Una Europa más justa para los trabajadores". Esta es la clave de bóveda del Manifiesto 2019-2023 de la Confederación Europea de Sindicatos, reunida hace unos días en Viena, con la asistencia de los máximos dirigentes de CCOO y UGT. Un repaso al programa de tres días de la conferencia y a los puntos más destacados del Manifiesto pone de relieve que los sindicatos europeos están sensibilizados hasta el extremo con la primera parte de aquella sentencia, la que habla de conseguir una sociedad más justa. Sus propuestas estrella quizás sean las de avanzar hacia un Protocolo de Progreso Social y, sobre todo, hacia una Asociación para la Negociación Colectiva. 

En lo que ahondan menos es en la segunda parte de la frase, la que da por sentado que vaya a haber "trabajadores" que se beneficien de esa Europa más justa. Solo hablan de la digitalización y la automatización de soslayo, en un punto en el que incluyen otros desafíos fundamentales como la crisis climática o la globalización. Aparte de eso, la ETUC, como se denomina la confederación en sus siglas en inglés, insiste en la letanía de reivindicaciones que se espera de ella como agregador de sindicatos.

Llama la atención en ese sentido su explícita reconversión hacia lo que podría denominarse un movimiento social, con enorme carga ideológica, en detrimento de su indudable condición de agente corrector, pero también colaborador, en la vida de las empresas. El auge del poder de las federaciones que representan a los empleados del sector público explicaría sin duda este indisimulado cambio de piel.

Es llamativo que mientras en Estados Unidos se habla de la decadencia del movimiento sindical porque los niveles de afiliación no superan el 11%, en países como el nuestro no se discuta la fórmula, e incluso se utilice como fulcro para rediseñar leyes -como si la revolución tecnológica fuera sólo una temporada de Black Mirror-, pese a que la afiliación a los dos sindicatos mayoritarios sólo alcanzaría el 9% haciendo trampas al solitario.

Quienes vivimos de cerca la actuación de las centrales sindicales, especialmente de UGT y CCOO, en la gran crisis industrial del periodo 2009-2011 somos testigos del enorme ejercicio de responsabilidad que llevaron a cabo los comités de empresa, mientras las cúpulas de los sindicatos retorcían muchas veces la realidad con visión política. Política sindical la llamaban.

Hoy es el momento de empoderar de nuevo a los comités de empresa para que contribuyan a salvar empleos y a promover su reconversión a la era digital. Porque los trabajadores son un aliado crucial, sin ellos, sin las plantillas, no hay cambio tecnológico. Lástima que de esto no hable el Manifiesto.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES

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