Los dos oficiales de la Guardia Civil que vivieron el asedio a la Consejería de Economía durante los registros judiciales del 21 de septiembre de 2017 han coincidido en describir este lunes, durante la jornada número 21 del juicio al 'procés', el clima de "tensión, hostigamiento e intimidación" que provocaron las 40.000 personas que llegaron a concentrarse ante el Departamento que dirigía el entonces vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras.

El teniente responsable del dispositivo de seguridad añadió "el lanzamiento de botellas, latas, mecheros, escupitajos y gestos con el dedo en el cuello mientras gritaban 'esta noche no salís de aquí'" que iban sufriendo los dos agentes que tenían que custodiar, por turnos, la entrada a la Consejería.

Ambos mandos aseguraron que ya en la madrugada se produjo una "avalancha" de personas que empujaban la puerta de la Consejería, un incidente que -según destacaron las defensas- no fue reflejado en su día en el atestado.

"Yo oí de pronto golpes en la puerta. Nos pusimos todos a sujetarla. No sabíamos qué pasaba, si querían entrar, derribarla...", insistió el teniente de los GRS (Grupos de Reserva y Seguridad, las unidades antidisturbios de la Guardia Civil). Hubo, señalaron los dos oficiales, "riesgo para la integridad de los agentes".

La defensa se esforzó en subrayar el papel mediador y pacificador que, en su tesis, habría desarrollado Jordi Sànchez. "No tuvimos una relación de hostilidad, hablamos bastante", admitió el mando de los GRS. El expresidente de Asamblea Nacional Catalana le dejó incluso su número de móvil cuando se marchó del lugar, ya en la medianoche.

Pero Jordi Sànchez no salió bien parado de la sesión, partiendo del hecho de que fueron ANC y Ómnium las organizaciones que llamaron, a través de las redes sociales, a una concentración masiva frente a Economía nada más trascender que se efectuaban registros relacionados con el referéndum ilegal del 1-O, sobre las 8 de mañana de ese día.

"Él me decía que la masa no le iba a permitir hacer un pasillo para que pudieran pasar los coches con los detenidos", dijo el teniente.

El testimonio del capitán de la Policía Judicial fue aún más negativo para el líder de la ANC: llevado por un subinspector de los Mossos, Sànchez "se presentó a la una de la tarde como interlocutor válido de la masa" y "a pesar de que decía que tenía una actitud colaborativa, no accedió a nada, ni siquiera llegó a intentarlo".

Afirmó que Jordi Sànchez planteó que los detenidos que debían ser trasladados a la Consejería para estar presentes en el registro de sus despachos llegaran "a pie y libres a través de un cordón hecho por voluntarios de la ANC". "Yo no podía entender que, ya que tenía esa capacidad de hacer un cordón, en vez de hacerlo de un metro para ir a pie no pudiera hacerlo de tres metros para que pasaran los detenidos en vehículos. Contestó que eso la gente no se lo iba a permitir".

Sobre las 21,30 horas, Jordi Sànchez "me dice que voluntarios de la ANC harán un pasillo de 200 metros y saldríamos protegidos por los mossos. Iría primero la secretaria judicial y luego nosotros, los agentes de paisano, confundidos con los funcionarios. Los uniformados no podían ir. Pero teníamos que salir con las evidencias. Una agente de los Mossos que estaba allí nos dijo: '¿estáis locos? Si salís con las cajas os matan'", afirmó el capitán.

El resultado fue que los detenidos nunca llegaron a los registros, la letrada judicial salió por una terraza pasada la medianoche, los agentes de Policía Judicial pudieron abandonar la Consejería con los efectos intervenidos pasadas las tres de la madrugada y los integrantes de los GRS, a las siete de la mañana.

¿Y los mossos? La intendente Teresa Laplana -que está también citada a declarar- "se mantenía al margen, acatando las decisiones de Sànchez", aseguró el capitán.

"Era un poco esperpéntico porque la voz cantante de seguridad, de lo que había fuera, la llevaba Sànchez", no los mossos.

La intendente se marchó a las once de la noche. A los guardias, que desde las 8 de la mañana sólo habían podido comer unos bocadillos que les llevó una mosso, todavía les quedaban varias horas, aunque habían acabado los registros sobre las 21 horas. "Al despedirnos", contó el capitán, "le dije a Laplana que su valoración de que no iba a haber problemas había errado un poco".