La noche del descalabro, una nube de afiliados naranjas esperó a Begoña Villacís a las puertas de la sede. Cuando salió a saludar, recibió una ovación. En pocos días, esos aplausos han tomado forma de petición: "Lidera tú el partido". Pero la vicealcaldesa de Madrid ya ha dicho que no.

La cuestión es: ¿qué hará, entonces, Villacís? ¿Participará de la muerte lenta de Ciudadanos? ¿Escuchará los cantos de sirena del PP? ¿Dejará la política cuando se consuma la legislatura? Ese es el trilema que, más pronto que tarde, alcanzará inevitablemente a la abogada madrileña.

La destrucción del centro político ha convertido a Villacís en una especie de isla. Es la gobernante liberal con más proyección pública. En el Congreso, el Gobierno hace tiempo que decidió emprender el viaje en compañía de la izquierda y los nacionalistas, lo que deja a Inés Arrimadas con poco margen de maniobra -y escasas facultades de influencia-.

En Andalucía y Castilla y León, la actualidad gira por otros derroteros. Juan Marín y Paco Igea actúan dentro de Ciudadanos como dos versos sueltos. El primero es un protegido del presidente andaluz, Moreno Bonilla; y el segundo ni siquiera forma parte de la Ejecutiva nacional del partido.

La primera reacción de Villacís al batacazo electoral, según fuentes de su entorno, ha sido una especie de "negación" de lo sucedido: "Se niega a dejar de luchar. Se volcó en la campaña y se siente responsable ante los afiliados de Madrid, no quiere dejarles huérfanos". De ahí que fuera la primera en conceder una entrevista para dar explicaciones.

Villacís, tal y como reveló entonces este diario, fue una de las dirigentes más críticas con la gestión de José María Espejo y Carlos Cuadrado -rectores de Cs hasta hace un telediario-. "¿Cómo Inés pudo dejar el partido en sus manos?", esa es la pregunta que todavía hoy muchos se hacen.

Primero, en relación a la "falta de democracia interna"; segundo, por el "desastre de la campaña en las catalanas"; y tercero, por la "chapuza de la moción de Murcia". Esto último no se circunscribe a Villacís. Muchos dirigentes de Ciudadanos conciben que la maniobra murciana fue la punta de un iceberg de "catastróficas decisiones".

¿Cuáles? La relación con Moncloa, la pérdida de la épica en Cataluña, la difuminación ideológica del proyecto... Ciudadanos recuperó su identidad esta campaña, tuvo al "mejor candidato posible", pero nada de eso bastó. "Habíamos perdido de antemano. Pagamos los platos rotos de Murcia", relata un importante miembro de la organización.

Cuadrado y Espejo no diseñaron esta vez la campaña, pero Arrimadas -con el objetivo de no alimentar rencores- les mantuvo su puesto en la Ejecutiva tras las autonómicas catalanas. Y también tras la metedura de pata en Murcia.

Villacís y el PP

Al contrario que algunos de sus compañeros, Villacís no aprovechó la coyuntura para debilitar a Ciudadanos -ni para buscarse hueco en el PP-. Tampoco logró que Arrimadas reaccionara. Sin embargo, su lealtad está fuera de toda duda. Y continúa a su lado en la gestión del fracaso.

Esa postura crítica pero leal no es la única particularidad que entraña el caso Villacís. También es de las pocas dirigentes de Ciudadanos que, a día de hoy, mantiene tan buena relación con Albert Rivera como con Arrimadas. Arma de doble filo.

Ya antes de Murcia, cuando la inercia de Ciudadanos comenzó a ser negativa, el Partido Popular tentó a la vicealcaldesa de Madrid. Sin ofertas concretas, como se hace en estos casos, pero sí con buenas palabras y menciones a un "futuro político prometedor".

No es nuevo ese cortejo. Villacís, antes de entrar en Ciudadanos, cuando era una abogada de Legálitas cada vez más conocida por sus apariciones en televisión, ya fue tanteada por los populares.

Hoy, a tenor de lo contrastado por este periódico, continúa en la lista de grandes deseos de Génova. Una lista que confecciona Teodoro García Egea -secretario general del PP- y que intenta llevar a la práctica Fran Hervías, ex secretario de Organización de Ciudadanos.

Este primer camino que se le abre a Villacís -la integración en una lista del PP como independiente- no llegará hasta que se acerquen unas elecciones. Casado ha decidido comenzar la absorción por la base y acometer los grandes fichajes cuando la estructura liberal prácticamente no exista.

Los afiliados de Madrid han trasladado a Villacís su preocupación por ese posible cambio de partido, pero ella se ha remitido a algunas de sus intervenciones en medios de comunicación, en las que ha marcado su "perfil liberal" frente al "conservador".

Si nos atenemos a la hemeroteca, resulta muy complicado imaginar a Villacís en el proyecto de Casado. Sólo sería posible, mirando de nuevo al pasado más cercano, una integración a través de una especie de coalición antisanchista. Pero ese escenario no está en los planes del PP. Génova concibe que Ciudadanos ya no existe y que no hay nada que negociar. "Cuando llegué, había tres partidos en la derecha; hoy, dos", suele celebrar en privado el líder conservador.

Psicológicamente, cuando llega ese instante, en la cabeza del político con vocación de gestión, la pregunta suele plantearse de otra manera. Es lo que, seguro, le ocurrirá a Villacís y lo que le acaba de suceder a su amiga Marta Rivera de la Cruz.

Pongamos sobre la mesa el caso de la segunda: ella, exconsejera del Ejecutivo, quiere dar lo mejor de sí para la cultura, pero el partido del que forma parte ya no estará en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Su proyecto se queda, a priori, a medias. ¿Qué hacer entonces? ¿Actuar con pureza ideológica y abandonar... o formar parte de un gobierno algo más a la derecha que tú pero con el que puedes llevar a cabo las políticas que pusiste en marcha? Villacís es liberal. Villacís ha dicho que no encaja en el PP. Pero, ¿qué pasará cuando el PP sea el único camino para implantar esas políticas liberales en la ciudad de Madrid?

El segundo camino que podría emprender Villacís es tan factible como romántico: la lucha por la supervivencia de Ciudadanos... hasta el final. Encerrarse en el barco junto a los violinistas. Consistiría en centrarse en la gestión municipal y, pese a la debilidad de su organización, volver a encabezar una candidatura naranja.

Ella es consciente de que esa opción resulta harto complicada. Está el precedente Edmundo Bal: un líder potente no es suficiente para salvar el obstáculo de una marca severamente deteriorada.

Además, ese futurible fracaso electoral entraña dos incómodas derivadas: Villacís retomaría su actividad en la empresa con su hoy impecable cartel manchado por un estrepitoso fracaso electoral. Del mismo modo, si surgiera una plataforma de centro que, como Ciudadanos con UPyD, ocupara ese espacio, estaría inhabilitada para formar parte de ella.

Ese es, por tanto, el trilema Villacís: dejarse querer por el PP, luchar hasta el final por Ciudadanos... o dejar la política. El reloj de arena ya se ha dado la vuelta.

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