La segunda votación de la investidura de Alberto Núñez Feijóo sí ha traído sorpresas. Ha vuelto a perder, pero con un resultado algo distinto. Él mismo llegó sabiendo que su investidura no saldría adelante. Le apoyaron los suyos (137), los de diputados de Vox (33), y los de UPN (1) y CC (1). La sorpresa es que un diputado de Junts, Eduard Pujol, ha dicho que sí y luego ha rectificado con un no. Su voto, finalmente, ha sido considerado nulo. En total, los mismos 172 síes del pasado miércoles. Y le dijeron no los 121 del PSOE, los 31 de Sumar y todos los nacionalistas e independentistas de la Cámara, salvo Pujol. Al considerarse nulo su voto, han sido 177 los noes.
Decíamos que Feijóo esperaba la derrota, y así lo lució en su breve discurso, que se basó precisamente en eso: "Me dirán que tengo los mismos votos que cuando fui designado, pero me acusan de eso quienes no pueden mantener sus principios y valores. Yo los he mantenido y me he quedado aquí. La pregunta es, ¿y usted, señor Sánchez?".
El líder del PP desafió incluso al presidente en funciones a que subiera a la tribuna a defender sus nuevos postulados. "No se esconda, suba aquí y hágalo ahora", le dijo con algo de sorna y mucho de indignación. "Atrévase a explicarle a los españoles lo que tendrán que soportar si usted, finalmente, es investido presidente sometido a las exigencias claras y nítidas de los partidos independentistas".
Porque para Feijóo, caída su investidura, sólo quedan dos opciones: o "el Gobierno de la mentira" o una repetición electoral. La primera opción, porque Pedro Sánchez, dijo, no obtuvo el 23-J el consentimiento para lo que ahora se apresta a hacer. "Así que 'amnistía, ¿sí o no?' Yo digo no. 'Referéndum, ¿sí o no?' Yo digo no, ¿y usted?".
Feijóo dijo preferir, claro, la repetición electoral. Pero trató de colocar el mensaje de que no por tener una nueva oportunidad, sino "para que ustedes puedan hacer limpia y tranquilamente aquello que ahora defienden", es decir, la amnistía para Carles Puigdemont y el resto de implicados en el procés y el referéndum de autodeterminación de Cataluña.
Ni ese desafío tan directo, ni esos contrastes tan duros, animaron a Pedro Sánchez a subir a la tribuna. De nuevo fue Óscar Puente, el que le dio la réplica. Y de nuevo el diputado por Valladolid abrió el frasco del vitriolo y le acusó de todo: de haber "utilizado sin vergüenza a la Corona para coronarse líder del PP"; de haber "utilizado al Parlamento para reforzarse ante los suyos"; y de "exigir al presidente del Gobierno que participe de su farsa para tener el bautismo completo".
Fueron ocho minutos (tres más de los que marca el Reglamento, una vez más) de tono desabrido, como el de su incidente en el AVE, pocas horas antes, o como la media hora larga del martes. Pero esta vez, sin argumentos. Puestos a buscar un no con ideas más interesantes, quizás habría que citar el de Teresa Jordà (ERC): "Oiga, si quiere gobernar, denos la independencia, que en esa España podrían ustedes hablar sólo en español y tener siempre mayoría absoluta".
Cuca Gamarra pidió la palabra al acabar su intervención la republicana. La portavoz del PP exigió la llamada al orden para Jordà y la retirada del Diario de Sesiones de su apelación "como 'piolines' para referirse a la Policía Nacional y a la Guardia Civil". Francina Armengol aceptó lo segundo, añadiendo al borrado, eso sí, "los insultos proferidos al presidente del Gobierno, que también es una institución del Estado".
Antes, Marta Lois había repetido como portavoz de Sumar, a pesar de que estaba previsto que hablara Aina Vidal. La vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz, había decidido desagraviar a su "protegida", después de las durísimas críticas que había recibido tras su intervención del martes. Tampoco esta vez pasó la prueba, nerviosa, trabada y con la mirada perdida.
Míriam Nogueras (Junts) lanzó las acusaciones de siempre del independentismo: que el PP "pide firmas contra Cataluña", que el PP vota en contra "de la financiación a Cataluña", que el PP "miente"... Óscar Matute (Bildu) trajo al debate la palabra "asesinato", pero para echarle al PP encima el de Federico García Lorca en la Guerra Civil y hasta que Manuel Fraga pidió la libertad de Rudolf Hess para, así, justificar de algún modo que "da lo mismo Vox que PP, o PP que Vox, porque el orden de factores no altera el fascismo".
A quien no se le había pasado el enfado del miércoles, seguro, era a Aitor Esteban, portavoz del PNV. "Votaremos no otra vez, incluso con más razones", acusando a Feijóo de "no tener ni idea" y de "caminar de la mano de la ultraderecha", motivo por el que "le dijimos desde el día uno que no le íbamos a votar", y motivo por el que, aclaró, "no se tiene usted por qué preocupar por el PNV, no apele a nuestros votantes, que nos separa un abismo".
Tanta tensión y palabras gruesas hacían evidentes los noes, claro que sí. Y ponían aún más en valor, al menos en las filas del PP, los párrafos con los que Feijóo había terminado su discurso: "Finalizo dirigiéndome a la ciudadanía de todos los pueblos de España y a toda la nación española: hoy no podré con toda probabilidad darles un Gobierno", acertó el político gallego, "pero sí creo que hemos podido darles una seguridad y una esperanza".
La seguridad, dijo, es que "hay una fuerza política, la más numerosa, que va a defender los mismos valores que la mayoría de los españoles comparten". Y la esperanza, concluyó, es que, "si ahora nos corresponde hacerlo desde la oposición, más pronto que tarde lo haremos desde un Gobierno -éste sí- que será para todos los españoles, y con un presidente -este sí- que está exclusivamente al servicio de los españoles".