Cuando Inés Arrimadas llegó a la presidencia de Ciudadanos quedó establecido un pacto de no agresión con Pablo Casado. Salvo en casos muy puntuales, una y otro mostraban buena sintonía y cargaban las tintas contra el Gobierno. Ese buen feeling personal no se ha resquebrajado, pero las estrategias sí han dado un vuelco.

Casado ya no quiere saber nada de confluencias. Ve débil a Ciudadanos y espera el momento para acometer un plan de absorción. Hace varias semanas, descartó sin ambages cualquier posibilidad de relanzar la fórmula "España Suma". Arrimadas, dándose por enterada, le respondió en la Cadena Ser: "El objetivo del PP es hacer desaparecer a Ciudadanos". Unas palabras que ha repetido a lo largo de estos días, pero que jamás había empleado.

"Sí, somos conscientes de que su proyecto ideal es la opa", relata a este periódico un miembro del núcleo duro de Arrimadas. "Si Casado gobernara, le gustaría hacerlo con algunos miembros de nuestro equipo. A él le gusta Ciudadanos", sintetiza otro integrante de la Ejecutiva liberal.

¿Y cómo cristaliza ese cortejo? "Lo hacen con mucho disimulo. Saben que deben tener cuidado porque sus presidencias autonómicas dependen de nosotros. Además, a su electorado no le gustaría una guerra con Cs. Nos tratan muy bien, se acercan expresamente en los actos, hablan con elogio de nosotros a puerta cerrada...", coinciden las dos fuentes consultadas.

Sin embargo, existe cierta calma en la sede naranja: "En dos años y medio pueden ocurrir muchas cosas. Además, más allá de cargos, no tienen mucho que ofrecer. No somos conservadores".

La dirección de Ciudadanos sabe que Génova "debería hacer un gran fichaje para que la absorción tomara cuerpo": "Y eso es muy complicado". Pero, ¿quiénes son, en concreto, los mandatarios liberales que más gustan a Casado? Begoña Villacís, Luis Garicano, Inés Arrimadas y Edmundo Bal.

Todos ellos, aducen en la Ejecutiva, encarnan ese liberalismo llegado a la política tras adquirir una "experiencia profesional potente": "Esa es la principal carencia del PP de Casado, pero lo tienen muy difícil. Esas cuatro personas poseen ADN Ciudadanos. Ninguna es fichable".

Inés Arrimadas 

Es un fichaje imposible mientras exista una opción liberal y de centro en el tablero. A Arrimadas le sobrevino el liderazgo de Ciudadanos. Se sabía el relevo natural, pero nunca imaginó que Rivera caería tan pronto. No quiere pasar a la Historia reciente como la última presidenta del partido nacido en Cataluña.

En Génova, el tique Casado-Arrimadas gusta mucho. Era una de las razones que impulsaba la ya desechada "España Suma". Siempre han congeniado personalmente. Uno y otro han revelado en los medios mantener una relación constante y el intercambio de mensajes en relación a la actualidad.

Llegaron a participar juntos en un mitin en el País Vasco, durante la última campaña electoral. Ensalzaron sus virtudes y traspasaron la barrera: los presidentes de PP y Ciudadanos en un mismo escenario... con una misma lista electoral.

Begoña Villacís

El Partido Popular suele definir el gobierno de la ciudad de Madrid como el que "mejor funciona". La relación entre José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís nada tiene que ver con la que mantienen Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado.

"A mí Begoña no me gustaba particularmente, pero ha demostrado ser muy leal y buena política. Con ella se puede gobernar", indica un importante dirigente popular a EL ESPAÑOL.

Tras la figura de Arrimadas, Villacís es una de las mejores apuestas electorales que conserva Ciudadanos. Pese a su labor eminentemente municipal, se trata de uno de los rostros más conocidos de la organización. En el pasado, ya fue tentada por Génova.

Su fichaje es hoy muy complicado. Su postura en lo que se refiere al movimiento LGTBI o el feminismo poco tiene que ver con la que marca el proyecto de Pablo Casado. En 2015, poco después de entrar de lleno en Ciudadanos, confesó que antes había votado tanto al PP como a UPyD, pero nunca al PSOE.

Luis Garicano

Albert Rivera siempre lo tuvo claro. En caso de gobernar, Luis Garicano habría sido su ministro de Economía. Lo impulsó en un acto celebrado en la Fundación Del Pino, ante la mirada de Mario Vargas Llosa, que también le dio su bendición.

Hoy eurodiputado, su ausencia de la Ejecutiva de Cs por decisión propia fue uno de los cambios más sonados de la actual etapa. Ni siquiera formó parte del grupo que elaboró las enmiendas a los Presupuestos.

No hay en la dirección naranja -y tampoco en la del PP- un nombre que suscite tanto asentimiento en las élites económicas y académicas como el de Garicano. Ha sido profesor en la London School of Economics, en la Universidad de Chicago y en el MIT de Massachusetts.

Garicano tiene una concepción muy europea de la política. Siente su liberalismo con firmeza; y en el Parlamento Europeo eso es una verdadera condición de grupo. De hecho, vicepreside Renew Europe, la familia liberal de la Eurocámara. De ahí que sea muy complicado tentarle con un proyecto conservador.

Edmundo Bal

Edmundo Bal votó más veces al PSOE que al PP. Lo contó en una de sus últimas entrevistas con este periódico. Sin embargo, su nombre es, en sí mismo, una herramienta para retratar al Gobierno de Sánchez. Jefe del departamento penal de la Abogacía del Estado durante dieciséis años, fue purgado tras negarse a firmar el escrito de acusación del procés que eliminaba toda mención a la violencia separatista.

El trabajo de Bal en la Cámara tiene el respeto de PP y Vox. Conoce al dedillo el reglamento, sabe cómo funcionan las instituciones y es un seguro de vida en todo lo que se refiere a Cataluña.

Aunque fue un fichaje de Albert Rivera, Inés Arrimadas lo promocionó y le dio un asiento en su núcleo duro. No quiere saber nada de otro partido que no sea Ciudadanos. "Es curioso. Llegó el último, pero siente el proyecto como nadie", celebra uno de sus compañeros.

Casado encontraría en él a un ariete experimentado para la batalla que más le preocupa: lo que llama la "colonización de las instituciones" y el "Estado sin derecho" que cocinan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

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