Javier Corbacho M.A. Ruiz Coll

Aquel sí, quiero ha acabado en los tribunales. Aquella historia de amor, propia de una canción de Julio Iglesias, se topó con el Código Civil. Y ahora, una juez decidirá el destino del anillo con el que los dos amantes —luego, novios y, después, prometidos— sellaron su compromiso... si es que lo hubo alguna vez.

El Juzgado de Primera Instancia número 13 de Madrid ha señalado para el próximo 9 de mayo la audiencia previa entre Arturo y Blanca (nombres ficticios).

Arturo demandó a su ex para reclamarle un anillo de compromiso, de diamantes, tasado en 45.000 euros, que ella se niega a devolverle. Blanca sostiene que se trata de una simple joya, que no sellaba compromiso alguno, que no había boda a la vista.

Ambos se conocieron cuando estaban casados con otras personas. "Comenzaron a salir en marzo de 2019, cuando deciden dar un paso más en la relación de amantes que mantenían", expone la demanda de Arturo, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Los dos se divorciaron y no tardaron en empezar a vivir juntos.

Una noche en el Parador

En septiembre de 2020, tras más de un año de relación, la pareja acude a un Parador de cuatro estrellas. Según su versión, Arturo, rodilla en tierra, le pide matrimonio mientras toman el desayuno y ella le da su .

"De forma sorpresiva y con galantería, (...) Arturo pide matrimonio a doña Blanca, entregándole un solitario de pedida. Ella acepta con alegría la petición y ambos comienzan a soñar con la boda mientras terminan el desayuno", relata la demanda.

Se trata de una joya de lujo: hecha a mano, en platino, engastada con un importante diamante brillante de 5,09 quilates. ¿Su precio? Arturo asegura que pagó por él 45.000 euros. Así lo confirma la tasación de una experta en gemología.

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La visita al Parador también está constatada con una factura, de 225 euros (una noche y desayuno para dos personas incluido). La entonces feliz pareja regresa a Madrid en un caro coche que Arturo acababa de comprar. En su demanda, también adjunta una foto de Blanca luciendo el anillo mientras lo conduce. Ella, poco después, le regalaría un caro reloj de oro de marca IWC.

¿Un regalo de santo?

Aunque coinciden en algunas cosas, las versiones de ambos difieren en lo fundamental. En respuesta a la demanda, la defensa de Blanca asegura que ella siempre manifestó que "nunca se volvería a casar". Tanto a Arturo como a su entorno: a sus amigas, a su familia...

"Ninguna expectativa matrimonial podría generarse en don Arturo y, por consiguiente, ninguno de los regalos que hubo durante la relación sentimental pudo basarse en una promesa de matrimonio", reza el escrito de contestación a la demanda, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.

Asimismo, sus abogados niegan lo romántico de aquella visita al Parador. "No es cierto que decidieran hacer una escapada juntos ese fin de semana (...); todo lo contrario, mi representada decidió acompañar a Arturo a un viaje de trabajo y el alojamiento en el Parador fue fruto de improvisación (...), al no tener otro lugar donde dormir", insiste el escrito.

Lo que sí reconocen es que aquel día, por la mañana, él le entregó un caro anillo. Las fechas coinciden, pero no el motivo. Los letrados de Blanca defienden que fue un mero regalo, porque ese día se celebraba su santo. Y que no fue, en ningún caso, una propuesta matrimonial.

Y reiteran que la joya también fue una "muestra de gratitud", ya que Blanca "ayudó económicamente" a Arturo durante la pandemia de la Covid-19. Cuando mejoró su situación financiera y obtuvo un relevante cargo en una empresa, "se compró un vehículo de ultralujo (...) y le regaló a mi representada el anillo", subraya la defensa de Blanca.

¿Y cuánto costó la joya? De nuevo, las cifras bailan. Los abogados de ella deslizan en su escrito que quizá no alcance esos 45.000 euros. "A mi representada le ha llegado a decir que le costó 30.000", relatan. Y adjuntan un informe pericial que lo cifra en torno a los 27.000.

También refutan que el IWC de oro fuese un regalo de compromiso. Según la versión de Blanca, sólo fue un obsequio de cumpleaños. "No es cierto que regalara a Arturo un reloj como muestra de compromiso por el futuro matrimonio; lo entregó (...) al actor con motivo de su cumpleaños. Era un reloj que mi representada ya tenía y el actor le había dicho en varias ocasiones que le gustaba mucho", relatan sus abogados, que también niegan que la relación "se enfriase", como defiende Arturo, por culpa de su clienta.

"Trae causa del descubrimiento por parte de mi representada de comportamientos deshonestos del demandante, quien no es capaz de cumplir el compromiso de fidelidad que habían adquirido", sostienen los letrados de la demandada, quien es, a su vez, la antigua esposa de un exministro.

Devolver el anillo

Por lo pronto, ambas partes volverán a verse las caras ante el Juzgado de Primera Instancia número 13 de la capital. La defensa de Arturo, ejercida por el despacho Zaballos, exige que la juez obligue a la exnovia a devolver el anillo. O, si ya no lo tuviese en su poder, que le abone 45.000 euros. Además, que pague las costas del procedimiento.

Para ello, su abogada Emilia Zaballos se basa en el art. 1.342 del Código Civil. "Quedarán sin efecto las donaciones por razón de matrimonio si no llegara a contraerse en el plazo de un año", establece dicho artículo.

La defensa de Blanca niega la mayor. Y defiende que nunca hubo una lista de boda, ni fecha para el enlace, ni ubicación para la ceremonia... Porque, a su juicio, nunca hubo intención —ni individual ni común de casarse. 

"Es un regalo de agradecimiento afectivo y personal", señalan en respuesta a la demanda. Por tanto, subrayan que la "donación es irrevocable". Y citan otros dos artículos del Código Civil: el 42 —"la promesa de matrimonio no produce obligación de contraerlo" y el 43 —"el incumplimiento sin causa de la promesa cierta de matrimonio hecha por persona mayor de edad o por menor emancipado sólo producirá la obligación de resarcir a la otra parte de los gastos hechos y las obligaciones contraídas en consideración al matrimonio prometido"—. Antes de llegar a juicio, las dos partes aún pueden recurrir a una mediación.

EL ESPAÑOL ha tratado de ponerse en contacto, vía telefónica, con Blanca, quien contestó a una primera llamada, que finalizó a los siete segundos. En una segunda conversación, de 43 segundos, aseguró: "No tengo nada que decir".