La guerra entre el liberalismo y la izquierda no se circunscribe a la política. Desde finales de agosto, el fuego y las trincheras han llegado a las páginas de opinión de los periódicos, con una crudeza que no se recuerda desde la Transición.

De manera similar a entonces, aunque en un momento de menores proporciones históricas, la opinión publicada acoge una contienda sin cuartel. Los ordenadores alumbran las columnas tras el repiqueteo febril de los teclados.

Es una lucha ideológica y también generacional. Los intelectuales antifranquistas de los años ochenta, muchos de ellos comunistas y socialdemócratas militantes, son acusados de reaccionarios por aquellos que hoy encarnan lo que se ha dado en llamar "nueva izquierda", para disgusto de algunos de sus representantes.

La chispa que hizo prender el incendio fue una tribuna publicada el pasado 28 de agosto en El País por Coradino Vega (Huelva, 1976). Se titulaba 'Liberalismo hemipléjico'. Vega es profesor de Literatura y escritor. No confundir con su padre, del mismo nombre, futbolista en el Recreativo y el Betis en los setenta.

Su tesis es que los 'autoproclamados liberales' de hoy habrían llamado "bolivariano" a Manuel Azaña y, pese a que se dicen defensores de la Tercera España, ocultan sibilinamente su verdadera querencia: la derecha. Por eso habla de "liberalismo hemipléjico".

Estamos ante el 'yo acuso' de la nueva izquierda. Vega carga, sin nombralos, contra Fernando Savater, Félix de Azúa, Andrés Trapiello, Javier Marías, Félix Ovejero

"Pero más curioso aún resulta que se enciendan todos por las mismas cosas y al mismo tiempo, como si hubiera algo compulsivo en ello, como si vieran amenazado algo muy íntimo y querido, el tiempo pasado que siempre fue mejor: el lugar desde el que, cada vez con más virulencia, emiten sus exabruptos", escribe Vega.

Coradino Vega.

También les recrimina autoproclamarse "españoles de bien" y "detentadores de la inteligencia de la que carecen otros". Y añade: "Reasignan el término 'fascismo' a su antojo, de forma muy similar a como hacen los supremacistas catalanes". Actúan –concluye el escritor– con "el rencor revanchista de los conversos".

–Mi intención nunca ha sido la polémica. Mi tribuna no está escrita contra nadie –declara a EL ESPAÑOL.

–Hombre…

–Se lo digo de veras. Estaba leyendo los Episodios nacionales de Galdós, que contienen un retrato fidedigno de lo que fue el liberalismo. Eso me hizo pensar cómo había derivado la categoría. Esa es la génesis del artículo, y no otra. Justo después, leí el texto de uno de estos columnistas que se autodenomina liberal.

–¿Qué artículo?

–Bueno, es algo repetido en diversos autores. Ya le digo: no es un ataque personal, sino la exposición de una deriva que, creo, se ha dado en determinadas personas con una línea de pensamiento concreto.

–A lo largo del texto, por ejemplo, hay frases entrecomilladas de autores como Félix de Azúa, aunque no se le menciona expresamente. ¿Por qué no cita?

–No vi la necesidad. Las citas hablan por sí mismas. Del mismo modo que usted ha colegido de quién se trata, ellos se darán por aludidos. El artículo, en ese aspecto, es suficientemente claro.

Coradino Vega no cree que lo generacional sea determinante en esta batalla: "Hace unos años, se puso de moda el debate sobre el 'tapón', pero a mí nunca me ha importado. Los méritos nos colocan en un sitio u otro independientemente de la edad. Yo no he pretendido jubilar a nadie".

–Habrá leído la respuesta de Cebrián.

–Sí, pero no me he dado por aludido.

–No le creo.

–Creo que se refería más a Ignacio Sánchez-Cuenca.

Vega diagnostica que, en la España de hoy, se utiliza el término "fascista" con "mucha ligereza". Y acusa de hacerlo a los del "liberalismo hemipléjico": "Hacen una tergiversación anacrónica. Para ciertos señores, fascismo es lo que ellos dicen. Eso también lo había visto en ciertos sectores del independentismo […] Hay determinados intelectuales que se hartan de llamar tontos a todos los que no piensan como ellos. Los tratan de borregos".

Vega es consciente de que "esos señores" vienen, casi todos, de posiciones izquierdistas, antifranquistas. Siguieron votando al PSOE hasta bien entrada la democracia. Pero… Ahí va el pero que les arroja: "Basta con leerles. No soy un expendedor de carnés de pureza ideológica, no me siento afín a lo que usted llama nueva izquierda. Pero la evolución de esos intelectuales habla por sí sola".

