El universo digital ha obligado a cambiar muchas cosas e incluso a los parlamentos a adaptar su legislación al respecto, como hemos visto con la ya famosa Ley de Protección de datos aprobada por el Parlamento Europeo (GDPR).

Este universo digital en el que las empresas y sus consumidores gravitan, especialmente en la galaxia del Silicon Valley, cuya influencia le convierte en referencia para el resto de los planetas, es la manera en la que se trabaja y desde dónde se hace. Un tema que es candente en el área de la Bahía por la imposibilidad de que las empresas puedan contratar talento local cuyos salarios astronómicos, nunca mejor dicho, obligan a buscarlo fuera, en otras galaxias lejanas.

Aquí ya no se trabaja, no hace falta, se puede trabajar en otro lugar. Este modelo de equipos de trabajo, de hecho, es ya una tendencia dominante entre startups y grandes empresas.

El universo digital en el que nos encontramos ha cambiado las reglas del juego para mejor. A veces la velocidad a lo que lo hace puede dar incluso vértigo, pero es una velocidad que hace que llegue a todos los planetas antes o tarde.

Las pymes ya se están concienciando de que pueden contratar a personal de secretaría en Filipinas pagando una fracción de lo que pagan ahora, y en Alemania ya contratan a ingenieros de España pagando una fracción de lo que pagan.

Los cambios que nos propone e impone el universo digital son cambios que dejan de ser el mañana para convertirse en el hoy. Cambian cómo funcionan los planetas y sus habitantes -sus clientes-, pero para bien.

Las legislaciones sobre protección de datos empezaron cuando la burbuja del movimiento puntocom estaba en su máximo esplendor a finales de los 90 -España pasó su ley en 1999-. Ahora, tras consolidarse el universo digital, y tras 20 años, el Parlamento Europeo adapta su realidad legislativa con otra ley más restrictiva adaptándose a la realidad entre empresa y consumidor.

Queda una pregunta: ¿podrán las legislaciones adaptarse a todos los cambios que propone e impone la realidad digital? Si la respuesta es sí, ¿cómo reaccionará ante esta tendencia que es ya presente y no futuro de tener a todos los empleados trabajando de manera remota?

Habrá que esperar. Algo parece evidente de todos modos: las leyes tendrán que adaptarse a la realidad digital y facilitar su función o no serán.