Pues Google ya ha descubierto sus cartas. No es que su interés por la inteligencia artificial sea nada nuevo, pero el gigante de Mountain View nunca había demostrado de forma tan evidente esta ¿obsesión? El Google I/O, de hecho, podría haberse llamado Google AI. Ah no, que la multinacional ya ha usado ese cambio de nomenclatura con su división de investigación (RIP Google Research).

Desde California nos llegan estos días presentaciones impresionantes con la inteligencia artificial como gran protagonista. Google Lens, que utiliza la cámara del móvil para identificar los objetos que nos rodean. Google Assistant, que ya mantiene conversaciones sin necesidad de utilizar el clásico comando de “Ok Google”. Google News, que busca las noticias más interesantes para cada usuario sin preguntar antes sus intereses. Hasta Maps nos hará recomendaciones para salir de nuestra ruta prestablecida y probar un restaurante cercano que seguro nos va a gustar.

El nuevo centro de control de Android también será más inteligente: podrá “entender” los hábitos del usuario mostrándole cómo invierte su tiempo con el teléfono, desde los minutos que dedica a cada aplicación hasta el número de veces que desbloquea el móvil o las notificaciones que recibe.

Todo esto con un objetivo: mejorar la vida de todos con la inteligencia artificial. Así ‘reza’ el gran evento anual de Google, pero ¿a qué precio? Todas estas novedades son, en principio, gratuitas. La multinacional nos ‘regala’ productividad y nuevas experiencias. ¿En serio?

"Ninguno de los ejecutivos de Google mencionó si se pedirán permisos adicionales para los nuevos servicios" 

Casualmente, cada uno de los servicios anunciados es una nueva vía para captar más datos de la vida privada de los usuarios. Durante los últimos 20 años, esa ha sido la constante de la multinacional: los datos. Ya sabe qué hacemos, con quién hablamos, dónde vamos, qué decimos y qué nos interesa. Nuestra información personal es el motor que mueve su modelo de negocios de publicidad y la inteligencia artificial es sólo una forma más de conocernos aún mejor. ¿Con nuestro consentimiento? Ninguno de los ejecutivos de Google en el escenario mencionó si se pedirán permisos o términos adicionales para los nuevos servicios.

Precisamente sobre su política de obtención de datos ha hablado con Wired. Con Lens, por ejemplo, la multinacional dice que almacenará una “pequeña versión” de la imagen que el usuario ve con la cámara del móvil. Assistant, por su parte, usa la inteligencia artificial para saber si el usuario está hablando con la máquina en lugar de con una persona y, entonces, guardará ese audio. Tanto las imágenes como el audio pueden eliminarse utilizando los controles de privacidad de Google, según ha afirmado la compañía al medio estadounidense.

Demasiada ambigüedad, quizás, en un momento donde la susceptibilidad es mayor que nunca. Cambridge Analitica ha despertado un debate que siempre, al menos fuera de Europa, se ha mantenido en un segundo plano. Tampoco ayudan algunas informaciones que colocan a Google en peor posición que Facebook.

Aunque los ciudadanos europeos queden resguardados de posibles intromisiones a su privacidad con la nueva ley de protección de datos, se abre un nuevo debate. Si los datos son el combustible de la inteligencia artificial, Google seguirá obteniendo petróleo del resto de países del mundo con regulaciones menos proteccionistas. ¿El resultado? Las empresas europeas se van quedando atrás en inteligencia artificial. Tal y como decía Andrés Pedreño, cofundador de IT&IS e impulsor de AlicanTEC, en INNOVADORES hace unos días: “En Europa tenemos las mejores leyes y no hay ni un solo gigante tecnológico, están todos en Estados Unidos y China, donde precisamente la legislación es muchísimo más laxa”. Los datos siempre tienen un precio, otra cosa es que sea justo.