–Señor Vega, ¿y si la deriva ha sido de la izquierda? Quiero decir: ¿y si no se han movido todos ellos sino el PSOE? ¿Qué hay del internacionalismo y la izquierda universal?

–Yo no soy politólogo. Soy un escritor al que le preocupa la política de su país. Y no creo que porque ellos hayan derivado así se pueda deducir que sea la izquierda la que ha entrado en una deriva. El único problema que ven es Cataluña, no escriben de la desigualdad económica, de la desigualdad entre hombres y mujeres… Si opinan de eso, sólo es para burlarse de los tics de lo que usted llama nueva izquierda.

Trajeron la democracia

Juan Luis Cebrián, en la cafetería del hotel Wellington, en Madrid.

Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944). Fundador y primer director de El País. Después, líder de Prisa hasta 2018. Publica el 20 de septiembre un artículo titulado 'Intelectuales, cabezas de chorlito'. Es la expresión que utilizó La Pasionaria para echar del Partido Comunista a Jorge Semprún y Javier Pradera, entre otros. Cebrián la rescata para denunciar la expulsión mediática de la izquierda que afecta a los escritores mencionados.

Cebrián defiende a capa y espada a estos intelectuales: "Necesitamos por eso más que nunca a los cabezas de chorlito, la narración de su experiencia y la expresión de su disidencia cívica. Por mucho que pese a los adoradores del oficialismo y se pavoneen como poseedores de una superioridad moral que nadie reconoce y a nadie interesa”.

–¿Qué le empujó a escribir ese artículo?

–La discusión intelectual está fuera del debate político, tanto en la izquierda como en la derecha. Nunca he sido militante, pero sí un permanente simpatizante y votante de la socialdemocracia. Me preocupa que, desde esa posición, se tache de reaccionarios a quienes arriesgaron para traer la democracia. Simplemente porque no siguen las directrices del poder –cuenta a EL ESPAÑOL.

–Los cabeza de chorlito, que dice irónicamente.

–Fui muy amigo de Javier Pradera, que fue clave en la construcción de El País; y de Jorge Semprún –comunista expulsado por el aparato y a la postre ministro de Cultura con Felipe González–. Conocí de primera mano lo que tuvieron que pasar por su disidencia respecto a la línea del PCE. Le cuento una anécdota muy buena de Jorge.

–Claro.

–Me dijo que se aficionó al fútbol y a los toros porque, un día, en una tasca, cuando la clandestinidad, oyó hablar de toros y toreros; no conocía a ninguno. Tampoco sabía quién era Di Stéfano. Comprendió que si no iba a las plazas y a los estadios le iban a descubrir.

–Esa relación que tradicionalmente se ha repetido entre el PCE y los intelectuales, ¿cree que se está dando en el actual PSOE?

–Bueno, en el PSOE siempre ha habido tendencias. Acuérdese de Largo Caballero e Indalecio Prieto. Pero esto no es un tema de corrientes internas. Lo de Sánchez no es siquiera una facción ideológica.

–¿Cuál es la ideología de Sánchez?

–Mantenerse en el poder. Necesitamos que el PSOE vuelva a la centralidad. Esa es mi preocupación. Y tiene mucho que ver con el tema que estamos tratando.

Cebrián, al contrario que Coradino Vega, sí cree que lo generacional influye en esta guerra: "Pero es un defecto de los que hicimos la Transición, sobre todo de los gestores políticos que vinieron. Hablamos de Memoria Democrática, pero no contamos la Transición. ¿Qué más memoria que ver juntos a Carrillo, entonces llamado por unos 'asesino de Paracuellos', y a Fraga, apodado por otros 'monstruo de la caverna'? Comprendo a la nueva generación, no es culpa suya, sino de los gestores de este país. No se ha contado, a través de la educación, la verdadera historia de España".

–Explíqueme eso de los "escritores del pesebre".

–Han existido siempre. El poder trata de financiar a quienes le ayudan. Me preocupa que luchadores por la democracia, claramente progresistas, algunos incluso excomunistas, en su día enormemente combatidos por los reaccionarios, sean hoy tachados de fascistas con inusitada facilidad. ¡Cuánta ignorancia y desconocimiento! La democracia que tenemos se la debemos, entre otras cosas, a ellos. Me estremezco viendo y escuchando a algunos de nuestros colegas.

