Cuando la robótica imita el comportamiento de los animales hablamos de biomímesis. La tecnología se fija cada vez más en los insectos por su capacidad para adaptarse al medio. Drones avispa, robots cucarachas, abejas ciborg…son capaces de realizar tareas que los humanos no pueden hacer. Su tamaño, además, hace que los costes de experimentación sean menores que con un robot de grandes dimensiones.

Ahora llega el turno de DEAnsect, un robot insecto excepcionalmente fuerte, aunque apenas pesa 0,2 gramos. Es un robot inteligente equipado con un microcontrolador que funciona como cerebro y fotodiodos que actúan como ojos.

Así puede reconocer patrones en blanco y negro e incluso seguir líneas dibujadas en el suelo. Se puede doblar, golpear con un matamoscas o aplastar con un zapato sin que afecte a su capacidad de movimiento.

Los responsables de su desarrollo son investigadores de la Escuela Politécnica de Lausana que también han diseñado un modelo del DEAnsect completamente autónomo. Este segundo insecto pesa menos de 1 gramo y lleva su batería y todos los componentes electrónicos en su parte posterior.

DEAnsect repta para desplazarse a una velocidad de 3 centímetros por segundo gracias a sus músculos artificiales. Está equipado con dielectric elastomer actuators (DEA), un tipo de músculo artificial que impulsa al robot por medio de suaves vibraciones. Estos DEA permiten que el insecto robótico sea ligero y rápido. Le permite reptar por todo tipo de superficies, incluso las onduladas.

El secreto de su movimiento reside en una membrana de elastómero intercalada entre dos electrodos blandos. Los electrodos se atraen entre sí cuando se aplica un voltaje, comprimiendo la membrana, que vuelve a su forma inicial cuando se desconecta.

Para conseguirlo ha sido necesario emplear técnicas de nanofabricación con las que han conseguido reducir el volumen de la membrana y producir electrodos formados por apenas unas pocas moléculas de espesor.

“Esta técnica abre nuevas posibilidades para el desarrollo de músculos artificiales en robótica”, explica el director del proyecto Herbert Shea. Puede ser empleado para inspecciones de lugares poco accesibles “o incluso para obtener una comprensión más profunda de las colonias de insectos al enviar un robot a vivir entre ellas “. El próximo reto es conseguir que estos insectos puedan comunicarse entre sí.