Perderse en los orígenes del significado de algunas palabras es un ejercicio extraordinariamente interesante y que esconde inesperadas sorpresas. Pongamos el caso de "epidemia", quizás el término más repetido en este 2020. La RAE remonta su nacimiento al griego con la equivalencia de "estancia en una población", mientras que investigadores como Luis Miguel Pino Campos y Justo Pedro Hernández González (de la Universidad de La Laguna)  creen que el concepto de "epidemia" podría traducirse en la actualidad como el de "visita" o "llegada a un lugar", especialmente de una personalidad relevante.

De ahí, como una enfermedad pasajera que viene y va por nuestras vidas, se identificó este término con el latín "pestis" y el resto, como suele decirse, es historia.

Siguiendo con esa línea, hoy en día definimos a una "pandemia", propiamente dicha, como aquella "enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región". Lo sabemos bien: la COVID-19 nos ha demostrado lo cruel y terrible que es una amenaza de esta índole. El problema es que, siguiendo esta definición, no este dichoso virus no es lo único de lo que tenemos que preocuparnos a corto plazo.

¿Acaso el cambio climático y todos sus efectos adversos no es una suerte de enfermedad? ¿Afecta o no a muchos -todos- los países? Parece que el desafío del calentamiento global podría considerarse perfectamente como la siguiente gran pandemia, aunque en este caso su carácter pasajero o de visita puede que se nos escape un poco.

Por suerte, la industria tecnológica está demostrando una visión amplia de este reto y no está olvidando su responsabilidad pese a los convulsos momentos que vivimos. En las últimas semanas, en las que hemos conocido las promesas chinas de ser neutrales en emisiones de carbono en 2060 o la prohibición en California de vender vehículos a gasolina en 2035, también hemos recibido con satsifacción los anuncios de Google (que se ha marcado el ambicioso reto de consumir solo energía limpia en 2030) o de Microsoft (que además de su ya conocido compromiso con las emisiones ahora quiere tener un "impacto positivo para el agua en sus operaciones directas de aquí a 2030").

No olvidemos que, en la era digital, los nuevos grandes consumidores de recursos energéticos ya no son las fábricas o las industrias pesadas que hasta ahora inundaban los cielos de negros humos: son los modernos centros de datos, de apariencia futurista y plagados de brillantes luces, los que marcan la pauta. Y en sus manos está evitar visitas indeseadas....