"Savater ha cambiado"

Ignacio Sánchez-Cuenca. UC3M

Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966) es catedrático de Ciencias Políticas en la universidad Carlos III de Madrid. Autor de varios libros sobre el devenir de la izquierda, irrumpió en esta batalla con un libro titulado La desfachatez intelectual (Libros de la Catarata, 2017). Aquel ensayo puso a caer de un burro a muchos de los escritores que ahora Coradino Vega bautiza como "liberales hemipléjicos".

Publicó una tribuna titulada 'Las élites enfurruñadas de la Transición' el pasado 7 de septiembre. Pueden imaginar a quiénes se refiere. Los llama "intelectuales orgullosos de la Transición que adoptan actitudes conservadoras, intolerantes y excluyentes". Remarca que no se refiere "sólo a las élites de UCD", sino también a "socialdemócratas y viejos comunistas".

También les recrimina un "españolismo trasnochado" y les acusa de intentar echar "un cerrojazo" para evitar "la reforma que necesita el sistema". La tesis de Sánchez-Cuenca viene a decir que, con la actitud que mantuvieron en la Transición, "hoy podrían contribuir a solucionar problemas como la cuestión catalana". "Son ellos los que hoy traicionan la Transición", concluye.

–Por favor, explique su tesis.

–Los consensos clásicos se han roto. Han surgido nuevas fuerzas que los desafían. Los principales actores de esa ruptura han sido Podemos y el independentismo catalán. A mi juicio, una vez surgidos esos desafíos, se produce un repliegue de las élites, que tuvieron dos opciones: buscar soluciones mediante reformas o cerrarse en banda, que es lo que hicieron. Se enfurruñaron. Están enfurruñados.

La discusión de ideas, aunque sea de altura, también ha afrontado una fase de afilado adjetivo. De puñal. Sánchez-Cuenca lo reconoce, pero dice que él nunca traspasa el límite de "deslegitimar" al contrincante: "Mientras no hagamos eso, el choque de opiniones puede ser todo lo fuerte que queramos".

Preguntado por la paradoja que supone que quienes hicieron la Transición sean quienes hoy la "traicionan", responde: "Es que tienen una visión distorsionada. He dedicado mucho tiempo a estudiar ese periodo. Todo se negoció. Mire, en 1981, UCD, antes de perder el poder, negoció en términos favorables para ETA Político Militar la reinserción de esos señores. ¡Y no hubo ningún escándalo! Zapatero, en 2006, negocia con ETA… y esos mismos intelectuales de la Transición hablan de traición. ETA mataba más en 1981 que en 2006".

En ese instante, se refiere a Fernando Savater: "Él dijo que Batasuna era una fuente de ideas nuevas y que tenía potencial para renovar una política anquilosada en Europa. ¡Es Savater el que ha cambiado! Y, ojo, el cambio es legítimo, faltaría más. Intento ponerles en el espejo de lo que hicieron en la Transición. Lo veo muy claro con la crisis catalana. Con la actitud de la Transición, se habría abordado de manera distinta".

–Pero hoy las "élites y el poder" son quienes piensan todo lo contrario a los escritores de los que usted habla.

–Lo sé, sí, pero estaba describiendo su evolución. Con treinta años tuvieron una influencia social muy grande. Han evolucionado de una manera que no es acorde a los valores dominantes de la Transición.

–¿Y si es la nueva izquierda, pongamos el PSOE, quien protagoniza la deriva? El PSOE no tiene nada que ver con lo que fue.

–No estoy de acuerdo. El programa de hoy, en lo sustancial, se parece al de 1993 o 1996.

–Fíjese en la gobernabilidad: Bildu y los nacionalistas catalanes.

–El Bildu de hoy no tiene nada que ver con el de hace veinte años. Cuando había terrorismo, no era un actor legítimo. Llevamos una década sin ETA. El pacto de Ajuria Enea, firmado entre otros por el PP, hablaba de que era mejor que la izquierda abertzale jugara en el terreno de juego de la democracia.

–Por supuesto, pero una cosa es eso y otra que la gobernabilidad del país esté en sus manos, ¿no?

–La gobernabilidad no depende de Bildu. Póngame algún ejemplo.

–La mayoría de la investidura, la negociación de los Presupuestos, el papel firmado para derogar la reforma laboral…

–Son cosas puntuales. No es correcto desde el punto de vista técnico que la gobernabilidad esté en manos de Bildu.

–Sí lo es si consideramos que el eje de la gobernabilidad son los Presupuestos Generales del Estado.

