Aznar lee poca novela. La poesía, el ensayo y la biografía son los géneros que dominan su biblioteca. Esta mañana, en la universidad San Pablo-CEU, ha podido dar rienda suelta a uno de sus ejercicios predilectos: vincular la Historia con el presente. Lo ha hecho justo un día después de que Pedro Sánchez se autoconcediera su "paso a la Historia" debido a "varias cosas".

Sin mencionarlo expresamente, Aznar ha colocado al hoy presidente del Gobierno ante el espejo de Antonio Cánovas del Castillo, arquitecto de la Restauración y artífice del turnismo. Un sistema que le granjeó la presidencia del Consejo de Ministros hasta en seis ocasiones. A lo largo de esta semana, el CEU acoge un congreso internacional sobre esta figura.

Tras definirse como "lector devoto" de la Historia de España, Aznar ha "arriesgado" algunas "reflexiones". Como por ejemplo, ésta: durante el ejercicio del poder, Cánovas fue para él una "referencia insoslayable".

Aznar ha resaltado el parecido entre los periodos nacidos de la Constitución canovista (1876) y la Constitución actual (1978): ambas pusieron fin a épocas violentas, revolucionarias y liberticidas. Generaron "unidad en la conciencia nacional".

"La expresión 'crisis constitucional' no le viene grande a la España de hoy", ha dicho Aznar. Luego ha enumerado, como causas, la "fragmentación del sistema de partidos, el clima de polarización, el cuestionamiento del fundamento histórico de la convivencia y las crecientes cuotas de poder regaladas a los enemigos del orden constitucional".

El expresidente popular, tal y como relató en su última entrevista con este periódico, siempre se ha sentido muy identificado con los gobernantes que han trabajado por dar "continuidad histórica a la nación". De hecho, por ese motivo y no por convicción ideológica, Aznar se declara firme defensor de la monarquía parlamentaria.

Quien presidió España entre 1996 y 2004 ha llamado a recuperar lo que Cánovas del Castillo llamaba "verdades madre"; una serie de puntos que, una vez asumidos, permitían la discusión "sobre todo lo demás".

En el caso de Cánovas –ha dicho Aznar– eran la "libertad, la igualdad ante la ley, la defensa de la propiedad privada, la monarquía, la dinastía y la soberanía nacional". El imperio de esas "verdades madre" garantizó el "bipartidismo turnante a la inglesa" que hizo bascular el poder entre el propio Cánovas y Sagasta.

En ese instante, Aznar ha aseverado: "Nadie tiene derecho a sustituir la continuidad histórica de la nación. No vemos a interrumpir la Historia, sino a continuarla". Quedaban como contexto las alusiones a los "enemigos del orden constitucional" y a quien les "regala cuotas del poder". Traducido: el Gobierno de Sánchez y los partidos nacionalistas.

A Aznar le entusiasma que Cánovas que diera a su partido el nombre de "liberal-conservador"; porque en ese espectro nacen los proyectos de FAES, la fundación que dirige. Cánovas, de hecho, fue el protagonista de uno de los libros publicados a su amparo.

"Cánovas se enfrentó a los ultras de todo signo. A los integristas y carlistas del trabuco por la derecha y a los republicanos levantiscos por la izquierda. Su línea era inalterablemente templada", ha añadido.

Como ha diagnosticado en otras ocasiones, Aznar ha lamentado la "ausencia de liderazgos fuertes" que enfrenten la mencionada "crisis constitucional": "Ya no hay que construir el edificio que cobije nuestra convivencia porque ya existe". Pero hay que protegerlo, ha reiterado.

Otro de los paralelismos trazados por Aznar entre las constituciones de 1876 y 1978 ha sido el de la "saña que despiertan": "Las calumnias a una y otra tienen cierto aire de familia. Se echa la culpa a quien no lo merece. No hubo abuso, corrupción, escándalo ni catástrofe que no se imputase al código de Cánovas. Fue una acusación coreada por la derecha y la izquierda".