Bruselas

Desde el domingo por la noche, Santos Cerdán vive atrapado en el día de la marmota, encerrado en soledad en un hotel del barrio europeo de Bruselas, a la espera de la decisión de Carles Puigdemont. Este miércoles ha cumplido su cuarta noche de brazos cruzados.

Cada jornada empieza bajando a recepción (en persona o enviando a un colaborador) para verificar si puede ampliar su reserva otra noche: la negociación se alarga más de lo previsto

El riesgo de quedarse sin techo en el otoño frío y lluvioso bruselense es real: en la capital belga se acumulan reuniones del Eurogrupo o del pleno de la Eurocámara y el Sofitel, donde reside (cuyo precio estos días empieza por 250 euros la noche), es uno de los alojamientos más codiciados y está prácticamente completo. Para este miércoles no quedan habitaciones.

La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, entra a desayunar a primera hora del día y saluda sorprendida a la abundante prensa que acampa en el vestíbulo: "Bonjour!", exclama sonriente.

El exprimer ministro italiano, Mario Draghi, fue avistado en el Sofitel el lunes por la noche, cuando salía a cenar.

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Al número tres del PSOE le rodea un enjambre de cámaras las pocas veces que intenta asomarse al vestíbulo del hotel. Los periodistas le sacan fotos con sus móviles. Cerdán apenas musita unas palabras (eso sí, siempre con una actitud amable) y vuelve raudo a refugiarse en su habitación.

Los recepcionistas y el resto del personal -acostumbrados a ver pasar a Draghi, Lagarde o cualquier otro primer ministro de forma discreta- alucinan con el revuelo mediático que desata este hombre, cuyo rostro pocos conocían incluso en España hasta su polémica foto del 30 de octubre en el despacho de Puigdemont, con la urna del referéndum ilegal del 1-O como telón de fondo.

Santos Cerdán y su jefe de prensa, en el vestíbulo del Sofitel de Bruselas en el que se aloja Reuters

Estos días, el secretario de Organización del PSOE, acompañado de un equipo mínimo, apenas puede moverse desde su habitación a la recepción o la cafetería del hotel, donde comió el lunes.

Las hamburguesas cuestan 28 euros y un café aguado e insípido sale por 4,5 euros. El martes salió del Sofitel y almorzó en la pizzería La Brace, una de las más conocidas (pero no de las mejores) del barrio europeo de Bruselas. 

El dirigente socialista pasa la mayor parte del tiempo encerrado, esperando a que Puigdemont le envíe nuevas sugerencias sobre la Ley de Amnistía o responda a las últimas objeciones del PSOE.

El diálogo se lleva a cabo de forma virtual e intercambiando documentos. Un intercambio que puede tardar horas y horas: cualquier anotación o hasta el cambio de un punto o una coma debe ser revisada por los juristas de ambos lados.

Pese a que tanto Cerdán como el expresidente catalán están físicamente en Bruselas, no han vuelto a reunirse cara a cara desde su encuentro del 30 de octubre, aunque sí han estado muy cerca. Su empeño común de esquivar a la prensa ha obligado a los corresponsales a convertirse por unos días en una mezcla de detectives y paparazzi.

El pasado viernes, Cerdán y Puigdemont coincidieron en la sede de la Eurocámara, aunque no pudieron verse por la presión de los periodistas. 

El lunes por la mañana, la reunión de la cúpula de Junts se celebró en el Press Club Brussels, a apenas 300 metros del Sofitel en el que espera el número tres del PSOE.

Los periodistas se han instalado ahora de forma permanente en el vestíbulo del hotel, un amplio espacio circular con cúpula acristalada para contemplar la lluvia, ascensores a la vista y la decoración impersonal de cualquier hotel con pretensiones de lujo: alfombra gigante, sofás y sillones con muchos cojines, plantas naturales, un gran mural selvático y muebles cargados de objetos decorativos inútiles.

Santos Cerdán apenas puede moverse en su hotel de Bruselas sin ser detectado por la prensa Reuters

El wifi no funciona demasiado bien, el hilo musical de jazz aletarga, pero al menos hay enchufes de sobra para cargar móviles y ordenadores. El personal del hotel se muestra comprensivo con la prensa y permite su estancia. De lo contrario, los periodistas deberían esperar novedades a la intemperie.

El miércoles por la noche, el número 3 del PSOE intenta salir del hotel para cenar, pero tiene que darse media vuelta enseguida y regresar a su habitación. A la puerta del establecimiento le sorprende una pequeña concentración (encabezada por el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch) de una veintena de personas que le increpan al grito de "Sánchez traidor, Puigdemont a prisión".

La información circula con cuentagotas y parece cada vez más un mantra que se repite una y otra vez: "Seguimos avanzando y seguimos trabajando", "el acuerdo está muy cerca", "sólo queda pulir detalles técnicos pero es muy complejo", "pueden ser cuatro horas o cuatro días".

Lo único cierto es que Santos Cerdán sigue esperando en su habitación del Sofitel de Bruselas el visto bueno de Puigdemont, en su particular semana de la marmota.