¡Qué país tenemos! Cuando ganamos una medalla en esgrima aparecen por doquier especialistas en el arte de blandir la espada equilibrando el alma. Que unos tipos llamados epidemiólogos esgrimen estrategias para combatir pandemias, ¡sujétame el cubata!: ahí van en una servilleta de papel tres o cuatro claves para acabar con esto de los contagios de un plumazo.  Que nieva como nunca, ni se preocupen, de la nada aparecen urbanistas y arquitectos y técnicos en desastres naturales que recuperan el control de cualquier desastre en un santiamén.

Somos poco de profundizar, lo que nos va es plantear absurdidades como si fueran dogmas y además lo hacemos sin dudar, investidos de una autoridad popular que exhibimos como su fuera invencible, irrefutable.

Esta oleada de opinadores descriteriados ha alcanzado de lleno al supertema de los fondos europeos. Allá donde vayas habrá quien ya haya venido. Los hay que conocen a quienes ya han recibido fondos, otros aseguran saber de buena fuente que Bruselas no nos va a dar el dinero… Miren, más allá de las fronteras de la política, donde todo es arrojadizo, la verdad es que las cosas no funcionan como en el patio del colegio.

No debemos temer que Europa nos quite los fondos (hay reglas de exigencia y condicionalidad claras marcadas por la legislación europea que regula los distintos mecanismos que conforman el Next Generation EU), tampoco, como leo con estupor, que el mayor paquete de estímulos desarrollado en toda la historia de la UE, se vaya a repartir entre amiguetes, por enchufe, vamos.

Si bien es cierto que ahora todos los despachos y todas las oficinas y las grandes consultoras y las pequeñas consultoras se erigen en gestores y conseguidores y auditores y ejecutores de todo lo que suena a Europa, la verdad es que el control que ejercerá la UE debe ser suficiente para que las cosas pasen como tienen que pasar: con procedimientos, convocatorias, resoluciones y justificaciones ad hoc.

Otras de las grandes mentiras que escucho últimamente tiene que ver con el poder que parecen tener algunos para conseguir proyectos como por arte de magia: falso. No hay nada cierto todavía y los profesionales del sector deberíamos estar proponiendo un trabajo mucho más transparente: ¿tienen ideas? ¿son transformadoras? ¿se apalancan en estas políticas? ¿podemos medir su impacto en el corto plazo?, ¿hay coinversión? ¿quiénes son los socios? Si hay respuestas vale la pena avanzar, por el contrario, si hay que inventárselas, improvisarlas, mejor pasar página.

Tampoco se dejen impresionar por aquellos que tienen el calendario de las urgencias siempre en la mano. No hay más fechas límite que las pocas que se han publicado en relación con las escasas manifestaciones de interés que desde distintos ministerios se han ido publicando a lo largo de estos últimos meses.

Desconozco por completo si el Gobierno y las comunidades autónomas manejan otro cronos interno, pero, en todo caso, todo parece indicar que la partida aún durará: en los próximos meses veremos decenas de convocatorias de distintas entidades, tanto a nivel nacional como a nivel regional, que vendrán financiadas con cargo a las transferencias del MRR (el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia), el mismo que nos inyectará cerca de 80.000 millones de euros en los próximos tres años.

Un nuevo marco de ejecución diferencial

Es urgente empezar a diseñar un marco de ejecución diferencial. Nunca ha habido tanto dinero para ejecutar en menos tiempo, es cierto, pero ahora también parece que nunca ha habido tantos actores dispuestos a aparecen en la peli, aunque sea de dobles de los extras. El frenesí en el que se ha instalado la clase empresarial española es una locura: miles de empresas con enormes planes para casi todo buscando sin camino la vera de los fondos. La incertidumbre y la predicación de la eurobondad de última hora han hecho daño (la ilusión de muchos advenedizos se trocará en palo en breve, no lo duden).

Pero quizás podamos extraer algo bueno de esta burbuja de ideas: hay una enorme alerta, el papel de gobiernos y gestores es buscar y seleccionar propuestas inteligentes y transformadoras, aunar los intereses particulares y ubicarlos bajo las cariátides de un marco nuevo, sólido. ¡Claro que se puede hacer! Los pesimistas y los agoreros no son bienvenidos al debate sino participan para aportar mejoras.

 No ponerse manos a la obra ante esta ingente tarea es abonar el campo de la rumorología, de las verdades a medias (de las mentiras, vamos), así que poco margen deberíamos concederle al uso de todo esto como arma arrojadiza (en España nos lo arrojamos todo siempre hasta el ridículo).

Se están haciendo algunas cosas bien (las comunidades autónomas trabajan en el diseño de propuestas, los ministerios están lanzando convocatorias para identificar proyectos estrella, se está pensando en la desburocratización de muchos procedimientos…) y aunque hubiera sido partidario de la creación de una gran mesa en la que participaran todos los partidos políticos (las regiones ejecutarán gran parte de los fondos y en sus gobiernos autonómicos están presentes todos los partidos políticos), todavía estamos a tiempo de asumir esto con inteligencia colectiva: sin Europa y sin esta gigantesca inyección de fondos, el país, además de estar en bancarrota, no tendría guía para conectarse a la economía del mañana.

Algunas propuestas

1) Desarrollar un nuevo marco de convocatorias interregionales que nos permitan coser la economía de España y hacernos fuertes por sectores, por verticales. En una economía digital y conectada los proyectos tienen que aspirar a la interregionalidad.

2) La financiación debe estar ya lista: todas las entidades financieras podrían participar de un sistema de anticipos que permita empezar a ejecutar ya (uno de los riesgos que corremos, de hecho ahí estuvo la clave de la negociación con los frugales, es que tengamos que devolver lo que no podemos ejecutar).

3) Yo crearía una Oficina de Instrucción de Proyectos (OIP-Pipeline) para crear un marco especial para iniciativas de importe superior a 25 millones de euros. Se podría establecer una vía fast track para su análisis y puesta en marcha, priorizando la evaluación ex ante y la ejecución de KPIs previamente identificados.

4) La cofinanciación privada es fundamental, ponerle trabas a eso será bloquear el mecanismo entero. Hay que ser imaginativos y posibilitadores de la colaboración público-privada.

5) Todo no termina en este mecanismo, se acaba de aprobar un nuevo MFP para los próximos siete años. ¿Estamos pensando en una estrategia país para colocar las prioridades por mecanismos, regiones, anualidades? Deberíamos.

6) Las CC.AA tienen un gran oportunidad para modernizar la sanidad y la educación, principalmente a través del React-EU, pero también pueden actuar como catalizadores de proyectos. Si yo estuviera al frente de una CC.AA diseñaría mecanismos participativos para identificar proyectos y apoyar en su definición. ¿Manifestaciones de interés por sectores lanzadas por regiones? ¡Ya!

Me guardo algunas, que a este libro aún le quedan muchos capítulos… ¿Y si los popes me leen? 

*** Fran Estevan es escritor y fundador de la plataforma www.fondoseuropeos.eu