La clave está en el coche. No en el modelo, sino en el volante. Hace cinco años, Pedro Sánchez condujo su Peugeot por toda España para suplicar un poco de poder. Este sábado, en la explanada del hotel, pululaban decenas de socialistas que hubieran dado lo que fuera por llevar al hombre de la americana azul en el asiento de atrás.

En un lustro, la política puede cambiar la genética del hombre. Sánchez -¡treinta y pico grados de temperatura!- ya no suda, sólo sonríe. Y en busca de esa sonrisa llegaban los que un día fueron espadachines del Comité Federal. Ante la nube de micrófonos, exprimían al máximo su ingenio en busca del mejor piropo a los indultos.

Ximo Puig, muy entregado, se sorprendió a sí mismo hablando del "plan España". Salvador Illa, siempre jesuítico, agradeció a Sánchez su "valentía" y "liderazgo". Ni el proceso de Kafka alumbró algo tan repentino: el líder del PSC, que dedicó toda una campaña electoral a esquivar los indultos, parecía haber descubierto el Mediterráneo.

Poco a poco se iba llenando el hall de saludadores, aquellos que se abren paso hasta el poderoso y lo saludan como quien se encuentra a un amigo de la infancia en Australia: "¡Qué alegría estar aquí contigo!".

El diagnóstico no falla: a menor rango, mayor número de saludos y mayor efusión en los mismos. Por ejemplo, José Luis Ábalos es muy afable, pero siempre va con prisa, no se para demasiado. Eso ya le ocurre hasta a Adriana Lastra. Pero vean a aquel escalador de Castilla y León. ¡Qué pundonor! ¡Es todo corazón! Igual que Morata: con trabajo llegará el carg... éxito.

El reflejo de lo que ocurría fuera encontró su escenario fetiche dentro: los miembros del Comité Federal estaban sentados... ¡en pupitres! Hasta los más jóvenes sabemos que el pupitre es el instrumento que impide la divergencia. Los pupitres, cuando se colocan tan separados y en fila, sirven para uniformar. Nosotros teníamos un profesor en el colegio que vaciaba los pupitres desordenados por la ventana.

Por fin, se sentaron. Por fin, nos sentamos. Todos los periodistas husmeando en las esquinas: "Hombre, un mínimo de disidencia tendrá que haber". ¡Pero qué disidencia iba a haber con aquel aire acondicionado!

El aire frío golpeaba en la cabeza de los presentes. Las mujeres, siempre más listas, con la rebequilla; los hombres, congelados. Tuvo que ser cosa de Iván Redondo. Con ese cambio de temperatura tan brusco no se puede pensar, sólo se puede leer.

A Sánchez, que cuando conducía el Peugeot era Pedro, le encanta leer. Tanto como para llevarse escritas al Congreso hasta las réplicas a sus adversarios. Leer es bueno, pero también entraña sus riesgos.

Vean: una de las primeras cosas que ponía en los papeles de Sánchez era la alabanza al patriotismo de Juan Negrín, presidente de la República en los momentos más difíciles de la guerra. En los papeles de Sánchez, decíamos, ponía que Negrín había sido un gran patriota por pedir en 1948 la inclusión de España en el Plan Marshall: "Lo hizo para combatir el hambre y la pobreza, pese a que eso podía consolidar la dictadura".

Pero en los papeles de Sánchez no ponía que aquel "patriota", en 1948, llevaba dos años expulsado del PSOE y había sido ajusticiado por sus compañeros con mucha mayor virulencia de la que sufrió el propio Sánchez en 2016.

Luego, para hablar de los indultos, el presidente se definió como un "patriota honesto". Crucemos los dedos. No vaya a ser que, por patriota, el PSOE lo trate como a Negrín y tenga que recuperar el Peugeot.

Hace dos o tres años, los Congresos Federales del PSOE eran muy entretenidos. Como el Cluedo. Todos vestidos de domingo... y muchos con una pistola en el bolsillo. Ayer, el único que condujo rozando el arcén fue un emisario de Extremadura, ¡pero en tono constructivo! 23 personas pidieron la palabra tras el presidente del Gobierno. Una ovación tras otra. Si Largo Caballero -otro de los "referentes" de Sánchez- levantara la cabeza, no los indultaría. ¿Qué es eso de no traicionarse entre camaradas?

Finalmente, con los indultos, llegó la consulta con el oculista. "Pues mirad, ¡pues mirad!". Fue una de las muletillas -lo es habitualmente- de Sánchez en su discurso. "Los indultos ya empiezan a surtir efecto". Y luego, "¡pues mirad!". ¡Había mucho que mirar! "¡Dónde! ¡Dónde!", debieron de pensar decenas de los presentes, aunque no pudieran decirlo.

"¡Fijaos". Los periodistas, también colaborativos, nos fijábamos. Pero a varios nos venía a la cabeza el "efecto Rufián", el choteo de la semana pasada en el Congreso acerca de la palabra del presidente del Gobierno.

"¡Pues mirad!". Todos miraban y, encontrado o no ese sutil "efecto", todos asentían. Sánchez habló del PSOE como un instrumento para "inculcar a la sociedad valores elevados". Tan "elevados" son los indultos que ni en el techo se podía encontrar la respuesta.

A la salida, una de las dirigentes más conocidas del PSOE, ironizaba: "Sí, sí, ¡menuda movida hemos tenido!". La movida es muy "elevada" y, por primera vez en mucho tiempo y aunque extrañe a los socialistas, está fuera de Ferraz, no dentro.