Un disparo al corazón. Ciudadanos se descompone allí donde nació. De ganar las elecciones a partido irrelevante. De liderar la oposición en Cataluña a ni siquiera encabezar el constitucionalismo. De rozar el Govern con los dedos… a luchar por la supervivencia. Así lo describe uno de los dirigentes más reconocidos de la formación en conversación con este periódico: “Un puñetero desastre, una goleada en casa”. 

Inés Arrimadas ha convocado a su Ejecutiva este mismo lunes en la sede nacional de la calle Alcalá. Estarán sobre la mesa los resultados de las elecciones catalanas: 6 escaños -30 menos que en 2017- y 153.000 votos -casi un millón menos-. Una bolsa de parlamentarios raquítica. No era tan baja desde las autonómicas de 2010, cuando obtuvieron tres asientos en la Cámara.

El naufragio es mayor que el de Albert Rivera en noviembre de 2019. En aquellas generales, Ciudadanos perdió un 60% de sus sufragios respecto a la cita anterior. Hoy, se ha dejado un 86%.

Guillermo Serrano Amat

Ni siquiera la incomparecencia del Partido Popular es consuelo para los liberales. Vox ha logrado irrumpir en la Cámara con once asientos. Cada vez son más los mandatarios de Ciudadanos que, fuera de micro, lamentan: “¿El abrazo? ¿Cómo pudimos hacer esa campaña? ¡Nos han robado el discurso de la épica! Ahora las piedras se las tiran a ellos, no a nosotros”.

Los comicios catalanes eran los primeros de importancia para Inés Arrimadas al frente de la formación. Galicia y País Vasco apenas supusieron un reto. En ninguna de las dos Comunidades existía la representación naranja. No había terreno que defender.

Sin embargo, en Cataluña, Arrimadas no sólo resguardaba la victoria electoral de 2017. También protegía una marca, una “ilusión”, una manera distinta de hacer política, el liderazgo de las tesis antinacionalistas… y su propio legado personal. Todavía hoy sus contrincantes le recriminan “haberse mudado a Madrid”. Ella suele responder: “También se puede hacer política para Cataluña desde el Congreso”. Ya no le quedan resultados a los que remitirse.

En su primer discurso tras conocer los números, Arrimadas habló de "tristeza": "Se avecinan años duros. El separatismo sale reforzado". También recordó que, justo hace diez años, en febrero de 2011, ella se afilió a Ciudadanos.

"La escopeta cargada"

Tal y como contó EL ESPAÑOL a finales de esta semana, los críticos acudirán a la reunión “con la escopeta cargada”. Arrimadas, a su llegada, asentó el funcionamiento orgánico y político de Ciudadanos en dos vicesecretarios: Carlos Cuadrado y José María Espejo. El primero de ellos ha sido el director de la campaña catalana.

“Es el momento de que asuman responsabilidades. Las cosas no funcionan. El ambiente no es bueno y la calidad democrática debe mejorar”, razona otro alto cargo de Ciudadanos. Está por ver cómo capeará Arrimadas su primer gran temporal.

Otro de los señalados será Carlos Carrizosa, el candidato a presidir la Generalitat. Fue colocado a dedo por el aparato. Así se apartó a Lorena Roldán, que había ganado las primarias, y que más tarde se convirtió en el gran fichaje fallido del Partido Popular. Abogado, hombre de la máxima confianza de la presidenta de la organización, ha situado a Ciudadanos en la penúltima plaza de la clasificación.

Las fuentes consultadas por este diario sostienen que el liderazgo de Arrimadas “no será cuestionado”, pero sí el organigrama del partido. Todo dependerá de la jerezana, ya que se trata de cargos orgánicos.

Como en 2019

La recta final de esta campaña ha guardado grandes parecidos con la de noviembre de 2019. El desmoronamiento podía olerse en las conversaciones privadas con los altos cargos de Ciudadanos. “¿15 escaños? ¡Eso sería todo un éxito!”. Un argumento impactante, teniendo en cuenta que poseían 36. Se han quedado en 6.

Apenas cuatro días antes de los comicios, uno de los organizadores de la campaña intentaba, con estas palabras, poner la venda antes de producirse la herida: “A nosotros nos afecta mucho la desmovilización. Una baja participación nos vendría fatal. ¿Vox? Ellos tienen menos miedo a contagiarse y a contagiar a la gente”.

Es verdad que la participación ha sido muy baja en comparación con procesos anteriores. Apenas ha rebasado el 50%, cuando en 2017 -victoria electoral de Ciudadanos- superó el 80%. Los de Arrimadas dicen tener un votante muy moderado, calmado. Y ése es el principal argumento con el que intentan “explicar” la debacle. Una "excusa" que ni siquiera convence a muchos dirigentes del partido.

El inicio

La primera gran prueba de Ciudadanos fue en Cataluña. Corría el año 2006. Un joven Albert Rivera, elegido de manera azarosa en el congreso fundacional, obtuvo tres escaños y casi 90.000 votos. Desde entonces, la tendencia fue siempre ascendente. Hasta este domingo.

En 2010, Rivera revalidó los tres parlamentarios, pero sobrepasó los 100.000 votantes. Dos años más tarde, en 2012, se hizo con nueve asientos en el Parlament y Ciudadanos se convirtió en una fuerza verdaderamente relevante. El PP se iba deshaciendo en Cataluña y los restos recalaban en la nave naranja.

Las de 2015 fueron las primeras elecciones catalanas con Inés Arrimadas como candidata. 25 escaños. Todo un hito que transformaba a Ciudadanos en la primera opción del constitucionalismo en Cataluña. En 2017 sucedió lo que parecía imposible, lo que casi ninguna encuesta pronosticó: la victoria electoral. Ése era el legado que defendían este domingo los liberales. Una renta que se ha disuelto casi por completo.

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