El otro día Alexa, el asistente de voz de Amazon, me contó este chiste: 

P: ¿Sabes por qué los informáticos llegan tan alto?

R: Porque están en las nubes.

Está claro que la tecnología que hay detrás ha evolucionado bastante desde su nacimiento, pero también lo está que es claramente mejorable. Más aún si tenemos en cuenta que quiere humanizarse un poco.

Y hablando de humanizarse, llevamos unas cuantas semanas seguidas con dolorosas noticias sobre despidos en grandes empresas tecnológicas: Amazon, Alphabet, Meta, Microsoft, Salesforce, Cisco, por citar algunas. Estamos en pleno frenazo económico y esto hace que muchas empresas se tengan que enfrentar al eterno dilema: dónde recortar costes y dónde seguir invirtiendo. Por ejemplo, cuando pensamos en cloud computing, vemos claramente que después de años de crecimientos mayúsculos entramos en una fase de racionalización, en la que las tecnologías habilitadoras de estrategias multicloud reales seguirán experimentando grandes crecimientos.

Pensando en la convergencia de la tecnología y  el medio ambiente, sabemos que ser sostenibles facilita que las compañías minimicen su huella de carbono, reduzcan sus costes, incrementen su productividad y mejoren su imagen de marca ante unos consumidores cada vez más preocupados por el futuro del planeta.

Es en este punto en el que creo que no debemos olvidar que, como nos recuerda de vez en cuando el conocido economista Nouriel Roubini (autor de Megathreats: the ten trends that imperil our future, and how to survive them), “la solución a todo problema tiene que empezar por la tecnología”. Si lo trasladamos al dilema mencionado más arriba, está claro que las empresas seguirán invirtiendo en tecnología, aunque viviremos un cambio hacia tecnologías menos de relumbrón marketiniano y más enfocadas a la optimización y a la eficiencia en el corto plazo; y a las nuevas áreas de crecimiento en el medio plazo.

Si pensamos en ESG, también nos enfrentamos a un dilema parecido, aunque en este caso el reto mayor es vencer la tentación de pensar que son inversiones prescindibles, innecesarias. Por suerte, según el estudio Deloitte 2023 CxO Sustainability Report, “durante el último año, los ejecutivos globales se han enfrentado a una serie de desafíos, incluida la incertidumbre económica, los conflictos geopolíticos, las interrupciones en la cadena de suministro y la escasez de talento, entre otros. A pesar de estos vientos en contra, la preocupación por el cambio climático sigue siendo una prioridad para los CxO y sus organizaciones”. Es una gran noticia confirmar que la preocupación por ESG no se reduce porque la coyuntura económica sea más difícil.

Para terminar, comentar que la semana pasada se celebró el World Economic Forum 2023 en Davos. No voy a entrar en el debate sobre el sentido que tiene celebrar una reunión tan elitista y sus derivadas a nivel medioambiental (igual que pasó con la COP27 en Egipto), pero sí que voy a apalancarme en sus poderosos mensajes sobre la fragmentación del mundo, sus implicaciones y algunas potenciales soluciones. En particular, quiero hacerme eco del mensaje de Christian Klein, CEO de SAP, cuando decía que en un mundo fragmentado, es la tecnología la que nos une; cuando insistía en que la sostenibilidad ha pasado de ser un impulsor de imagen a un imperativo social y económico.