Esta semana, charlando con un profesor de una importante escuela de negocios británica, surgió el casi inevitable tema del bitcoin como campo de batalla entre los economistas más clásicos y los nuevos gurús de un modelo disruptor cuanto menos, pero no exento de contradicciones y problemas de planteamiento que lo acechan de base. Su mayor crítica, no obstante, estaba en la tipología de personas que cayeron en las particulares garras del bitcoin: «Al principio eran los expertos de la comunidad informática los que negociaban con estas criptomonedas, pero luego se extendió a mucha gente que ni la entendía ni le importaba: sólo querían ganar dinero fácil, siendo el objetivo perfecto de una estafa piramidal en cuyo derrumbe todos los analistas confiamos».

Quizás la opinión de este profesional, comentada de forma informal, sea más dura o extrema de lo que a muchos les gustaría (aunque no muy lejos de los planteamientos de Bill Gates, Warren Buffet o el Banco Central Europeo, entre otros), pero es reflejo claro del enorme atractivo que el bitcoin y otras divisas digitales han ejercido en personas sin experiencia ni conocimientos suficientes para negociar en un mercado de divisas completamente volátil y, por si fuera poco, sin ninguna sujeción legal o regulatoria.

Gran parte de ese atractivo llegó a través de ambiciosas y agresivas campañas de publicidad en Internet, a cargo de diversas plataformas creadas prácticamente en exclusiva a sacar tajada de la burbujeante espiral en la tasa de cambio del bitcoin. Por eso es tan relevante el anuncio conocido esta semana de que Google prohibirá cualquier anuncio relacionado con las criptomonedas o las ICO (financiación para el lanzamiento de nuevas divisas digitales) desde el próximo mes de junio.

Se une así a Facebook en esta prohibición de enorme valor estratégico por mantener el sentido común en la Red pero, sobre todo, por salvaguardar a incautos y ambiciosos inversores dispuestos a jugarse sus ahorros en una arena que ni comprenden ni pueden comprender. A buen seguro que el dinero que puedan perder a corto plazo por la ausencia de estos anunciantes lo compensarán a largo plazo con la confianza y el agradecimiento social de poner coto a esta suerte de 'fiebre del bitcoin'.