“Ya no vamos con un florete contra el tipo que nos dispara con un lanzagranadas. Ya no jugamos solo con las cartas de la mano cuando sabemos que el tipo de enfrente tiene cartas bajo el mantel. Venimos armados y vamos a actuar. Sánchez tiene un puñal en el tobillo, un cuchillo en la americana, una pistola en el pantalón”.
Son las palabras que pronuncia un importante colaborador de Feijóo después de que el candidato del Partido Popular hiciera en el Congreso algo que no había hecho hasta ahora. Arrojar a la cara de Sánchez los prostíbulos que regentaba su suegro, el padre de Begoña Gómez.
“¡Con quién está viviendo usted! ¡De qué prostíbulos ha estado viviendo usted! Es partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución. Y ahora quiere ilegalizar su biografía”.
Esas palabras de Feijóo en la tribuna del Congreso ya han quedado cinceladas en el frontispicio de la legislatura porque nada será igual hasta 2027. La guerra no tendrá límites. Ni siquiera en los momentos más duros de los años noventa, los disparos personales llegaron tan lejos.
En esta recta final del Sánchez-Feijóo, cualquier aspecto personal, cualquier claroscuro de la biografía del adversario, podrá ser utilizado para buscar la victoria en las próximas elecciones generales.
El simbolismo de las palabras de Feijóo pudo comprobarse en directo desde un punto de vista sonoro. Provocaron el aullido salvaje de la bancada popular, donde más de un centenar de diputados llevaba meses esperando este momento. El de ver a Sánchez golpeado por las armas de Sánchez.
Desde que llegó a Madrid, Feijóo fue tenido como un cobarde por varios compañeros de su partido. No lo verbalizaban así en público, pero le exigían una mayor contundencia en el combate del adversario.
Ahí se encuadraban algunos “ex” como Esperanza Aguirre o José María Aznar, pero también algunos miembros actuales como Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo. La facción de los llamados “duros” fue creciendo de manera acompasada a la trama de la corrupción.
A Feijóo –a tenor de lo palpado por este diario en los momentos posteriores al debate– le costó dar el paso, pero lo hizo con pleno convencimiento. Eso sí, quiso cerciorarse antes documentalmente. Y le mostraron las escrituras, como si de algo bíblico se tratase.
El piso donde vivió el matrimonio Sánchez-Gómez hasta que se trasladó a Moncloa lo pagó el suegro, Sabiniano Gómez, cuya fortuna se hizo al calor de las saunas-prostíbulos que regentaba. Eran un negocio familiar.
Feijóo no quiso entrar ahí hasta que supo que no incurriría en una posverdad si deslizaba que Sánchez y Gómez, en sus primeros años de matrimonio, crecieron económicamente gracias al patrimonio de su suegro. Gracias a la prostitución.
“Si a Ayuso se le acusa de vivir en un piso pagado por un defraudador fiscal, la misma moneda es esta. Sánchez vivía en un piso pagado con el dinero de la prostitución”, refieren otros de los ideólogos populares consultados.
El único paso que le queda dar a Feijóo en esa dirección es la citación de Begoña Gómez en la comisión de investigación del Senado. Esto último no lo confirman ni lo desmienten. Pero se desprende de las conversaciones genovesas que puede ser un as que tengan guardado de cara al estreno del próximo curso político.
"El umbral ético"
“Ese es el umbral ético de Sánchez. No le importó vivir en un piso de una urbanización de lujo, en Pozuelo, que compró su suegro gracias a la prostitución. Plagió su tesis. Después, no le importó que sus colaboradores más estrechos fueran puteros. Después, no le importó que amañaran sus primarias. Ahora, la trama”, resumen en el PP.
Pero hubo una chispa que prendió el fuego en Feijóo. No fue solo una acumulación de acontecimientos. Es verdad que el gabinete del candidato popular tenía preparado el contraataque, pero primero tenía que suceder lo que esperaban que sucediera. Y sucedió.
Un Sánchez volcado, huyendo hacia delante, tratando de derrumbar la figura personal de Feijóo.
Ocurrió en la réplica. Porque, en su primer turno de palabra, aunque con algunas alusiones más o menos veladas a la corrupción pasada del PP, no hubo apenas menciones a Alberto Núñez Feijóo.
El candidato popular, en su turno, fue contundente, pero ni más ni menos que otras veces, y el paisaje de la prostitución en la familia de Sánchez sólo pudieron entreverlo los más cafeteros. Había que leer muy fino.
