Si les hablo de nombres como Linde, Chart Industries, Inoxcva, Taylor Wharton o Cryofab seguramente pongan cara de circunstancias. "¿De qué demonios está hablando este chalado?", dirán. No son compañías conocidas, no están en la primera línea de la innovación pública, y sin embargo se reparten un negocio de 12.600 millones de dólares en todo el mundo. Es el mercado... de la criogenia.

Asociada en nuestro imaginario colectivo a unos cuantos iluminados que han decidido ‘conservar’ sus cuerpos para una supuesta posteridad, lo cierto es que es un segmento de actividad cuyos tentáculos se extienden a un sinfín de nichos en los que nunca habíamos reparado. No en vano, los vaporizadores criogénicos se utilizan para la vaporización de alto volumen y la regasificación de gases industriales -como el gas natural licuado- para liberarlos en un flujo controlado. En última instancia, esta tecnología nos permite convertir -mediante vaporizadores, principalmente- un gas en líquido y, de nuevo, en forma gaseosa. 

Asimismo,  el ámbito energético está aprovechándose de estas capacidades, ya que el almacenamiento criogénico es una de las grandes promesas para satisfacer la creciente demanda de electrificación y para sostener el siempre volátil modelo de fuentes renovables. Igual sucede con la fabricación de productos crioelectrónicos, con unas posibilidades que hoy por hoy apenas podemos arañar  pero que tiene mucho que ver con prolongar la vida útil de los semiconductores y con reducir la resistencia de los materiales gracias a la baja temperatura. Por si fuera poco, la criogenia también se usa para mejorar la recuperación de petróleo.

Y como elemento central de todo esto, encontramos al nitrógeno. Es el principal componente utilizado en tanques, válvulas, vaporizadores y bombas de criogenia, muy por encima de otras alternativas como el argón o el oxígeno. Un bien escaso -también se utiliza como fertilizante- por el que el mercado cada vez estará dispuesto a pagar más para mantener el particular despegue y democratización de la criogenia en el mundo. Y es que, más allá del sueño de la vida eterna, esta tecnología está configurando un mercado a tener en cuenta para los próximos años, con un crecimiento anual compuesto del 6,4% hasta 2025, cuando hablaremos de un lucrativo negocio de 17.100 millones de dólares, según MarketsandMarkets.

Dicho esto, ¿quién se apunta a la fiebre del nitrógeno? Abríguense y criogenicémonos en esta nueva ola de innovación a baja temperaturas...