano. En 2023, la industria tecnológica facturó 4.678.847 millones de dólares, un 3% más que en el convulso año anterior. Son datos de la firma de análisis Gartner, en los que hablamos de dinero contante y sonante, no de expectativas de inversores en bolsa, aspiraciones futuras a alcanzar con la inteligencia artificial o de comentarios de barra de bar. Más reseñable todavía es que todos los segmentos de actividad que engloba esta heterogénea industria (centros de datos, software, servicios y comunicaciones) crecieron de forma sostenida, con la única nota en rojo de los dispositivos -PC, smartphones, tablets...- que viven su particular caída en desgracia motivada de su inapelable e inevitable commoditización.

Para 2024, con un entorno cada vez más incierto y complejo, la industria tecnológica espera batir récords una vez más. Según las previsiones, el mercado digital crecerá un 7% este curso, hasta rondar los 5.000.000 millones de dólares de facturación. Incluso el segmento de dispositivos de consumo crecerá un 5%, impulsado -como explicaba recientemente Alberto Ruano (Lenovo)- por la renovación y mejora de los equipos comprados a toda prisa durante la pandemia. 

También se producirá un sorpasso digno de consideración: los servicios de comunicaciones -donde se engloban desde fabricantes de hardware a los operadores de telecomunicaciones- perderán su lugar destacado en la tarta en favor de los servicios TI, cada vez más fundamentales conforme avanzan los despliegues en la nube y se apuesta por soluciones más avanzadas como Internet de las Cosas o la propia inteligencia artificial. Prueba de ello es que la parte de software, asociada irremediablemente a la anterior, es la que más crece (+13%) un ejercicio más y superará ya la barrera psicológica de los 1.000.000 millones de dólares.

¿Significa esto que el mercado tecnológico sea algún tipo de ser extraño que albergue poderes de inmutabilidad y predominio por encima de la media? En absoluto: lo que estamos es ante el comienzo de una revolución económica que tiene su sustento en un mercado que seguirá creciendo a medida que se digitalice el resto de tejidos productivos. Cuánto tiempo y cuál sea el calado de este proceso son cuestiones que un servidor, humilde escriba, no se atreve a aventurar.