El fiscal de Sala Juan Ignacio Campos se perfila como el nuevo teniente fiscal del Tribunal Supremo, el principal puesto de la carrera y brazo derecho de la responsable del Ministerio Público, Dolores Delgado.

Campos ha pedido la plaza que salió a concurso la pasada semana debido a la inminente jubilación del actual teniente fiscal, Luis Navajas, el próximo día 17. Está previsto que Delgado convoque en las próximas semanas al Consejo Fiscal, que con toda seguridad dará el plácet a Campos dado su incuestionable prestigio.

Campos cumplió 70 años el 7 de noviembre y pidió seguir en activo hasta los 72, como ha hecho el propio Navajas. Éste será el tiempo en que permanecerá como número dos de la fiscal general.

Será, por tanto, un teniente fiscal de transición. Pero el nombramiento permitirá a Delgado aprovechar su intensa experiencia profesional en un momento en el que la Fiscalía afronta tareas de especial relevancia como la participación de la institución en la aprobación y puesta en marcha de la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, que atribuye a los fiscales la dirección de la investigación de los delitos, un cambio revolucionario.

También de singular importancia es la investigación que el propio Campos dirige para determinar si tienen trascendencia penal las irregularidades patrimoniales en las que pudo haber incurrido el rey emérito Juan Carlos I. Esa investigación aún no ha concluido.

Fuentes de la Fiscalía explican que Delgado ha elegido a Campos no sólo por su autoridad como experto en asuntos penales -que son los más delicados para la institución- sino también porque reúne un conjunto de cualidades a las que da importancia. "Campos es discreto, un profesional que mantiene la calma en las situaciones complicadas y que sabe trabajar en equipo", señalan esas fuentes. "También es de los fiscales de Sala más antiguos. Es una elección incontestable", añaden.

Fiscal desde 1977, Juan Ignacio Campos (Villanueva de los Infantes, 1950) fue el número 13 de su promoción, de la que también formaron parte el actual presidente de la Sala Civil del Supremo, Francisco Marín, o el fiscal inspector, Fausto Cartagena.  

Tras cuatro años y medio en Barcelona, en 1982 fue destinado a Madrid y desde entonces no se ha movido de esta ciudad. En 1990 fue nombrado teniente fiscal de la Fiscalía Superior de la comunidad y en 1994 el entonces fiscal general, Carlos Granados, le nombró miembro de su Secretaría Técnica.

En 1996 ascendió a fiscal del Supremo y en 2005 Cándido Conde-Pumpido le promovió a fiscal de Sala. En 2012 fue designado delegado en materia de delitos económicos.

De 2006 datan las primeras jornadas de colaboración entre la Fiscalía y la Agencia Estatal de Administración Tributaria que dirigió y desde entonces no ha dejado de formarse y de formar a otros fiscales en el campo del Derecho Penal económico.

También -desde 1983- ha sido preparador de opositores a las carreras judicial y fiscal. Más de 50 aspirantes que ahora son jueces o fiscales consiguieron ingresar de su mano.

En 1980 fue uno de los fundadores de la entonces única Asociación de Fiscales. Cinco años después contribuyó al nacimiento de la Unión Progresista de Fiscales -a la que también pertenece Delgado-, aunque nunca ha ostentado cargos directivos. 

A Campo le gusta influir, pero no figurar. De haber querido, habría podido ser un fiscal mediático: los principales procesos penales en los que se han dirimido delitos económicos, desde Gürtel a Nóos o Malaya, han pasado por él. Ahora, como número dos de la institución, tendrá más difícil mantenerse en segundo plano.

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