"El dinero es secundario para alcanzar un buen sistema de innovación y tecnología en un país con un fondo cultural potente", me escribe desde Estados Unidos nuestro colaborador Emilio Barberá a propósito del nombramiento de Pedro Duque. Y añade que en una cena profesional, Leonard Weiss, uno de los científicos estrella del Roswell Park Cancer Institute, había utilizado la metáfora del rascacielos. Requiere, "primero, unos planos precisos y una dirección técnica bien coordinada. Luego hay que financiarlo".

La imagen me viene a la mente al leer la presentación que hace del Marco Ético para los Datos (Data Ethics Framework), del Gobierno de Reino Unido, el singular ministro de lo Digital, Matt Hancock. Un político capaz de afear en público la conducta a Mark Zuckerberg de Facebook, de mediar en la batalla entre Comcast y Disney por Sky (uno de los puntos calientes empresariales del planeta, sin duda, reflejo del impacto de fórmulas como Netflix, ¿cómo acabará?) o de utilizar iglesias como antenas para llevar internet a las zonas rurales. "La ética y la innovación no son mutuamente excluyentes", dice Hancock en su breve introducción, "pensar cuidadosamente sobre cómo usamos nuestros datos puede ayudarnos a innovar mejor cuando los usamos".

No se trata estrictamente de una Summa Digital, pero como me dijo hace unos días Tim O'Reilly "en el siglo XXI, aprende el primero, no el último". No pasó inadvertido, en ese sentido, que Barack Obama se despidiera con un intenso informe que sentaba las bases políticas, éticas y empresariales del desarrollo de la inteligencia artificial. Mientras otros países occidentales reservan su actividad intelectual a debates que han perdido vigencia o la diluyen en una pura actividad legisladora, EEUU y Reino Unido se arrogan el liderazgo en el discurso ético sobre la revolución digital. Así lo aceptamos.

El Marco Ético para los Datos de Reino Unido se articula, por ejemplo, en torno a los principios de su Código de Servicio Civil: Integridad, Honestidad, Objetividad e Imparcialidad. Y sobre esos planos, siguiendo con la metáfora del rascacielos de Weiss, edifica un discurso ético con siete principios... y una guía de aplicación práctica. Desde ahora, el Marco es un un paso previo ineludible para cualquier decisión en el sector público.

"Los equipos deben trabajar juntos en el Marco antes de comenzar la fase de diseño o descubrimiento de un nuevo proyecto", dice. Iniciativas de este tipo descubren la nueva tarea de la Ética y la cultura como asistentes necesarios de la política. ¿Por qué no en España también?