–Me parece una exageración. No hay nada raro, al revés. Es la garantía de que los independentismos no se conviertan en elementos deslegitimadores del Estado. Creo que deben incorporarse a las grandes alianzas para desactivarlos. Habrá gente que pensará que esa fue la postura de Chamberlain con Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial, pero…

De acuerdo con Juan Luis Cebrián y discrepando de Coradino Vega, Sánchez-Cuenca percibe una fuerte importancia de lo generacional en esta disputa: "Tiene mucha relevancia. El otro día, Sol Gallego-Díaz –exdirectora de El País–, publicó un artículo en el que hablaba del enfurruñamiento, pero cuestionaba que la generación tuviera sentido como categoría de análisis. Yo creo que no se le puede negar".

A juicio de Sánchez-Cuenca, cada generación "queda constituida por las experiencias que vive": "Y la generación de la Transición está marcada por ella. Se acostumbraron a mandar y a tener la razón con treinta años. Quieren seguir teniéndola ahora. Sólo quieren renovación si la tutelan ellos. El artículo de Cebrián era furioso y disparaba en todas las direcciones, como si perdiera el control".

"Columnismo de derechas"

Antonio Caño, durante una conferencia.

El pasado 14 de julio, Antonio Caño (Martos, 1957) fue despedido de El País tras 39 años en sus filas, cuatro de ellos como director. Su última tribuna, no publicada en la versión de papel por criterios editoriales, se tituló 'Algunas lecciones de Estados Unidos para la izquierda'.

En ella, relataba la "deriva identitaria" de la llamada nueva izquierda y elogiaba a Joe Biden por haber conseguido frenar, en última instancia, a los sectores del Partido Demócrata que empujaban en esa dirección. Animaba a hacer lo propio a los líderes de la izquierda española.

Caño atiende a este diario desde Estados Unidos y comienza la entrevista con esta reflexión: "En un contexto de extrema polarización política, muchos columnistas se están sintiendo obligados a tomar partido y defender siempre a los suyos. Eso ha ocurrido siempre, pero creo que se ha rebasado el límite de lo tolerable. Se está haciendo un periodismo sectario. Lo percibo en los medios del grupo Prisa, especialmente desde que Sánchez es presidente".

"Hay varias firmas, muchas de ellas bastante nuevas, que defienden siempre a Sánchez y al Gobierno, creyendo que, con eso, están en línea con la empresa. Ya no reconocen a la derecha como adversario, sino como una suerte de amenaza fascista con la que hay que acabar. Y eso genera belicosidad", prosigue.

Caño, con cuarenta años de periodismo a sus espaldas, asegura que la "agresividad" se encuadraba, tradicionalmente, en el "columnismo de derechas": "El sector ilustrado, moderado y tolerante era el vinculado al centro izquierda, el más socialdemócrata".

"Todas las opiniones son válidas, pero me refiero a los hechos". Para Caño, los hechos son estos: "Con Cebrián el periódico fue liberal, moderado, de centro izquierda, abierto. Era un diario con prestigio. En algunos momentos se criticó la estrecha relación de El País con el PSOE, pero lo cierto es que el periódico tuvo grandes conflictos con todos los PSOE anteriores".

–¿Qué le parece, por ejemplo, la tesis de Sánchez-Cuenca sobre los escritores de la Transición?

–Acusa a figuras de gran relevancia, que contribuyeron a hacer la España más democrática y próspera de la Historia. Si quieren reescribir el pasado para convertirse en la única izquierda, jamás lo conseguirán. Porque antes hubo una izquierda tolerante, con sentido de Estado.

–Dice que su actitud actual contradice los valores de la Transición.

–No entiendo muy bien cuál es esa contradicción. Los que me vienen a la cabeza son ejemplo de coherencia y sentido común. Han defendido siempre lo mismo: una convivencia respetuosa entre los distintos. Le diré una cosa: respeto mucho a los lectores. Estoy seguro de que sabrán juzgar quién destruye la convivencia: si los protagonistas de la Transición o las figuras de la nueva izquierda.

–¿Tiene importancia lo generacional en todo esto?

–No lo creo. Siempre ha sido una excusa, aunque lo creyéramos con el movimiento del 15-M. Pero, fíjese, ha sido una simple excusa. Los protagonistas de aquello, cuando han podido ejecutar sus ideas desde el poder, han recurrido a fórmulas antiguas y desfasadas. Han resultado ser mucho más viejos que aquellos a los que llaman viejos.

Esto es sólo la punta de un iceberg que asola las secciones de opinión de la mayoría de periódicos. En los próximos días, seguro, volverá a prender la mecha. Los acontecimientos concretos sólo son la tecla que activa el conflicto.