“Debatamos sobre corrupción”, dijo Sánchez irónico mirando a Feijóo en su regreso a la tribuna.
“El PSOE tiene tres investigados. El PP tiene 200 cargos investigados y varios casos abiertos”. En la cuenta de Sánchez sólo entraban Ábalos, Koldo y Cerdán. Pero no había rastro de su hermano, su mujer, la expresidenta de Adif o el exdirector de Carreteras, por mencionar sólo una muestra.
Feijóo, en contra de lo que suele ser habitual en él, se revolvió en el escaño y gritó algo al presidente ininteligible desde la tribuna de prensa. Venía a decir que Sánchez estaba haciendo trampas porque no es sólo el partido, es el gobierno. No es sólo Sánchez, es su familia.
Por el camino, Sánchez ha ajustado cuentas con Felipe González, después de que éste le hiciera una enmienda a la totalidad en su entrevista con Alsina. El presidente ha calificado su propio gobierno y el de Zapatero como los más limpios de la Democracia, dejando el periodo de González, aunque sin emplear el adjetivo, entre los sucios. Lo defendería Feijóo en la tribuna, que para algo fue votante de González en su juventud.
Sánchez fue repasando con gran profusión la corrupción pasada del PP, mezclando asuntos sentenciados con no sentenciados, investigaciones que avanzaron con otras que no lo hicieron. Se iba revolviendo la bancada popular, desde la que se proferían gritos contra el presidente.
Entonces, Sánchez le dijo a Feijóo: “Apelo a usted para que ponga orden en su grupo”. Lo que indignó a un Feijóo que apretó los labios.
Todos estos detalles, aparentemente irrelevantes, fueron los que llenaron a Feijóo de la visceralidad que luego mostró en la tribuna. “Oiga, oiga”, decía en una muletilla que sólo emplea cuando está muy cabreado, como era el caso.
Sánchez definió el gobierno de Aznar como “el más corrupto de la historia de la democracia”. Y ahí encuadró a Feijóo, donde desempeñó el liderazgo de Correos y del Instituto Nacional de Salud.
Haber participado en ese Ejecutivo –dijo Sánchez a Feijóo– “debería inhabilitarle como candidato”.
Después pasó a la etapa de Rajoy, cuando Feijóo ya era presidente de Galicia. “La corrupción fue entonces un problema sistémico –expuso Sánchez–. Y usted blanqueó lo imblanqueable”.
Justificó Sánchez sus palabras recogiendo de la hemeroteca declaraciones de Feijóo echando balones fuera cuando se producían casos de corrupción en su partido que a él no le vinculaban.
Además, lo acusó de querer “autoamnistiar” al novio de Ayuso por incluir en la ponencia del PP la posibilidad del “derecho al error” de los contribuyentes frente a Hacienda. Una propuesta que también ha llegado a hacer el propio Ministerio de Hacienda.
Sánchez le dio la vuelta para acusar a Feijóo de preparar bajo manga una reforma con la que absolver al novio de Ayuso, autoamnistiarlo, cuando alcance el poder.
Y llegó el colofón: “Usted, señor Feijóo, lleva 25 años conviviendo, consintiendo y auspiciando las corruptelas de su partido. Ha medrado en el PP a base de tapar la corrupción. Igual que hizo carrera en el PP gallego tapando que se financiaba de manera irregular”.
Por supuesto, como esperaba Feijóo, Sánchez terminó su andana con la foto del narco: “Yo tenía que saber todo lo de Cerdán (…), pero usted no sabía que el tipo con el que veraneaba y se iba de crucero era el narcotraficante más famoso de Galicia”.
Un último disparo: “De todos los que estamos aquí, el único que ha mantenido una relación estrecha con un delincuente condenado es usted”.
Todo esto que acabamos de relatar, salpimentado con la idea subliminal de que Feijóo es culpable de los “asesinatos” –esa es la terminología empleada por la izquierda, pero no por Sánchez en la tribuna– de las residencias de la Comunidad de Madrid y de la Dana en Valencia.
“¡Qué descaro, qué despropósito, qué desvergüenza!”, clamaba Sánchez de tanto en cuando mirando a Feijóo.
Cuando le tocó el turno, Feijóo apretó el botón nuclear. “La cortesía se ha terminado. Ha empezado la guerra de verdad”, dicen en el PP. La guerra de los dos años. Hasta 2027.
