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La Ley General de Educación de 1970 estableció el modelo EGB (Educación General Básica), un sistema que se mantuvo hasta la aprobación de la LOGSE, en 1990, que fue la cuarta ley educativa de España.

El entonces ministro Javier Solana la presentó como una mejora del sistema educativo, pero los resultados no han sido buenos.

Así lo refleja un informe del BBVA que señala que los jóvenes españoles formados tras el modelo EGB están mucho menos preparados en competencias matemáticas y de comprensión lectora que sus progenitores.

Un nuevo documento de la serie Esenciales de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) revela que la brecha en competencias básicas de la población española respecto a la media de la OCDE se ha triplicado desde la generación que se formó íntegramente con el modelo EGB.

O lo que es lo mismo, los jóvenes españoles de entre 25 y 34 años —muchos de ellos millennials— están tres veces más distanciados de su generación en la OCDE que la generación de sus padres, formada íntegramente bajo el modelo de la EGB.

Gráfico elaborado por Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).

El informe, además, sitúa a España muy por debajo de la media en las tres competencias básicas (comprensión lectora, matemáticas y resolución de problemas). Concretamente, es el quinto país por la cola. Sólo están peor que España Eslovaquia, Nueva Zelanda, Suecia y Estados Unidos.

El estudio constata que en todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la población ha adquirido más conocimientos académicos por el avance de la globalización cultural, pero advierte de que, dentro de ese progreso "lógico", España avanza más lento que el resto.

Por ejemplo, las competencias en lectura del grupo de 25 a 34 años son solo 18,5 puntos superiores a las de los mayores de 55 a 65 años, que se formaron bajo el modelo EGB. En la media de la OCDE, esa mejora entre ambas franjas alcanza los 30,4 puntos.

En matemáticas, la diferencia entre las generaciones es aún menor: las competencias han aumentado 13,2 puntos frente a los 25,7 de la media; y en resolución de problemas, la brecha entre jóvenes y mayores es de 17,4 puntos, muy por debajo de los 29,7 puntos del promedio internacional.

Mayor acceso a la educación

El estudio constata que la mejora entre generaciones se ha ido ralentizando por el efecto de la calidad de la formación: a igualdad de estudios cursados, las competencias apenas aumentan.

Es decir, la mejora que se observa entre los millennials y la generación EGB se debe, en parte, a que el acceso a la educación es hoy mucho más amplio.

Los autores atribuyen este estancamiento a las numerosas reformas educativas impulsadas desde los años 80, "todas faltas de consenso", que no han logrado reducir la distancia con los países más avanzados.

Hay que recordar que, en España, se han aprobado ocho leyes educativas en Democracia. Las últimas se han espaciado apenas una legislatura en el tiempo: en 2006 el PSOE aprobó la LOE, que el PP modificó con la LOMCE en 2013 y que el PSOE volvió a cambiar por la LOMLOE en 2020.

A este respecto, el informe apunta que "la ausencia de una política educativa consensuada, coherente y sostenida en el tiempo (a diferencia de otros países como Finlandia) ha podido contribuir a los discretos resultados en adquisición de competencias básicas".

Finlandia, usada como ejemplo por los autores del estudio, está en el top 10 del ranking y supera la media de la OCDE en más de diez puntos en comprensión lectora. Los resultados finlandeses duplican los españoles.

Es "preocupante que la diferencia en el efecto calidad respecto al promedio de la OCDE haya crecido a lo largo del tiempo", dice el informe.

"Mientras ese aspecto era favorable a España para la cohorte de 55 a 65 años, ha pasado a ser crecientemente desfavorable para las cohortes nacidas con posterioridad", añade.

En resumen, los hijos de la generación de la EGB —los actuales millennials— han recibido más educación que sus padres, pero están peor preparados para afrontar los retos del mercado laboral global.

Sus diferencias competenciales respecto al resto de jóvenes de la OCDE, con quienes compiten en un entorno internacional, son hoy más amplias que nunca.